Por Gabriel Arrese Leza*
En el mundo viven más de siete mil millones de personas. El agua, la vegetación y las materias primas son recursos que se están terminando por la mano del hombre. La superpoblación, esclavitud, y desigualdades son las consecuencias de la sobre explotación de esos recursos.
No todos vivimos en el mismo territorio ni en las mismas condiciones. Existe una relación entre la calidad y la esperanza de vida. A mayor calidad, mayor esperanza. Sin embargo hay una gran desigualdad y es que en los países desarrollados la esperanza de vida está en 77 años para los hombres y 83 para las mujeres. Pero, en los países considerados empobrecidos, la esperanza de vida está en 58 y 60 años. Lo mismo ocurre con el acceso a la sanidad, el 99 por ciento en los países desarrollados comparado con el 35 en países del África central.
Estos datos llevan a pensar que el mundo puede estar mal repartido. Según donde nazcas, tienes unos derechos u otros. Este es el caso del gran continente africano. El territorio que ocupa es igual a la unión de España, Francia, Alemania, Italia, Reino Unido, el Este de Europa, los estados Unidos, India, China y Japón. Sin embargo, África no cuenta ni con los mismos derechos ni oportunidades que cualquiera de esos países. Al contrario, es increíble ver como en el África sub sahariana, cerca de 1 billón de personas vive con menos de 995 euros al año. Mientras que en Europa y Estados Unidos el sueldo es de 12,196 euros anuales.
Otra de las consecuencias de que seamos más de 7.000 millones de personas en el mundo es la esclavitud moderna. Esta se refiere a la nueva concepción que se ha otorgado al término por los avances tecnológicos, culturales y sociales. Existen 30 millones de personas que viven como trabajadores forzados, prostitutas obligadas, niños soldados o matrimonios concertados. Estas son las nuevas formas de esclavizar a las personas. Walk Free, fundación que lucha contra la esclavitud, ha investigado 162 países y en cada uno de ellos ha encontrado estas situaciones de trabajo propias de esclavos
No podemos olvidar tampoco el deterioro al que está expuesta la vegetación. Sin tierra no somos nada. Al igual ocurre con el agua. Países como España y Chile se encontrarán con riesgo de escasez de agua en fechas no lejanas.
Mas allá de los datos, que hablan por si solos, están las historias reales. Bodgon, inmigrante en España, se sitúa todas las mañanas en frente de un supermercado en busca de algo de comer. “Bocadillo y agua” me señala siempre cuando le pregunto si quiere algo. Su situación es consecuencia directa de la superpoblación y la sobreexplotación de esos recursos.
Por ello, tenemos que celebrar cada vez que podemos beber un vaso de agua, el poder pasear por el monte, el no ser esclavos. No es cuanto más mejor, si no cuanto mejor más.
* Gabriel Arrese Leza. Periodista
Twitter: @gabrielarrese
Fuente: CCS.org.es