Nexium, S.A.

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Por Fabrizio Mejía Madrid

“Los parásitos son todos aquellos que tienen hambre, dolor y necesitan ayuda. Sólo evitándolos podrás desarrollar tu propio interés supremo, ser una persona fiel a ti misma y profundamente ética. Los iluminados no piden, sólo toman lo que necesitan”, enseñaba Keith Raniere a sus discípulos en un grupo de entrenamiento para alcanzar el éxito: NXIVM.

Si entre 1992 y 1997 su objetivo fue un engaño piramidal llamado “Línea de compra de los consumidores” –que despojó a un cuarto de millón de incautos de 50 millones de dólares–, a partir de 2000 se planteó dirigir sólo a los “machos alfa” del éxito que necesitaban que alguien les enseñara que la avaricia era buena. Si vemos las declaraciones del juicio en su contra la semana pasada, lo que se entiende es que Raniere hizo de la ideología del neoliberalismo –usar a los demás como medios para alcanzar la abundancia– una secta del Tratado de Libre Comercio entre Canadá, Estados Unidos y México.

Reclutando a los hijos de los expresidentes mexicanos: Emiliano Salinas, Enrique de la Madrid, Ana Cristina Fox; a herederas, como la del dueño del emporio de whiskey canadiense Seagram’s; a actrices de Hollywood como Allison Mack o Sarah Edmondson; a un ejecutivo de Enron, la idea era que Raniere ganara cientos de millones de dólares –“eso agrega valor al mundo”–, tuviera un séquito de esclavas sexuales, escuelas para niños que pudieran hablar 13 idiomas y que todos sus discípulos se refirieran a él como “La Vanguardia”.

Si algo, Raniere no es un gurú o un entrenador del éxito sino un neoliberal viendo por su interés propio supremo: merecer la abundancia, como escribió compulsivamente la esposa del exgobernador de Veracruz, mientras éste se embolsaba miles de millones de pesos de bienes públicos. Raniere fue detenido en un complejo enrejado en Puerto Vallarta, el 27 de marzo de 2018, acusado de tráfico sexual de mujeres y de niñas. No se le presentó ante ningún juez mexicano y sólo se le deportó. Cinco meses antes, The New York Times había publicado las denuncias de una serie de víctimas de “herraje”, de ser marcadas con hierro con sus iniciales, como esclavas. Después se han ido declarando más crímenes de la secta del TLC (hoy T-MEC): tráfico de mujeres y dinero efectivo por la frontera con México, experimentos de lavado de cerebro a cargo del doctor Brandon Porter (que incluía exponer a las esclavas sexuales a imágenes de desmembramientos, ejecuciones y un prisionero obligado “a comerse su propio cerebro”), introducción de inmigrantes ilegales, hackeo de cuentas de correos para intimidar, presionar y extorsionar jueces, jefes de policía y periodistas. Toda una secta del capitalismo global.

Según las cartas de su expareja, Toni Natalie, dadas a conocer en el juicio por violencia y abuso en 1999, Raniere se cree el personaje de una novela publicada en 1957: La rebelión de Atlas, de la escritora conservadora e inmigrante rusa Ayn Rand. La historia que cuenta la novela es la de una guerrilla de empresarios –lo juro– que se alza contra los políticos. No tienen armas sino acciones en la Bolsa de Valores. Se van a las Rocallosas con sus millones, generando el cierre de empresas y una hambruna para doblegar al Capitolio y la Casa Blanca, al Malévolo Estado Interventor. Al final de las más de mil páginas, los huelguistas fifís entran en Wall Street ondeando una bandera con el signo del dólar. Uno de los seguidores de la secta de Rand, “El Colectivo Objetivista”, fue Alan Greenspan, presidente de la Reserva Federal de los neoconservadores; Ronald Reagan; los dos Bush y Bill Clinton, y quien escribió en sus memorias que la Guerra de Irak era esencial para que no subiera el petróleo.

Raniere no perteneció a la secta objetivista, pero en las cartas a su expareja se llama a sí mismo John Galt, el líder en la novela, y a ella, Dagny Taggart, la heroína. La idea de “los parásitos” como los que requieren de la intervención del Estado para igualar sus oportunidades en la vida, viene también de la novela, así como la de que el éxito individual es “racional”, que la avaricia es moralmente buena, y que lo contrario, el Estado, es “vil misticismo”. Con la “teoría” objetivista, lo que dice Rand es más o menos lo que dicen los economistas neoliberales: “Si no estás de acuerdo conmigo, eres irracional”. También establece que si alguien da su vida por los demás, es un inmoral, porque no protege lo único que se tiene, que es el interés personal. Por eso, quizás, Dorothy Parker, la gran cuentista norteamericana, dijo de La rebelión de Atlas: “Ese libro no debe ser descartado con ligereza, sino con toda la fuerza”.

El hecho de que los hijos de tres expresidentes mexicanos hayan tenido puestos clave o relación con la secta Nexium habla de un país donde los poderosos son los apellidos. Son usados como reclutadores de entre sus círculos de ricos y famosos. Las víctimas, las esclavas sexuales mexicanas cuyos nombres han aparecido en lo que va del juicio –las regiomontanas Daniela Padilla Bergeron, Loreta Garza, Mónica Durán, Rosa Laura Junco, hija del magnate periodístico, y Camila Padilla, presunta primera víctima de estupro del líder– eran, como las enfermeras, maestras o publirrelacionistas de Canadá y Estados Unidos, personas que creían que existía un método para el éxito. Pero, ¿qué quería decir eso?

De acuerdo al blog de Frank Parlato, exvocero de la secta de Raniere, el padre de Daniela, Héctor, le llama a Albany a Lauren Salzman –quien se encargaba en 2001 de los cursos– para anunciarle que sus hijas, “en vez de ir de vacaciones a Suiza, quieren tomar el taller de éxito empresarial de Nexium”. Daniela termina secuestrada durante dos años en un cuarto por negarse a “dormir” con su hermana Mariana en la misma cama que el líder. Esto es visto como un “desarrollo personal” para “enfrentar la adversidad”.

El estrecho círculo de mujeres “empoderadas” en Nexium, Nancy y Lauren Salzman, Allison Mack y todas las que se consideraban como dentro de una sororidad llamada “DOS”, también tenían como función el extorsionar a las esclavas con fotografías comprometedoras, acusaciones con sus jefes de empresa o castigos corporales. También destruyeron evidencias fílmicas y de texto cuando Raniere fue detenido en Puerto Vallarta. Sobre esta secrecía, Emiliano Salinas le dijo a los medios en entrevista:

“No te centres sólo en la marca. De lo que estoy hablando es de cómo lo estructuraron. Las fraternidades son sociedades secretas. Eso no significa que estén haciendo algo mal y eso es algo que creo que es importante ver. Puedo mantener en secreto que te estoy haciendo una fiesta de cumpleaños. Eso no significa que esté haciendo algo mal. Por lo general, hay cosas que cuando las personas están haciendo algo malo, las mantienen en secreto. Estoy de acuerdo. Pero entonces no significa que todo lo que es secreto tenga algo malo”.

Al material de extorsión, los sectarios le llamaban “colateral”, como las víctimas de la guerra contra el crimen organizado del expresidente Calderón. Este “colateral” era la forma de coerción para mantenerlas cada vez más sujetas a las órdenes más intolerables, como “herrar” a otra mujer. El terror a la humillación pública, algo tan común para todos en las redes sociales y en los medios electrónicos, fue la principal herramienta con la que se coercionó a las esclavas que habían entrado, muy jóvenes, a quedarse atrapadas en los cursos de superación profesional y –¡válgame!– de “empoderamiento”. La actriz de Smallville, Allison Mack, entregó a Raniere “como colateral” una serie de cartas con “información devastadora” sobre su madre y padre; se declaraba culpable de abuso a sus sobrinos, y dejaba a nombre del líder su casa en Beverly Hills si alguna vez cortaba con la secta. Habían sido “educadas” en la creencia de Nexium de que nadie es una víctima, que todos somos responsables de lo que decidimos. Y si no, somos parásitos.

De acuerdo al manual que Nexium entregó para patentar sus cursos, los talleristas que pagaron mínimo 3 mil dólares por fin de semana, aprendieron lo siguiente: “La ética no es ser honesto, sino consistente”. Esta es una declaración que podrían firmar todos los que han defraudado a la economía, la política y la cultura durante los últimos 30 años. “Ser bueno es sobrevivir. Ser malo es destruirse”.

La primacía aprendida del autointerés hubiera desconcertado al mismo Thomas Hobbes, que la creía natural y perniciosa. “El éxito debe medirse en cómo tus habilidades son valuadas en el mercado. El plan del éxito que enseñamos es diseñar la forma de aumentar ese valor”. Eso es justo lo que aquella muchacha regiomontana de 17 años cambió por unas vacaciones en Suiza. “La Terapia de Exploración del Sentido es entender que tus creencias te hacen inflexible. Estas creencias constituyen desintegraciones que deben ser removidas para que no pierdas el tiempo luchando en nombre de ellas”. Como dirían los grouchianos neoliberales: “Estos son mis principios y, si no le gustan, tengo otros”.

Dentro de la secta, la jerarquía era visible por el color del cinturón, como en el karate: verde –Emiliano Salinas– o naranja con varias franjas –cuatro, según los testimonios sobre la hija de Alejandro Junco– y por las reverencias que los asistentes y esclavos les hacían en público. Pero, además de una secta sexual –sin duda, eso es lo que los medios han atacado con mayor fervor– es una en que la propia dignidad e integridad es ofrecida a cambio de la supuesta fórmula del éxito. Aquí todos, salvo Raniere, fueron, de una u otra manera, víctimas. Hace 2 mil 300 años, en la antigua Roma existió un tipo de contrato, el “nexum” que ofrecía a las hijas en garantía de los préstamos. Eran las “colaterales” de esa época. Constantino El Grande lo abolió por su carácter bárbaro y cruel.

Fuente: Proceso

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