Los narcotraficantes se han apoderado también de los certámenes de belleza, advierte un autor y periodista en un nuevo libro
Por Marco Antonio Martínez/ Sin Embargo
Hablar de Sinaloa es hablar de narcotráfico, para desgracia de sus habitantes. Pero no sólo eso: es también hablar de la belleza de las mujeres… y de los certámenes que le rinden culto. El escritor y periodista Arturo Santamaría Gómez aborda esto en el libro De carnaval, reinas y narco. El terrible poder de la belleza. El Carnaval de Mazatlán, donde se corona desde hace más de 115 años a bellezas sinaloenses, aún es visto como la puerta de entrada al estatus y reconocimiento social, un evento social en el que hasta la década de los setenta los narcotraficantes no incidían en su elección, situación que ha cambiado ya que en ese evento símbolo de Sinaloa, también han querido imponer su ley. “No, siempre sigue siendo aspiracional, aunque cada vez hay más la sospecha que ellos pueden decidir quién es, pero no tan sólo en el Carnaval, sino a nivel regional, en todo el estado, ya es un asunto tan generalizado. Los narcos saben que los reinados son símbolos tan importantes que quieren ser ellos a quienes les toque”, dice Santamaría. Recuerda que el primer narcotraficante que quiso imponer a una reina, una familiar suya, fue Manuel Salcido Uzeta, conocido como “El Cochiloco”, en la década de los setenta. Su intento se vio frustrado porque entonces los narcotraficantes apenas iban emergiendo a la vida pública, pero también porque otros personajes lo convencieron de no influir en tan importante certamen. Conforme los narcotraficantes se han apropiado de la vida política, económica y hasta cultural sinaloense, también se han acercado a los carnavales de belleza. Como los políticos, buscan a las reinas de bellezas porque estar acompañados de una belleza reconocida en una tierra donde las mujeres bellas abundan, les da estatus. “Con una mujer pero sobre todo cuando son reinas de las fiestas más relevantes que hay en el estado, finalmente coronan el sueño de ser los hombres más reconocidos, más poderosos, más influyentes, más satisfechos, eso es lo que han logrado ellos y no sólo los grandes capos, también los narcotraficantes locales que pueden ser poderosos en una ciudad, un pueblo o ejido, son los que mandan y siempre buscan una reina que reconocen a través de la belleza, la importancia que ellas tienen y además quieren combinar su poderío con el goce de la riqueza”. Santamaría recopila en su libro historias de las pioneras de los primeros certámenes de belleza en la entidad, y recuerda que la primera ganadora del Carnaval de Mazatlán fue una estadounidense, Wilfrida Farmer, hija del cónsul de Estados Unidos.Eran tiempos en que las mujeres que deseaban participar debían pedir permiso no sólo a sus familias, sino también a las autoridades católicas. Asimismo, expone que cuando el carnaval se consolidó y a lo largo de más de medio siglo, quienes se inscribían y lo ganaban pertenecían a las familias más adineradas o consideradas de élite en el estado. En paralelo a los tiempos que se vivían en la década de los sesenta del siglo pasado, Sinaloa no fue ajeno al espíritu de democratización que se vivía en el mundo y el certamen no fue la excepción. Mujeres de clase media comenzaron a destacar y a ganar el certamen cuando las reglas cambiaron y ganaba la candidata que reunía más corcholatas de Pepsi Cola y contaba con una mejor organización. Santamaría recupera la historia de que en 1990 uno de los integrantes de los hermanos Arellano Félix, Francisco (asesinado el año pasado), se robó a una reina de carnaval. También recuerda que en el 2010, a pesar de los rumores que podría haber una balacera en pleno desfile de carros alegóricos del carnaval, Astrid Macías, “La Reina Valiente” siguió ahí en su carro, al considerar que tenía una responsabilidad con los asistentes. Asimismo, comparte que el Carnaval ha tenido reinas en su mayoría de tez blanca, y sólo en 2007 una de ellas fue una mulata. A pesar de la irrupción del narco, dice que los sinaloenses no están dispuestos a renunciar a sus fiestas. Los narcos tampoco quieren hacerlo, agrega.
Carácter diferente
— ¿Qué buscó reflejar en el libro? — Observar las conductas de los sinaloenses con detenimiento, que refleja una personalidad diferente de otras del país y ver esta sicología social y las fiestas generalizadas, fuertemente arraigadas. Como va tomando diferentes facetas y cómo va siendo atraída por el crimen organizado. — ¿Cómo es la personalidad de las sinaloenses? — A lo mejor físicamente puede haber una belleza semejante en Sonora, en Nayarit o en Durango, pero el carácter sí se distingue, a veces es atrabancada, es directa, pero además en Sinaloa hay mucho más alegría y coquetería. Es una personalidad muy singular que ayuda a que allá exista un culto alrededor de la belleza. — ¿Dices que en los primeros 50 años las ganadoras del Carnaval y de los Juegos florales eran mujeres pertenecientes a las familias de la llamada alta sociedad? — Así es. Al principio la primera reina del carnaval no fue mexicana, fue Wilfrida Farmer, hija de un cónsul estadounidense, no sólo porque era de la élite sino porque las familias, padres y madres no dejaban que participaran en el Carnaval porque era en vía pública y debían estar en contacto con muchos hombres, al menos el primer año no se aceptó que las chicas porteñas se relacionaran con los hombres de manera abierta. Esto después se va superando, todavía a mediados del siglo 20 varias familias tuvieron que pedir permiso al obispo para que autorizaran que las hijas fueran reinas. Vemos un conservadurismo en las élites. Después el Carnaval se va abriendo conforme los cambios que se dan en el país y en 1960 se ve democratización de la elección de las reinas, la competencia era (de candidatas) quienes debían juntar más corcholatas de Pepsi Cola, lo que implicaba no tener necesariamente más dinero sino más organización y muchachas de clase media pudieron competir por el símbolo más importante de Mazatlán y del estado, que es ser reina del Carnaval y ser una reina de belleza, en la fiesta más reconocida del estado a lo largo de 115 años. — Incluye el testimonio de las hermanas Rosete quienes dicen que cuando participaron era un asunto muy tranquilo, todavía fue cierto hasta mediados de los setenta, cuando comenzó a involucrarse el narco de manera tímida cuando el famoso Cochiloco buscaba que una familiar suya fuera coronada. Aunque era muy violento lo convencen para no hacerlo. Eso habla de una época muy distinta. — Pero eso cambia y en los noventa ya vemos imposiciones de los narcos, bajan a una reina y suben a una familiar suya y empiezan a subir más, Francisco Arellano Félix se roba a una reina (Rocío del Carmen Lizárraga Lizárraga, reina del Carnaval en 1990 y quien terminó siendo esposa del fallecido narco) en los noventa y empezamos a ver esas relaciones de narcos. — El caso de la reina que fue bajada a la fuerza, ¿cómo fue? — Eso no lo conté en el libro, sucedió eso hace 16 años, 98 o 99, una chica ya había sido electa por un jurado pero llegó un convoy de ocho camionetas y la bajó, lo cuenta Felipe Cobián, reportero de Proceso.
Carnaval que democratiza
— Menciona que las Reinas son recordadas durante mucho tiempo, y no pierden su estatus, ¿a qué se refiere? — Es alto el estatus que tienen, las reinas eran inolvidables. — ¿Cómo se democratiza? — Durante aproximadamente 60 a 70 años eran de las élites, bastaba ser reina para ser recordada en los libros de historia. Los viejos decían ‘en el carnaval cuando fue reina Lucila Medrano, cuando fue Leticia Coppel’. En fin, mucha de la historia se recuerda a través del Carnaval o el año en que alguien fue reina. Las reinas marcan la historia de Mazatlán, que es vista a través de ellas y los carnavales. — ¿Le afecta la inseguridad al carnaval, a las mujeres? — No ha cambiado salvo en ciertas coyunturas como 2010 que fue un año muy violento y había temor, no ha cambiado mucho. Puedes venir los fines de semana a Mazatlán y ves una pareja de muchachas, o cinco o diez juntas paseando solas en la noche en el malecón a la una de la mañana cualquier fin de semana, en los restaurantes, las cafeterías. Es muy común, incluso se puede ver en ciudades más violentas, en las ciudades sinaloenses se ve mucho la independencia de sus mujeres, eso no ha cambiado mucho.
Narco y mujeres bellas
— ¿Cómo se da esta relación entre los narcotraficantes y las reinas de belleza, quién atrae a quién? — Conforme ha crecido el poder del narco se han ido apoderando de todas las esferas, de la política, la cultura, han patrocinado al deporte, las fiestas, graduaciones, compran o construyen escuelas, casi de manera natural se han ido apropiando de los principales símbolos que haya en la esfera pública y privada, el poder es tan grande que ya es reconocido ya por los investigadores más importantes. Estoy haciendo otra investigación y veo que el Cártel de Sinaloa ha penetrado 62 países. Esto habla del poder tan inmenso que va absorbiendo los símbolos culturales más relevantes que hay en la sociedad para llenarlos de más trofeos, de más símbolos, esto es lo que han hecho ellos. Con una mujer pero sobre todo cuando son reinas de las fiestas más relevantes que hay en el estado finalmente coronan el sueño de ser los hombres más reconocidos, más poderosos, más influyentes, más satisfechos, eso es lo que han logrado ellos y no sólo los grandes capos, también los narcotraficantes locales que pueden ser poderosos en una ciudad, un pueblo o ejido son los que mandan y siempre buscan una reina que reconocen a través de la belleza la importancia que ellas tienen además quieren combinar su poderío con el goce de la riqueza. — ¿Les da estatus? — Les da placer y estatus. No es algo exclusivo de los narcos, sino de todos los hombres de poder, quienes culminan su llegada a la cúspide con una mujer hermosa. — ¿Los políticos también buscan acercarse? — Jorge Zepeda escribe en su novela [Los corruptores] que los políticos más importantes del país se enamoraban de una belleza sinaloense, él esta consciente de eso, está identificado en su novela. — ¿Ellas han sufrido esta presión de ellos? — Algunas lo sufren, otras lo buscan, hay de todo: quiénes no lo desean y otras que lo buscan deliberadamente. — ¿Hay algunas involucradas con el tema como si fueran narcos? — Sí, aunque la mayoría de las reinas no lo han sido, hay mujeres que cada vez se involucran más, pueden ser incluso bellas pero no reinas. No hay casos de reinas. — ¿Habrá reinas casadas con narcos pero que no se dedican a eso? — Ha habido Señorita Jalisco, Chihuahua, que delinquieron. En Sinaloa no ha habido, salvo el caso de Laura Zúñiga (Nuestra Belleza Sinaloa 2008 y quien fue absuelta). Ella estuvo expuesta a una relación con un capo colombiano (Ángel Orlando García Urquiza). No ha habido hasta el momento ningún caso de una reina de belleza importante sinaloense señalada. — A veces se escucha que los carnavales gana quien tiene mejor patrocinio, ¿así es? — No en todos los casos, en varios momentos no. Incluso no las más agraciadas sino las de mayor elocuencia o agilidad mental o con más preparación ganan. Por ejemplo, Astrid Macías en 2007, ella lo narra que había chicas más bellas, pero ella tenía la personalidad más fuerte y ganó con preguntas que contestó. No sólo eso, lo demostró cuando hubo una estampida de gente que abandonaba el carnaval y ella se mantuvo hasta el final, fue la única persona que se mantuvo, eso demuestra una personalidad muy fuerte de ella, no tuvo miedo a pesar de que se hablaba que había ocurrido una balacera. — ¿A pesar de eso se sostuvo? — Se sostuvo porque dijo ‘soy la reina del carnaval y debo de sostenerme, soy la reina del pueblo, como que eso retrata muy bien lo profundo del evento. — ¿Tienen una responsabilidad ellas? — Así lo entendió ella, por eso digo que tiene una personalidad muy sólida. — ¿Ha cambiado mucho el Carnaval desde sus inicios? — Por ejemplo las mujeres jóvenes de las élites se han alejado muchos de los concursos, entonces son las mujeres de clase media, incluso de las populares las que participan en esto. Hay muchas muchachas de cualquier región, costa, sierra, de los valles.
Carnaval, símbolo para los sinaloenses
— ¿Menciona en el libro que los hombres sinaloenses son más abiertos que en otros estados o en todo caso no son más machos que en otros lados? — El machismo es menor, se ven muchachas que salen solas a la una de la mañana, los padres tienen más confianza en la ciudad y en ellas y en los hombres. Se ve igualmente que una muchacha salga muy sexi y el novio no se lo impide, no se escandaliza, no teme. En el terreno de las costumbres en las fiestas son más tolerantes. No me imagino esto en la ciudad de México o Puebla, uno puede ver en la iglesia a mujeres despampanantes y el sacerdote no les dice nada. — ¿Los certámenes de belleza, son un resumen de la relación con la belleza, el gusto de vestir bien? — El Carnaval de Mazatlán es el símbolo máximo por el goce de la belleza de la mujer, por ella misma de gozar la mirada masculina, el baile, la música. Esto lo resume plenamente el Carnaval pero no sólo en el puerto sino en el estado. — ¿Qué tanto ha modificado el narco los carnavales, los ha desprestigiado, o ser reina sigue siendo aspiracional? — No, siempre sigue siendo aspiracional, aunque cada vez hay más la sospecha que ellos pueden decidir quién es, pero no tan sólo el carnaval, sino a nivel regional, en todo el estado, ya es un asunto tan generalizado. Los narcos saben que los reinados son símbolos tan importantes que quieren ser ellos a quienes les toque. — ¿Esto pone en riesgo la fiesta para todos? — Fíjate que no, tiene tanto arraigo, tanta aceptación y son fiestas esperadas con tanta expectación que no lo pone en riesgo. Si se llegara a saber que ellos las eligen siempre, la fiesta seguiría. — ¿A pesar de eso la fiesta seguiría? — Por supuesto. — ¿Le hace daño el narco? — En cuanto a que fuera desprestigiar la fiesta, eso no lo ha logrado, sí demuestra su poder creciente. Tienen más poder, pero que llegue a desaparecer las fiestas, no. Ellos están interesados, como mucha gente. — ¿En los carnavales se respira peligro? — Bueno, eso sucedió en el 2010, no porque se amenazara al carnaval sino porque había un enfrentamiento muy fuerte entre los Hermanos Beltrán Leyva y los Zetas por un lado, y el Cártel de Sinaloa por el otro. Ellos nunca dijeron ‘vamos a boicotearlo’ y no lo hacen porque les gusta mucho. Pero el enfrentamiento sucedió.
Fuente: Sin Embargo