Ha pasado un cuarto de siglo. Nadie visita al hombre de 47 años originario de Zamora, Michoacán.
Recluido en el penal federal de mediana seguridad de Huimanguillo, Tabasco, Mario Aburto Martínez, asesino confeso del candidato presidencial Luis Dolado Colosio Murrieta, recibe apoyo espiritual.
De acuerdo con información que consta en el expediente 718 del Cefereso número 6, el asesino solitario
de Lomas Taurinas no tiene registro de visitas, pero sí hace llamadas telefónicas. El interno –obsesivo, con rasgos de frustración, narcisista, apático en ocasiones y con tendencia a ser el líder– tiene una cirugía pendiente de hernia discal, diagnosticada en 2016, pero no es urgente.
No se conoce el número preciso de libros que ha consultado, una de las principales distracciones de Aburto junto con el club de ajedrez. Hasta el año 2000, antes de cada partida se apoyaba en los textos especializados en el tema.
Su plan de actividades dentro de prisión también consta de taller de inglés y pintura al óleo; cine recreativo y programas de activación física y de intervención de crisis, así como asistencia sicológica.
Todos los análisis, técnicas y periciales aplicadas que constan en el informe de la Subprocuraduría Especial para el Caso Colosio confirman que quien estuvo en la subdelegación de la PGR en Tijuana luego de disparar a Colosio en 1994, en el penal de Almoloya de Juárez (El Altiplano) y ahora en Huimanguillo, es Mario Aburto.
El color y ubicación de sus 23 manchas o lunares en la cara, su complexión mediana, rostro redondo, cabello castaño oscuro, todo coincide con los rasgos de Aburto Martínez.
Temor al ridículo
A los 14 años, cuando cursaba la secundaria, era coqueto con las mujeres, les chiflaba. Doce años después (1997), ya en el penal de Almoloya, Mario desarrolló su habilidad para dibujar, pero según su profesor, prefería la técnica a lápiz y que nadie lo viera trabajar.
Era detallista en lo que creaba, pero hacerlo frente a los demás le causaba temor a equivocarse y quedar en ridículo ante los internos. No utilizaba el color negro porque se sentía deprimido; el rojo le transmitía agresión y el amarillo le causaba mareo y un efecto de choque sicológico. También le gustaba la guitarra, y en 1998 comenzó a tocar corridos. Su profesor dijo que en ocasiones se muestra apático y quiere ser líder.
Los seis elementos de custodia en ese entonces coincidieron en que es callado, reservado, frío, hermético y que no entabla plática con ellos.
También tenía sus lapsos de rebeldía. El 23 de enero de ese año fue amonestado por negarse a laborar; en junio fue segregado por 15 días tras oponerse a ser atendido por el sicólogo. En agosto estuvo cinco días en el área de tratamientos especiales por indisciplina.
Fue sentenciado a 45 años de prisión por homicidio calificado con premeditación, alevosía y ventaja y portación de arma de fuego sin licencia. Aburto cumplirá su condena en marzo de 2039; sin embargo, podría pedir su libertad anticipada en 2021 al cumplir las tres quintas partes de la sentencia.
Ha pasado un cuarto de siglo del primer interrogatorio en la subdelegación de la Procuraduría General de la República en Tijuana: Asumo las consecuencias, no me interesa decir nada. Sólo quería herir al candidato para que la prensa me filmara (…) Por eso reitero que no tenía ninguna intención de hacerle daño al candidato, grave no, sólo herirlo, pero cuando alcé el arma, alguna persona me aventó o me movió
, cuando Aburto cambió la historia del México actual.
Fuente: La Jornada