Por Gustavo Esteva
Llegó desde Yakarta un aire fresco que los medios olvidaron y apenas percibimos.
La frustrante reunión del G-8 concentró los reflectores de estos días, aunque sus magros resultados obligaron a los medios a ocupar espacios con noticias como la intensa disputa entre Barack Obama y Vladimir Putin… por el uso privado del gimnasio del hotel en que se hospedaban (que ganó Obama). Nada relevante surgió de ahí. Tampoco se produjo nada importante en la reunión previa sobre nutrición.
En Yakarta, mientras, tuvo lugar del 9 al 13 de junio la sexta conferencia internacional de Vía Campesina, que celebró sus 20 años de lucha. Se trata de la organización campesina más grande de la historia. Es el movimiento social de mayor tamaño del mundo actual. Estuvieron ahí representantes de 183 organizaciones de 88 países. Lo que acordaron tendrá repercusiones inmediatas, de enorme relevancia. Pero su conferencia pasó de noche para los medios. No existió.
El hecho corresponde en parte al prejuicio contra los campesinos: no deberían existir; su desaparición ha sido reiteradamente anunciada por la izquierda y la derecha, como resultado inevitable de la modernización. Pero ahí están. Y son más que nunca.
El prejuicio atribuye también a la agricultura industrial y a los monsantos del planeta la producción actual de alimentos. Pero la agricultura campesina, el pastoralismo y la pesca artesanal siguen siendo la principal fuente de alimentos en el mundo. Según algunos especialistas, generan hasta 70 por ciento de lo que hoy comemos.
El Llamamiento de Yakarta que se publicó el 13 de junio merece consideración detenida. (Llamamiento de Yakarta ). Empieza con un llamado urgente “a tejer hilo a hilo la unidad a nivel global entre organizaciones del campo y la ciudad para participar activa, propositiva y decididamente en la construcción de una nueva sociedad, basada en la soberanía alimentaria, la justicia y la igualdad…
Hoy más que nunca otro mundo es urgente y necesario. La destrucción de nuestro mundo a través de la sobrexplotación y desposesión de los pueblos y la apropiación de los bienes naturales están produciendo la actual crisis climática y profundas desigualdades que amenazan a la humanidad en su conjunto y a la vida misma. La Vía Campesina dice un rotundo NO a esta destrucción impulsada por las corporaciones”.
El llamamiento recuerda que Vía Campesina articuló su visión radical de la soberanía alimentaria en Tlaxcala, en 1996, cuando estableció que campesinas y campesinos tendrían un papel central en los procesos de resistencia a la agenda de comercio neoliberal y en la construcción de alternativas.
Vía Campesina reconoció la gravedad de la crisis sistémica actual, la mayor de la historia, una crisis que está llevando al colapso en muchas partes del mundo. Ante ella, la organización reitera su rechazo al capitalismo, cuyo agresivo flujo financiero y especulativo genera acaparamiento de tierras, expulsión de campesinas y campesinos de su tierra, y la destrucción de pueblos, comunidades, culturas y ecosistemas, creando migraciones y desempleo masivos.
Vía Campesina nació con un sello antirracista y antipatriarcal que en esta conferencia se profundizó: acordó instalar por primera vez su secretaría general en un país africano (Zimbabue), bajo el liderazgo de Elizabeth Mpofu, campesina de toda la vida, que tomó posesión de su cargo en una emotiva ceremonia (ver Silvia Ribeiro, La Jornada, 15/6/13).
La fuerza del Llamamiento de Yakarta, comprometido con la acción inmediata y autónoma, contrasta con la debilidad del Manifiesto Campesino a la Nación que el 19 de junio presentaron el Congreso Agrario Permanente y el Frente Amplio Campesino.
En él denuncian la política que ha desmantelado el campo, causando la ruina de millones de productores rurales y la profunda erosión del tejido social de comunidades y ejidos. Un tímido ¡Ya basta! y una alusión marginal a que otro campo es posible conducen a un modesto catálogo de peticiones a las autoridades y a una débil demanda al gobierno de la República y a los integrantes del Pacto por México para construir un proyecto nacional que ofrezca mejor cabida a millones de campesinas y campesinos.
No dicen una palabra de la campaña contra el hambre de la actual administración, que esas mismas organizaciones consideraron amenazante patraña burocrática. Nada dicen de lo que harán por sí mismas, con autonomía, en la lucha por la soberanía alimentaria. Cuelgan su esperanza de una respuesta de las autoridades, que en el mejor de los casos será tan débil e insuficiente como el manifiesto.
A pesar de los velos tendidos por los medios y de las confusiones sembradas por quienes pretenden aún representar a campesinas y campesinos, la fuerza del aire fresco de Yakarta se hará sentir en todas partes, incluso entre nosotros.
Fuente: La Jornada