El ex guerrillero Arturo Gallegos Nájera, fundador de las Fuerzas Armadas Revolucionarias (FAR), y colaborador del extinto dirigente del Partido de los Pobres (PDLP), Lucio Cabañas Barrientos, falleció el domingo pasado de Covid-19.
Así fue dado a conocer por el coordinador del Colectivo Contra la Tortura y la Impunidad (CCTI), Raymundo Díaz Taboada, quien dijo a La Jornada que se pudo comunicar con familiares de Gallegos Nájera, y con Nicomedes Fuentes, miembro de la Comisión de la Verdad, que le confirmaron que murió en el Hospital Vicente Guerrero del IMSS, en Acapulco.
Uno de los libros que publicó fue “La Guerrilla en Guerrero”, en el que plasmó su experiencia en la lucha armada de los años 70.
Gallegos Nájera fue un sobreviviente de las torturas del general ya fallecido, Mario Arturo Acosta Chaparro, en la base aérea de Pie de la Cuesta, ubicada en el puerto de Acapulc, según dijo Díaz Taboada.
Gallegos Nájera colaboró y simpatizó con Lucio Cabañas. Posteriormente debido a problemas internos en la dirigencia del PDLP, entre Lucio Cabañas, y Carmelo Cortés Castro, se le expulsó, y de ahí formó las Fuerzas Armadas Revolucionarias (FAR). Fue en este periodo, cuando Petronilo Castro, suegro de Gallegos Nájera, lo contactó con Carmelo Cortés Castro, líder de las FAR.
Debido a su participación en la guerrilla Petronilo Castro, fue detenido y desaparecido en 1972, en Acapulco, por el comandante de la policía judicial, Wilfrido Castro Contreras; también desaparecieron a su hija, Guadalupe Castro Molina.
Para 1975, también desaparecieron a Eleazar Castro Molina, y Fabiola Castro Molina, hijos de don Petronilo, y hasta la fecha continúan desaparecidos. Y en 1977, también fue desaparecido su yerno Daniel Martínez García.
En septiembre de 1974, Gallegos Nájera, fue detenido, permaneciendo en prisión casi nueve años. Al salir se integró como trabajador de la Universidad Autónoma de Guerrero, en donde fue dirigente del Sindicato de Trabajadores Técnicos, Administrativos y de Intendencia al Servicio de la UAG (STTAISUAG).
Fuente: La Jornada
