Por Raymundo Riva Palacio
El partido que más ganó en la elección de este domingo fue Morena. Acribilló al PRD, la placenta del movimiento que encabezó Andrés Manuel López Obrador, y se convirtió en la cuarta fuerza política del país. La etapa patrimonialista de Izquierda Democrática Nacional, la corriente denominada Los Chuchos, que durante cuatro presidencias consecutivas se repartió entre sus integrantes recursos y posiciones, llegó a su fin. La diáspora de la izquierda lastimó al PRD de manera significativa, y sirvió de cimiento para la consolidación formal de la izquierda social y radical, que representa Morena.
López Obrador consiguió con su cascada de spots personalizados en él, que el elector lo identificara con Morena. Su primer objetivo, de mantener el registro con el 3% del voto nacional, quedó ampliamente rebasado al alcanzar cuando menos el 8.52% del electorado nacional. La fortaleza de López Obrador y Morena se concentró en la zona metropolitana de la ciudad de México, en donde está casi el 20% del voto del país, y salió de entre las tinieblas de un voto oculto que en la víspera no habían registrado las encuestas de salida, que vieron cómo se derrumbaban sus estimaciones, literalmente, de la noche a la mañana.
La derrota del PRD introduce variables de pesadilla para el gobierno del Distrito Federal, para la gobernabilidad en el Congreso durante el segundo trienio del presidente Enrique Peña Nieto y, en el horizonte que todos ven, las elecciones presidenciales en 2018. Morena tendrá más de 30 diputados federales, seis veces más de los que necesitó López Obrador para hacerle la vida imposible al ex presidente Felipe Calderón. Con esa bancada, la dinámica de la izquierda social con la izquierda parlamentaria no necesitará de intermediarios. López Obrador dirigirá, desde el exterior de San Lázaro, la oposición beligerante.
Pero la victoria de Morena y López Obrador en la zona metropolitana de la ciudad de México, es mucho más amplia de lo que se aprecia y convierte a Los Chuchos, aliados incondicionales del presidente Peña Nieto durante las negociaciones para las reformas económicas, en piezas inservibles para el gobierno federal. Están desacreditados y con una fuerza menguante. El 10.76% de peso político nacional que mostraban este lunes –a finales de la semana se tendrá con certeza el porcentaje con el que quedan en definitiva–, es casi tres puntos menos que el mínimo histórico del partido. Nunca antes un presidente del PRD había entregado tan deplorables cuentas como las que da hoy Carlos Navarrete, que dejaron en riesgo el bastión político del partido.
La ciudad de México dejó de ser patrimonio del PRD, como lo había sido desde 1997. Morena le arrebató cinco de las 14 delegaciones que tenía en su poder, está disputando tres más, y abrió el boquete para que el PRI mantuviera Cuajimalpa y recuperara Milpa Alta. Con el PAN en Benito Juárez, podrá tener un máximo de seis delegaciones. Los resultados en ellas se desdoblarán en la Asamblea Legislativa, donde el PRD perderá el control en la segunda parte del sexenio de Miguel Ángel Mancera, cuando el jefe de gobierno necesitaba una legislatura que le ayudara a terminar bien su mandato y construir su candidatura presidencial.
Las noticias se vuelven peores para Mancera en la medida en que avanza el cómputo. Mancera delegó la responsabilidad de la operación política a su secretario general de Gobierno, Héctor Serrano, que presumía que tenía todo controlado y arrasaría el PRD. Los actos de intimidación que realizó contra los candidatos de Morena no tuvieron éxito y tendrán consecuencias. Serrano tendrá que comerse sus declaraciones y Mancera asumir el golpe de la carta blanca que le entregó. López Obrador tiene a Mancera en la mira. No olvidará que Serrano mandó espiar a Ricardo Monreal y descargó una campaña de descalificaciones en las redes sociales para desbarrancarlo en la Cuauhtémoc. El agravio es casi personal.
Serrano fracasó y hundió con él a Mancera, quien se quedará sin músculo político y con la necesidad urgente de encontrar nuevos aliados. Los Chuchos quedaron mutilados. La victoria de Silvano Aureoles en Michoacán no pueden tomarla como propia. Aureoles no es miembro de Los Chuchos, sino de la corriente Foro Nuevo Sol, que encabeza la ex gobernadora de Zacatecas, Amalia García. Al romper con ellos Movimiento Ciudadano, también les hizo un hoyo profundo. Por ejemplo en Guerrero, donde el candidato Luis Walton consiguió casi 87 mil votos, que hubieran sido suficientes para que la candidata perredista, Beatriz Mójica, derrotara al priista Héctor Astudillo.
La izquierda gobiernista que representaban Los Chuchos fue repudiada por un electorado que premió la consistencia de López Obrador y su campaña sin esquizofrenias. Su discurso simple, directo y de pocas ideas-fuerza, penetró de una manera que no esperaba ni él mismo. Cuando forzó a Monreal a jugar en la Cuauhtémoc, su viejo estratega pensaba que sería el fin de su carrera política, pero no podía decirle que no a López Obrador, quien le dijo que lo necesitaba para mantener el registro. Al arrancar la campaña se dieron cuenta que la realidad que vivían era diferente. Monreal ya no sólo buscaría puntos porcentuales, sino la delegación.
Hoy, Morena ya tiene su dupla para 2018, para la Presidencia y la jefatura de Gobierno. Tendrá recursos, poder e influencia para construir la nueva izquierda. Morena, que nadie lo dude, llegó para quedarse.
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Fuente: El Financiero