Por José Gil Olmos
El próximo sábado 27 de junio se cumple un año de que José Manuel Mireles Valverde fue detenido cuando intentaba reanimar el movimiento de las autodefensas armadas de Michoacán, que en la región de tierra caliente fue domesticado e infiltrado por grupos del crimen organizado y que hoy nuevamente están retomando el poder.
Precisamente el día que viajaba al puerto de Lázaro Cárdenas para organizar a quienes en la costa michoacana están hartos del sojuzgamiento de los grupos criminales asociados con las autoridades fue sorprendido por la policía estatal, quien le puso droga y armas en la camioneta donde viajaba para luego mandarlo a una prisión ubicada a miles de kilómetros de Michoacán, al penal de Hermosillo, Sonora, como una forma de castigo a su rebeldía.
Mireles se había convertido en la figura central del movimiento de autodefensas armadas que nació el 24 de febrero del 2013 en los pueblos calentenos de Tepalcatepec y La Ruana. De todos los que encabezaron esta expresión de hartazgo social ante la inseguridad y el empoderamiento del crimen organizado, era el único que manejaba un discurso político y tenía metas muy claras de acabar con las redes políticas que hay entre narcotraficantes y políticos.
Día antes de su absurda detención, Mireles había propuesto la formación del Frente Nacional de Autodefensas y para entonces ya tenía una invitación de una decena de estados donde estaban interesados de formar grupos ciudadanos armados capaces de hacer frente a los criminales, ante la incompetencia e ineptitud de los gobiernos y autoridades policiacas de cumplir con uno de sus mandatos fundamentales.
Este llamado social fue tomado como una voz de alerta por el gobierno de Enrique Peña Nieto quien quizá vio el inicio de un movimiento de insurgencia social a nivel nacional, capaz no solo de hacer frente al crimen organizado, sino de acabar con los lazos que tiene con personajes importantes de la política y el mercado financiero.
Mireles se convirtió en un estorbo para establecer los pactos subrepticios del comisionado Alfredo Castillo con personajes del crimen organizado de Michoacán que ya se habían puesto al frente de los autodefensas, desplazando al jefe nato de este movimiento que se había convertido en un ejemplo a seguir en todo el país.
El doctor de Tepalcatepec fue el único que rechazó integrarse a la Fuerza Rural, una invención del gobierno para domesticar a las autodefensas. Mireles se negó a entregar las armas aduciendo que si lo hacia lo iban a matar los criminales y narcotraficantes que se habían apoderado de las autodefensas en tierra caliente.
De todos los que fundaron este movimiento, fue el único que se dirigió a Enrique Peña Nieto para decirle que se necesitaba limpiar las cañerías de la política anegada de corrupción, impunidad y negocios ilegales.
Hoy Mireles sigue en la cárcel en malas condiciones de salud por la diabetes y lesiones en la columna que hacen más difícil su permanencia en el penal de alta seguridad de Hermosillo, Sonora. Su familia asegura que ninguno de los delitos por los que permanece en la cárcel como son posesión de armas de uso exclusivo del Ejército y de drogas, se sostiene y que estaría en condiciones legales para su liberación.
Esperaban que después de las elecciones del pasado 7 de junio, Mireles podría salir pues ya no implicaba un peligro para el gobierno o los partidos políticos contendientes. Pero esto no ha sido así y no sólo permanece injustamente detrás de las rejas sino que se agrava su salud y su vida podía estar en riesgo.
Y mientras el líder de las autodefensas permanece privado de su libertad convirtiéndose en un preso político, en Tierra Caliente los grupos del crimen organizado se reagrupan y retoman el poder con la complacencia del gobierno federal que muestra una vez más su incapacidad para someter a los miembros del crimen organizado y sus socios que están en el gobierno y en los partidos políticos.
Fuente: Proceso