Desafiando al gobierno de Sebastián Piñera, que intentó durante toda la semana imponer temores anticipando actos de violencia y presumiendo acerca de los 40 mil carabineros listos para reprimirlos, decenas de miles de habitantes de Santiago se tomaron el domingo la Plaza Dignidad y extensos alrededores de la misma, conmemorando el año transcurrido desde el estallido social del 18 de octubre de 2019 y demostrando que sigue tan prendido como entonces. La escena se replicaba en barrios periféricos de la capital y en otras ciudades de Chile.
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Hacia el final de la jornada hubo actos de violencia en torno a Plaza Dignidad, que empañaron la manifestación pacífica y alegre que comenzó hacia el mediodía y que se prolongó hasta el fin de la tarde. Una parroquia declarada edificio patrimonial fue quemada, decenas de barricadas fueron encendidas en el centro de la ciudad, barristas de los clubes de fútbol Colo Colo y Universidad de Chile se enfrentaron cuchillo en mano y al menos una comisaría de Carabineros, en la comuna de Puente Alto (al sur de Santiago), fue atacada con bombas incendiarias.
Llamó la atención de la prensa, y fue destacado en emisoras de radio y televisión, que pese a los reiterados anuncios de planificaciones previas y vigilancias aéreas mediante helicópteros y drones, finalmente los carabineros brillaron por su ausencia, incluso cuando estallaron saqueos e incendios.
En el centro de la Plaza Dignidad —que en realidad se llama Plaza Baquedano en homenaje a un conservador general en cuyo expediente destaca haber dirigido las tropas que en 1869 ocuparon las tierras del Pueblo Mapuche, campaña en la que se cometieron cruentas matanzas— se alza una estatua cuya “posesión” se ha convertido en símbolo de la disputa: hace tres días fue pintada de rojo como “acción de arte” homenajeando a las miles de las víctimas de la represión desatada tras las protestas. Tanta fue la afrenta (el ejército emitió una declaración pública repudiándola) que la madrugada del domingo, empleados del gobierno la colorearan de blanco. Pero a mediodía de ayer, los manifestantes la habían “reconquistado” y repintado de rojo e instalando a sus pies un cartel con una imagen de Piñera con las manos ensangrentadas y la leyenda “nunca olvidaremos lo que le hiciste a Chile”.
Nuevamente el centro de Santiago fue una expresión multicultural y multicolor de diversidades: la bandera del pueblo Mapuche, las de la diversidad sexual y las de los movimientos de pobladores y de decenas de cabildos y asambleas territoriales de los barrios populares, flameaban por doquier. Las únicas que no estaban como testimonio patético del rechazo que provocan, eran las de los partidos políticos, castigados por la consigna “el pueblo unido avanza sin partidos”.
“Fue una conmemoración masiva a pesar de la pandemia y de los llamados de la élite política y sanitaria para evitar aglomeraciones. Se podría decir, incluso, que la masividad de la manifestación fue precisamente a contrapelo de los llamados de la autoridad. Más allá de volumen de personas, lo relevante es que el 18 de octubre quedó en la memoria colectiva del país. Desgraciadamente, todo terminó con hechos de violencia de alta intensidad, pero también es justo reconocer que durante nueve horas estas manifestaciones fueron pacíficas”, dijo el analista Mauricio Morales, de la Universidad de Talca.
Morales comentó que tenía la impresión de que “la mayoría entiende que la expresión definitiva por un cambio de modelo en Chile, pasa por ir a votar el 25 de octubre”, en alusión al plebiscito constitucional del próximo domingo.
Fuente: La Jornada