La elección para presidente de la Cámara de Representantes de Estados Unidos el próximo viernes no se centrará tanto en Mike Johnson como en Donald Trump.
La desesperada batalla de Johnson por mantener su posición sigue siendo un factor decisivo antes de un día crucial para los republicanos.
Pero los riesgos que enfrenta el presidente electo son mayores: ninguno tanto como el deseo de comenzar rápidamente un segundo mandato presidencial y prometer cambios radicales. Si Trump no logra convencer a Johnson de cruzar la línea de meta, sembrará nuevas dudas sobre su capacidad para liderar efectivamente el trío de poder del Partido Republicano en la Cámara de Representantes, el Senado y la Casa Blanca.
El 119º Congreso representa, por tanto, el primer día de la nueva era Trump en Washington, ya que el republicano aspira a lograr resultados tangibles en cuanto ponga un pie en la Oficina Oval el 20 de enero.
Los nuevos líderes del país están planeando amplias reformas migratorias y profundos recortes de impuestos, utilizando maniobras sofisticadas para superar los obstáculos que enfrentan los demócratas del Senado.
Estas actividades requerirán unidad y habilidad política que los republicanos de la Cámara de Representantes no caracterizan.
Pero antes de que puedan hacer algo, los republicanos de la Cámara de Representantes deben elegir un presidente, una tarea repetitiva y extremadamente peligrosa para Johnson debido a su pequeña mayoría, lo que significa que sólo puede perder un voto en su partido en conflicto si todos los legisladores están presentes.
Los republicanos de Luisiana se inclinan por la idea de que el Partido Republicano puede estar a punto de perder una oportunidad de oro.
“Honestamente creo (…) que podemos convertirnos en el Congreso más cohesivo de la era moderna, porque creo que el presidente Trump será el presidente más cohesivo”, dijo el jueves en Fox Business.
“Tenemos que arreglarlo todo y hay que empezar desde el primer día, así que no tenemos tiempo que perder”, añadió.