Michael Moore y el engaño de las energías “limpias”

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En Masacre en Columbine el documentalista evidenció la violencia en que se funda el sistema estadunidense, y ahora, como productor, muestra el no menos inquietante trabajo de Jeff Gibbs El planeta de los humanos, donde se desmitifican como solución ambiental “100% limpias” las energías eólicas y solares, detrás de las cuales se esconden negocios multimillonarios.

Idelizadas como suerte de panacea para salvar el planeta del cambio climático y de las toneladas de emisiones contaminantes derivadas del petróleo, las energías eólicas y solares no son “100% limpias” –como vienen ostentando sus apologéticos promotores ambientalistas, aliados ahora a los intereses de ciertos políticos, bancos y empresas capitalistas “verdes” en Estados Unidos.

https://vimeo.com/423114384

De hecho, tanto las turbinas de viento como los páneles solares y autos eléctricos no pueden prescindir para su funcionamiento y acopio de las energías fósiles, como carbón, gas natural, diésel o petróleo, ni de minerales como el cuarzo. Se abusa de materiales orgánicos de origen animal o vegetal (la biomasa energética, que proviene de grasas de cocodrilos o estiércol de elefantes, por ejemplo; llegando además a quemarse cualquier cantidad de árboles que incluyen forestas en la Amazonia brasileña, desolando territorios indígenas). La meta de construir rápido y mantener con materiales tóxicos nuevas fábricas, publicitadas como de energía “alternativa”, contamina igual o peor que la tecnología usual e hincha las arcas de los señores del capital.

Este panorama desmitificador lo plantea, cual callejón sin salida, el polémico documental El planeta de los humanos (Planet of Humans) subido gratuitamente en exclusividad vía YouTube, justo en la conmemoración del medio siglo del Día Mundial de la Tierra, el pasado jueves 22 de abril, por el productor ejecutivo del filme Michael Moore (Flint, Michigan, 1954) y su paisano Jeff Gibbs, escritor, narrador y director de la cinta, quien explica:

“Colocar a los capitalistas y su ambición por ganancias monetarias en nuestros planes de ‘salvar el planeta’ ha sido un error… Si la minería, las fundiciones, la manufactura, el desmantelamiento de montañas, desbrozar los bosques, cavar pozos, contaminar el aire, envenenar el agua, explotar a la gente y la quema de gases fósiles son necesarios para traernos energía ‘verde’, estamos hablando de asuntos graves… Al pasarnos de lo ecológico al ambientalismo, nos hemos obsesionado más en cómo las cosas impactarán a los humanos y no tanto cómo afectarán a la Madre Tierra.”

Gibbs nos lleva de la mano a descubrir los entretelones de esta obsesión que conjuga sustentabilidad y dólares, con el académico Ozzie Zehner, autor en 2012 de Green Illusions: The Dirty Secrets of Clean Energy and the Future of Environmentalism (“Ilusiones verdes: Los sucios secretos de la energía limpia y el futuro del ambientalismo”) para reconsiderar dichos métodos.

“Casi toda mi vida he oído que la caída de nuestro planeta viviente iba a ocurrir ‘algún día’, pero mi trabajo periodístico me reveló que ya estamos demasiado cerca del precipicio. Las abejitas y los árboles han muerto, los cantos de las aves desaparecen, nos vienen azotando súper tormentas, y especies invasoras han ido tomando el mando… Además de la amenaza por el cambio climático, estamos desbocados, extralimitándonos de muchas maneras a la vez. Nos hallamos ante un problema muy serio”, expresa desolado Gibbs.

Y así comienza la cinta, preguntando cuánto tiempo más piensan los estadunidenses que durará la raza humana. Aparece una película educativa semi-animada por Frank Capra, La diosa desencadenada, donde con inocencia ya se hablaba desde 1958 de que el calentamiento global derretiría el Ártico, inundando el Golfo de México y el río Mississippi, de Veracruz a Florida.

En un mes, el video de Moore, Gibbs y Zehner fue visitado por alrededor de 8.5 millones de personas. Varios lo tacharon de “peligroso” y “manipulador”, hasta que YouTube decidió borrarlo de su canal oficial el martes 26 de mayo, cuando el fotógrafo inglés Toby Smith se quejó del contexto en que fueron insertadas unas imágenes suyas. Moore lo trasladó entonces a Vimeo, donde puede verse gratis (https://vimeo.com/423114384).

Pese a las acres descalificaciones, buena parte de los comentarios por red apoyaron la certeza de las investigaciones del documental, que dura una hora 40 minutos. Los “malos” de la película son acusados (baste con mencionar a Exxon Mobil, General Motors, Tesla, Apple, Toyota y Coca-Cola; los políticos “verdes” Al Gore y Robert F. Kennedy, o los billonarios Michael Bloomberg y Richard Branson; hasta un respetado líder ambientalista como el californiano Bill McKibben, creador del movimiento sustentable 350.org, cayó en contradicciones al buscar esclarecer temas como la biomasa).

Asimismo, las gráficas del crecimiento desmesurado de la población mundial sirven para explicar la debacle actual en El planeta de los humanos. Más las inquietantes reflexiones y aportes de expertos ecólogos, como Richard Heinberg y Richard York, la defensora de la naturaleza hindú Vandana Siva…

Imagen del documental El planeta de los humanos. Foto: Especial

Humanidad pigmea

Moore, premio Óscar en 2002 por Bowling for Columbine (“Masacre en Columbine”) y Palma de Oro en Cannes 2004 por Farenheit 9/11 (en torno a la familia Bush), reaccionó en https://planetofthehumans.com, así:

“Este acoso para quitar nuestro filme y evitar que la gente lo vea es un flagrante acto de censura… una aplicación errónea de la ley de derechos de autor para acallar una cinta que ha abierto un diálogo importante acerca de cómo una parte del movimiento ambientalista se ha metido bajo las sábanas junto a los de Wall Street y con los denominados ‘capitalistas verdes’.”

Curiosamente, el presidente López Obrador se “adelantó” una semana a las conclusiones de Moore, Gibbs y Zehner, pero en México, publicando el sábado 28 de marzo un video de casi seis minutos en YouTube, grabado in situ: “Mensaje desde La Rumorosa en Tecate, Baja California”. Ahí, AMLO mostró la cordillera contaminada visualmente por “molinos de viento”, arengando: “Cada vez que paso grabo algo, porque esta es una de las zonas más bellas de México” (https://youtu.be/FbsFkz-gyQU).

También dijo: “Aquí se expresa la falta de sensibilidad de los gobernantes. Autorizaron estos ventiladores para producir energía eólica. Miren cómo afecta al paisaje, la imagen natural. ¿Cómo se atrevieron a dar permiso para instalar estos ventiladores, pueden decir que generan energía eléctrica? Muy poco, la verdad. Además, son negocios privados porque se tiene que subsidiar a estas empresas. Son de las transas que hacían en el período neoliberal…

“Nunca más permisos para afectar el medio ambiente, para la contaminación visual. Hay que respetar la naturaleza; y además esto es patrimonio de la humanidad.”

Así, el 29 de abril se dio a conocer un acuerdo oficial para frenar de forma indefinida las pruebas preoperativas “de las centrales eólicas y fotovoltáicas en proceso de operación” (Proceso 2272).

Como demuestra la producción de Moore, aparte de poseer un periodo de vida que declina veloz luego de 10 años y ser construidas con material fósil, conglomerados de cemento, plásticos reforzados y aleaciones metálicas, las pululantes granjas solares y eólicas de su país resultan altamente costosas; proporcionan escasa energía a muy pocos hogares, misma energía que sólo se capta de día (si no hay nubes) o si el viento sopla. La intermitencia es un punto que no ha podido resolverse. Acumular reservas verdes es difícil, caro su traslado, en fin.

Gibbs narra cómo desde niño, en su natal Michigan, abrazaba los árboles. Escribió artículos para Mother Earth News y viajó por toda la Unión Americana cubriendo protestas por la destrucción de montañas para extraer carbón. Asistió al Primer Festival de Solar de Green Mountain, en Vermont, y mientras bailaba, divertido, empezó a lloviznar. Los páneles solares habían cesado de captar energía, activándose las baterías de electricidad convencional que todos usamos; sólo Gibbs cayó en la cuenta y su escepticismo comenzó.

Cuando Barack Obama llegó al poder, ofreció 100 billones de dólares para energía verde, nombrando en la Casa Blanca de consejero especial en Calidad Medioambiental a Van Jones. Los conservacionistas se ilusionaron y a la cruzada “verde” se agregó el exvicepresidente Al Gore, Premio Nobel de la Paz 2007, filántropo protagonista en 2006 de Una verdad incómoda (documental con dos estatuas Oscar en torno a su campaña electoral, centrada en los males del calentamiento global). La prensa descubriría pronto que Gore poseía una mansión en Nashville, consumiendo menos de 10 % de energía “limpia”, y en un mes más que la de cualquier hogar común en todo un año.

A la semana de la première de El planeta de los humanos en julio de 2019, durante el Traverse City Film Festival (TCFF) de Michigan, el citado autor de The End of Nature (“El fin de la naturaleza”, 1989), Bill McKibben, del 350.org, debió retractarse y reconocer que sus opiniones sobre la biomasa estaban equivocadas. Por contraste, Al Gore abrió un fondo “sustentable” conjunto de 1 billón de dólares… en las Islas Caimán. Concluye Jeff Gibbs:

“Si pensamos que el colapso de las poblaciones de aves, insectos, mamíferos, reptiles, peces, anfibios y plantas no van a pasarnos la factura como seres humanos, hemos caído en una triste equivocación.”

Reportaje publicado el 31 de mayo en la edición 2274 de la revista Proceso

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