El futuro asesor de Seguridad Nacional ha hablado de un “componente enfermizo” del Islam
Por Jan Faus
Entre las muchas coincidencias entre Michael Flynn y Donald Trump destacan tres: retórica islamófoba, afinidad con Rusia y rechazo visceral a Hillary Clinton. Flynn, de 57 años y general retirado de tres estrellas, será la mano derecha en seguridad del nuevo presidente estadounidense, según anunció este viernes el equipo de Trump. Socio leal durante la campaña electoral, como asesor de Seguridad Nacional será el encargado de hacer de enlace entre el mandatario y los departamentos relacionados con la política exterior, militar y antiterrorista de la primera potencia mundial.
Flynn estuvo 33 años en el Ejército de tierra, está registrado como votante demócrata y sirvió en el Gobierno de Barack Obama como jefe de la unidad de inteligencia del Pentágono. Deberá orientar a Trump, sin experiencia política ni militar, a navegar en aguas internacionales llenas de asuntos movedizos. Desde la campaña contra el Estado Islámico (ISIS, por sus siglas en inglés) hasta las injerencias rusas en Europa o las ansias expansionistas de China.
El asesor de Seguridad Nacional juega un papel clave en la sombra en la formulación de la doctrina exterior de un presidente. Entre los antecesores más ilustres, sobresalen McGeorge Bundy durante el Gobierno de John F. Kennedy, Henry Kissinger para Richard Nixon y Gerald Ford, o Zbigniew Brzezinski para Jimmy Carter. En la gira de esta semana por Europa del presidente Obama, casi siempre estaba a su derecha su asesora Susan Rice.
Flynn, cuya designación no tiene que ser aprobada por el Senado, ha supuesto una anomalía en la campaña. Es inusual que un militar retirado se involucre tanto en política. Fue el primer ex alto cargo castrense en apoyar a Trump, que ha recibido muchas más críticas que elogios del mundo de la seguridad nacional.
Desde el principio, Flynn se sumó al mensaje incendiario del candidato republicano: respaldó sus posiciones de mano dura respecto a la comunidad islámica y la lucha contra el ISIS. Ha descrito un “componente enfermizo” del Islam y ha reenviado en Internet mensajes que señalan que el “miedo a los musulmanes es racional”. Arremete, igual que Trump, contra el hecho de que el Gobierno de Obama evite llamar terroristas radicales a los simpatizantes yihadistas, y no censura el uso de la tortura.
En la convención que designó candidato a Trump, el general abanderó los cánticos de “A la cárcel” contra la rival demócrata, Hillary Clinton. Eso lo aupó como referente entre las bases conservadoras más fervientes, pero llevó a varios de sus exjefes a reprocharle su actitud.
Volvió a causar sorpresa hace pocas semanas cuando, en un artículo, pidió la extradición a Turquía del clérigo Fetulá Gülen, exiliado en EE UU y al que Ankara acusa de estar detrás del intento de golpe de Estado en julio. Tras dejar el Ejército, Flynn impulsó una consultoría que trabajó para el Gobierno de Recep Tayyip Erdogan.
El general se defiende de las críticas amparándose en la libertad de expresión. “Cuando alguien dice ‘Eres un general y tienes que callarte’, yo digo ‘¿Tengo que dejar de ser americano?’”, dijo en una entrevista al diario The Washington Post.
Igual que su futuro jefe, el militar se jacta de hablar sin tapujos y se contradice con facilidad. Ambos coinciden en defender un acercamiento a Moscú en la lucha contra el ISIS. Flynn suscitó una polémica el año pasado cuando atendió en Rusia una gala de la televisión Russia Today (RT), acusada de ser un brazo propagandístico del Kremlin, y se sentó al lado del presidente Vladímir Putin. El militar admitió que cobró por el viaje y esgrimió que no ve ninguna diferencia entre RT y cadenas estadounidenses como CNN.
Flynn es elogiado por su habilidad en desmantelar redes terroristas en Afganistán e Irak, y por alertar de que el extremismo islámico, antes del auge del ISIS, no estaba en declive. Obama lo nombró en 2012 director de la Agencia de Inteligencia de Defensa, pero a los dos años fue despedido. Sus detractores alegan que el motivo es que carecía de la experiencia necesaria para manejar a 20.000 empleados. Sus defensores, que lo apartaron por refutar la visión optimista frente al yihadismo. A partir del 20 de enero, cuando Trump asuma la presidencia, afrontará su mayor prueba.
Fuente: El País