Por John M. Ackerman
México es uno de los países más sexys, exclamó sin pudor alguno Bill Richardson, ex secretario de Energía de Estados Unidos y antiguo gobernador del estado de Nuevo México, al participar la semana pasada en el foro Banorte Estrategia México. Es tiempo de que seamos vistos como una nueva región que se llama América del Norte, continuó el ahora conferencista y consultor para poderosas empresas trasnacionales. Al mismo tiempo, pero en otro sitio del Distrito Federal, el canciller mexicano, José Antonio Meade, se deshacía en exagerados halagos y efusivos abrazos con olor a petróleo para su contraparte estadunidense, John Kerry, durante su visita oficial a la ciudad. Desde luego no hubo reclamo alguno de parte del gobierno mexicano sobre la agresiva política migratoria de Barack Obama ni con respecto al inaceptable espionaje del gobierno estadunidense en México.
Durante las negociaciones para el Tratado de Libre Comercio de América del Norte, a principios de la década de los noventa, hubo un acuerdo tácito entre los gobiernos de México y Estados Unidos para dejar fuera de las discusiones dos temas particularmente complejos y delicados para sus respectivas sociedades: migración y petróleo. Tanto el rechazo de la población estadunidense a la apertura de su frontera con México como el repudio de la sociedad mexicana a la privatización del petróleo impusieron límites claros a la negociación.
Pero hoy, 20 años más tarde, el gobierno mexicano se viste sexy y con los ojos cerrados entrega sus riquezas a los saqueadores sin pedir absolutamente nada a cambio. Se consuma la violación a la soberanía nacional y la integración de México como un ente totalmente subordinado y explotado en la nueva región que se llama América del Norte.
Lo nuevo que celebran Richardson, Kerry, Meade, Enrique Peña Nieto y Barack Obama no es, desde luego, la simple existencia de América del Norte, una región geográfica que ha permanecido desde hace miles de años. Lo que festejan estos representantes de sus oligarquías respectivas y del capital financiero internacional es la extracción política de México de la órbita política latinoamericana. Al parecer, México ya no fungirá como dique a la pretensión de control hegemónico de los Estados Unidos sobre el continente, como lo fue a lo largo del siglo XX, sino que ahora se convertirá en la punta de lanza para el imperialismo de Washington en la región.
Desde Venustiano Carranza y Lázaro Cárdenas hasta Luis Echeverría e incluso José López Portillo, el gobierno mexicano se destacaba por su defensa de la soberanía nacional tanto propia como ajena. El país siempre sostenía relaciones diplomáticas favorables con Cuba y mantenía sus fronteras abiertas para los refugiados políticos de España, Argentina, y Chile, entre otros. Aun durante el sexenio de Vicente Fox, como integrante del Consejo de Seguridad de Naciones Unidas, México se negó a apoyar la asesina invasión de George W. Bush a Irak en 2003.
Pero hoy el nuevo PRI ya ni siquiera es capaz de dar estas pequeñas muestras simbólicas de dignidad soberana. Hoy nuestros diplomáticos sonríen efusivamente frente a nuestra soberanía pisoteada.
Líderes latinos en Estados Unidos denominan a Obama el deportador en jefe por los casi 2 millones de expulsiones de migrantes ilegales durante su mandato. Glenn Greenwald ha revelado la existencia de una amplia red de espionaje estadunidense dentro del territorio mexicano y afirma contar con muchos más documentos que revelan inaceptables prácticas en la materia. Mientras, el flujo de armas de alto poder desde Estados Unidos hacia México continúa tan liberalizado como siempre, aumentando todos los días el saldo de muerte y destrucción en el país.
Aun los nuevos programas educativos entre México y Estados Unidos tienen su lado oscuro. Resulta que el gobierno de Washington no contribuirá con un solo peso para financiar las becas internacionales para estudiantes mexicanos dentro del programa 100 thousand strong in the Americas, sino que el gobierno mexicano ahora tendrá que desviar sus escasos recursos educativos para ayudar a financiar a las universidades estadunidenses.
Hace un año el mismo Bill Richardson escribió un artículo para la revista Time en que elogiaba a Peña Nieto como alguien que tendría el carisma de Ronald Reagan, el intelecto de Obama y las habilidades políticas de Bill Clinton. Hoy nos queda claro a los mexicanos que efectivamente Peña Nieto no es más que una vil copia malhecha de estos vacíos políticos neoliberales. Como si fuera un presidente estadunidense más, Peña desprecia a las tradiciones, la historia y las grandes fortalezas del pueblo mexicano y busca entregar el patrimonio nacional en bandeja de plata a los intereses más voraces de Wall Street.
Twitter: @JohnMAckerman
Fuente: La Jornada