Por Alejandro Páez Varela
Unos instantes después de que el Consejo Nacional de Evaluación de la Política de Desarrollo Social (Coneval) revelara, el pasado lunes 29 de julio, que la pobreza en México aumentó de 52.8 a 53.3 millones en el periodo 2010 a 2012, el gobierno federal organizó dos conferencias con minutos de diferencia una de la otra. En la primera, Rosario Robles y Luis Videgaray, titulares de Sedesol y Hacienda respectivamente, matizaron los datos culpando básicamente a los gobiernos anteriores de políticas asistencialistas. En la segunda, el procurador General de la República, Jesús Murillo Karam, daba a conocer la nota de la semana: que los tres acusados de asesinar a un subteniente de Marina en Michoacán eran Caballeros Templarios confesos.
La nota de la pobreza apenas sobrevivió en las portadas digitales de los diarios del país. Fue sepultada por las reacciones oficiales y por el anuncio policiaco. Al día siguiente, como sucedió en los portales, los impresos, que aún tienen peso en la clase política, reflejaron de manera variopinta los datos del Coneval.
La información indica que 45.5% de la población de México, esos 53.3 millones de personas, vive en pobreza. La medición se basa en una población total de 117.3 millones de habitantes.
Amnistía Internacional dijo un día después que el panorama del país es “escalofriante” si se considera que, por ejemplo, al menos 86.9 millones de personas se enfrentan a por lo menos una carencia social. Esto significa, agregó, que además de las 53.3 millones de personas, “existen 33.6 millones en una situación de extrema fragilidad ante el riesgo de caer en la pobreza”.
Criticó la falta de transparencia en las medidas lanzadas por el gobierno de Enrique Peña Nieto para el combate del grave problema. “Los mecanismos de rendición de cuentas que son un componente fundamental para garantizar que las acciones sustantivas sean implementadas, han estado notoriamente ausentes tanto en discurso y como en acciones”.
Algunos diarios tomaron estas y otras declaraciones y las sepultaron en las páginas de los impresos; la televisión no las citó. Muchos portales las ignoraron olímpicamente.
Y así, pasamos a otros asuntos, a otras cosas. Apenas algunas columnas por aquí y por allá analizaron la información en los siguientes días. La mayoría de las reflexiones tomaron parte de la respuesta oficial.
José Woldenberg escribió en Reforma: “Somos –como sociedad y como sociedad política– insensibles. No existen los resortes necesarios para activar voluntades colectivas, políticas de gobierno ambiciosas, iniciativas de organizaciones no gubernamentales. Lo cierto es que la medición de la evolución de la pobreza por parte del Coneval no produce los ecos permanentes que debería. Quizá la razón más profunda sea que la desigualdad es ancestral. No se inventó ayer ni antier. Las décadas y los siglos pasan y parece inconmovible. Y por supuesto nos hemos acostumbrado. No conmueve, no indigna, no moviliza”.
Cuánta razón.
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María de la Luz Sánchez Treviño, de 86 años, irrumpió en Youtube. Es mexicana. De la nada –o por todo–, dijo: “Yo traigo una cosa muy adentro que quiero platicar con ustedes, mis queridos compatriotas”. Y se arrancó.
Transcribo sólo una parte de su discurso de 13 minutos con 46 segundos. Todo, íntegro, vale la pena; lo pongo para que la escuchen, además. No tiene sobrante.
“Quiero notificarles mi sentir de lo que nos está pasando con estos gobernantes, que no son más que unos rateros disfrazados, disfrazaditos nada más, pero que no dejan de ser rateros. Porque están hundiendo a México cada sexenio más, cada sexenio más, y el pueblo es el amolado, es el que el que la está llevando. Porque ellos qué, con los sueldazos que tienen, con sus aguinaldos, con sus prestaciones, que sus bonos. ¿Y qué hacen por el pueblo? Nada. Tanta gente que tenemos, en pueblos lejanos, en las sierras, muriéndose de hambre, que no tienen ni agua para tomar. Pero los señores, muy anchos, muy a gusto, sentados allí, fumando, comiendo sus tortas, el orador hable y hable y ni quién le haga caso. ¿Por qué? Porque mentira que estén allí porque quieren a México. No, señores, no quieren a México. Lo que quieren es robar más. Están enfermos de poder. ¿Para qué quieren tanto? Se muere uno y no nos llevamos nada. ¿Por qué amolar a los demás?”.
“Todos son una bola de sinvergüenzas: desde el de la cabeza hasta el último mozo allí. ¿Por qué? Y luego, qué pasa, en qué se gastan ese dinero: Ah, les dan a los hijos, los niños mimados, con buenos carrazos, con buenos lujos. Y todo eso, ¿a qué los enseña? A que sean unos gaznápiros. Inútiles. Esos son lacras para México porque no saben hacer nada más que botar lo que los padres se roban”.
“Robar. Es lo único que saben. Yo creo que para eso estudiaron: para robar. Para amolar al pueblo. Al fin que son indios, al fin que están acostumbrados a comer frijoles. ¿Y ustedes qué? ¿Qué se creen?”
“Los mexicanos somos muy tontos. Perdonen la palabra, la expresión. Somos agachones. No sabemos defendernos de esta bola, de esta lacra de sinvergüenzas que no podemos quitarlos. Suben la leche, suben el huevo, suben todo. ¿Y qué? ¿A fin que a ellos qué les preocupa? La pobre gente, esa es la que sufre; no tiene qué comer”.
“Allí tienen al viejo de Tabasco [Andrés Granier, ex Gobernador del PRI], presumiendo que tenía hasta 400 pares de zapatos. Ah, pero ahora como lo detuvieron, está muy enfermo, está ahora en terapia porque está muy enfermo. Ya es grande y está enfermo. Y cuando hizo sus sinvengüenzadas no se enfermó para nada. Cuando anduvo distribuyéndole a la familia su dinero no se enfermó. Allí tienen a otra, la sinvergüenza [Elba Esther] Gordillo, otra ratera. Ah, también está enfermita del corazón. Qué casualidad, ¿verdad? ¿Cómo no se enfermaron antes? Hasta que amolaron a México”.
“Allí tienen al señor [Vicente] Fox, muy persignado, y cómo permitió tantas sinvergüenzadas de los hijos de la esposa [Martha Sahagún]. ¿Por qué no hicieron nada, por qué allí ni protestas ni nada? ¿Está correcto eso, que como presidentes pueden hacer lo que les da la gana? Un pobre infeliz se roba un coche y hasta lo quieren fusilar o le ponen cadena perpetua, y estos sinvergüenzas paseándose libremente. ¿Qué no tienen vergüenza?”
“¿Qué necesidad tenemos de seguir manteniendo al que ya salió de su mandato. ¿Pues qué están tan pobres que tiene uno que mantenerlos? Que tienen que pagarles a sus guardias. Uno sale de trabajar y ni quién se acuerde ya de uno, y estos señores, ¿de qué privilegios gozan? ¿Y qué hacen? Por México no hacen sino hundirlo”.
“Por mí, ya el día menos pensado estaré entregando cuentas allá, arriba. Lo siento por los jóvenes, por los niños, por los pequeños. ¿Qué va a ser de esos jóvenes, de esos niños?”
“Estamos rodeados de puro sinvergüenza, rateros, que no tienen vergüenza de ninguna. Que les vale. Buenas noches. Gracias”.
Cuánta razón.
Fuente: Sin Embargo