Más austeridad, menos libertad

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Un columnista británico expone que, mientras la Unión Europea se esmera por exponer el creciente autoritarismo de la Hungría de Viktor Orbán, hace oídos sordos a conciencia sobre la erosión de la libertad de prensa en Grecia, el país al que ha impuesto un cúmulo de contraproducentes medidas de austeridad.

Por Nick Cohen

Cuando esos escandinavos satíricos y descabellados concedieron el premio Nobel de la Paz a la Unión Europea, dejaron que todos se creyeran el chiste, alabando su compromiso con “la reconciliación, la democracia y los derechos humanos”. Si la cita del comité de 2012 no fuera una parodia, hace tiempo se habrían leído las denuncias de los comisarios de la UE sobre el aumento del poder estatal opresivo y del neo-nazismo en Grecia.

La UE denuncia enérgicamente las amenazas a la libertad de expresión en la Hungría de Viktor Orbán. Los políticos europeos se preocupan, y con motivos, por el destino de las instituciones independientes que se oponen a este régimen agitador. Señalan el carácter fascista de los escarceos de la nueva derecha húngara con el odio antisemita y hacia los gitanos y su disposición a consentir la fantasía revanchista de que Hungría podría volver a recuperar los territorios que perdió tras la Primera Guerra Mundial. En cambio, aunque los líderes de Europa podrían hablar mucho sobre ello, guardan silencio ante el destino de la democracia griega.

Se pueden detectar los puntos de pulso de un Estado deficiente observando lo que censura. En el caso de Grecia, la acción judicial de la semana pasada por parte de las autoridades contra Costas Vaxevanis demostró que éste había tocado un punto de pulso con la precisión de un doctor que pincha una aguja en un nervio. Mientras los griegos viven con una austeridad sin fin, mientras el PIB de Grecia se hundió un 4,5% en 2010 y un 6,9% en 2011, y se hundirá previsiblemente un 6,5% este año, así como un 4,5% en 2013, la lista con los nombres de 2.000 griegos con cuentas bancarias en Suiza que publicó Vaxevanis daba a entender que aquellos con buenas conexiones están escapando a las cargas que tienen que soportar las masas.

El periodismo independiente nunca dominó el país

El hecho de que fuera absuelto de la acusación de violar las leyes de privacidad, aunque se acogió positivamente, fue menos importante de lo que parecía. No significó que la libertad de prensa estuviera garantizada en Grecia. Incluso en épocas de prosperidad, el periodismo independiente rara vez ha dominado este país. La mayoría de canales de televisión y periódicos griegos son propiedad del Estado o de empresas plutocráticas y a ninguno de ellos les gusta que se expongan los casos de corrupción.

Pocos empleados de las organizaciones de noticias griegas que quedan rechazan la noción de que deben mantenerse callados si quieren seguir cobrando sus sueldos. Y los que lo hacen, sufren la persecución del Estado. “Aún gozamos de la libertad de expresión reconocida por la ley, al menos teóricamente”, comentaba Asteris Masouras, uno de los supervisores de la libre expresión de Global Voices. “En la práctica, en fin…” Y prosigue dándome una lista de ejemplos de amenazas para intimidar a los reporteros.

¿Por dónde empezar? ¿Qué tal por las contraproducentes políticas de austeridad que la troika integrada por el BCE, la Comisión Europea y el FMI han impuesto a Grecia? Las autoridades recurrieron a una antigua orden de detención para arrestar a Spiros Karatzaferis (el 31 de octubre), después de que el periodista amenazara con revelar correos electrónicos confidenciales que podrían haber explicado cómo el supuesto “paquete de rescate” de la troika había empujado al país a la depresión.

Sin duda, la brutalidad policial constituye otro punto de pulso. La izquierda griega no deja de alegar que existen colaboraciones entre las supuestas fuerzas de la ley y el orden y los matones del movimiento neo-nazi Golden Dawn. The Guardian elaboró una serie de informes sobre cómo la policía había apaleado a manifestantes antifascistas después de haberse enfrentado a Golden Dawn. Al día siguiente, la televisión estatal griega sustituyó a Costas Arvanitis y a Marilena Katsimi, los presentadores de las noticias de la mañana, después de que éstos les dijeran a los directores que pensaban realizar un seguimiento de las alegaciones de The Guardian.

Antiguas alianzas resucitadas

Otro reportero de la televisión estatal, Christos Dantis, se sumó a la lista de periodistas que desaparecían de la escena. Sus editores le pidieron que cubriera las celebraciones del centenario de la liberación de Tesalónica del poder otomano. Estaba a punto de informar sobre las protestas populares contra la presencia del primer ministro y del presidente griego en la segunda ciudad de Grecia, cuando los directores apagaron la cámara y pasaron a un tema más apropiado para ellos.

Se puede afirmar con seguridad que están resucitando las antiguas alianzas entre los movimientos políticos y religiosos extremos. De ahí que el mes pasado, los fanáticos cristianos y los neo-nazis (y la diferencia entre ellos es escasa) protestaran contra una obra “blasfema” con una temática homosexual en Atenas. La dirección del teatro la retiró, diligentemente. La televisión griega cortó una escena de Downton Abbey en la que se veía un beso entre homosexuales. Nadie puede explicar por qué, pero un país que censura Downton Abbey por otros motivos que no sean de gusto literario, realmente tiene graves problemas.

Los euroescépticos británicos no comprenden que la Unión Europea ofreciera un escape a un futuro liberal a los pueblos de Europa. Cuando visité Antenas a comienzos de los años ochenta, las personas de edad avanzada recordaban haber luchado contra la ocupación nazi y los jóvenes habían crecido en la dictadura militar que impusieron los coroneles y a veces se rebelaron contra ella. Formar parte de la Unión Europea implicaba decir adiós a todo eso. Y ahora vuelve la pobreza, el miedo, la supresión y la intimidación Estatal.

Se puede culpar a la corrupción que toleró la sociedad griega. Se puede culpar a los banqueros de la quiebra económica. Pero también se debe culpar en parte a los políticos y burócratas de Europa, porque aceptaron que Grecia (y el resto del sur de Europa) formara parte de una moneda única que les ha situado en una desventaja competitiva permanente y porque se negaron a cancelar deudas que Grecia jamás podrá pagar.

No es de extrañar que guarden silencio ante el abuso de los derechos humanos que el comité del premio Nobel sostiene que se garantizan por la integración europea. Grecia es la República de Weimar de los eurócratas en el Egeo. Ellos han contribuido a su creación.

Fuente: PressEurop

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