Más allá de la fe de la alcaldesa

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Por Salvador Camarena

Lo de Margarita Arellanes Cervantes, al entregar la ciudad de Monterrey a Jesucristo, dista mucho de ser una inocua puntada a cargo de una panista “mocha”. No es cosa menor. No sólo porque su actuar puede constituir violaciones a varias leyes, sino porque su decisión puede acarrear graves consecuencias en la vida cotidiana de muchos mexicanos.

Imaginen, por ejemplo, que a una de las clínicas de salud del ayuntamiento regiomontano –exclusivas para sus empleados– llega una derechohabiente que requiere de un aborto porque está en riesgo su vida. Esos servicios de salud dependen del municipio cuya titular ya dijo que el mero mero es Cristo, ni más ni menos. Si de por sí sabemos que hay médicos a los que el aborto terapéutico les genera conflicto, ahora que la Alcaldesa ya dijo que Dios mismo es el que ahí manda, a saber qué harán los galenos en ese hipotético mas no improbable evento.

Otro caso. Hay lugares en la República Mexicana en las que a los libros de texto gratuito le son arrancadas las páginas relativas a la educación sexual. Aunque la educación la manejan las entidades federativas, no hay que minimizar el impacto que la acción tomada por la presidenta municipal de Monterrey puede tener en quienes buscan cualquier cosa para “justificar” que escuelas, privadas y públicas, impongan su propia visión de la educación sexual, e incluso de la teoría de la evolución.

Y así nos podemos seguir. Cuando una pareja del mismo sexo se quiera casar en Monterrey, ¿la alcaldesa dirá que sólo pasando sobre su católico cadáver ocurrirá eso? Ya se sabe que el llamado matrimonio gay no es legal en Nuevo León, pero vía controversia constitucional ya varias parejas han retado a las legislaciones que no dan ese derecho. ¿Será la señora Margarita quien, como Alcalde de una de las más importantes del país, encabece ante la Suprema Corte la postura de quienes están en contra de esas uniones?

Finalmente, ¿tratará de imponer su moral católica-cristiana a la hora de dar licencias relativas a entretenimiento, espectáculos públicos, centros nocturnos, etcétera? ¿Una obra de teatro podrá ser clausurada si a juicio de los cristianos ofende sus creencias? ¿En los cines de Monterrey tendrán problemas para ser exhibidas películas donde se critica a ministros de la Iglesia?

A la hora que redacto estas líneas está pendiente, me dicen, una rueda de prensa de la Alcaldesa Arellanes, que este domingo fue exhibida vía YouTube. Ignoro si la presidenta municipal matizará o ratificará lo que dijo el sábado. Sin embargo, hay que agradecerle a Margarita Arellanes la ocasión que nos da de pensar sobre lo que ha venido pasando con la “sotanización” (con “o”) de nuestros políticos. Porque doña Margarita no está sola en eso de que de buenas a primeras y por sus pistolas “encomienda” a una población a una creencia religiosa.

El especialista en religiones Bernardo Barranco ya había advertido en La Jornada el 22 de mayo pasado que los “gobernantes piadosos atentan contra el Estado laico”, como tituló el texto de ese día en el que hace un repaso de las leyes violentadas por gobernadores como Javier y César Duarte, de Veracruz y Chihuahua respectivamente, que en las semanas recientes, como ahora Margarita Arellanes, también encomendaron sus entidades. “La acción más preocupante fue de los gobernadores de Chihuahua y Veracruz, quienes consagraron las respectivas entidades al Sagrado Corazón de Jesús y al Doloroso e Inmaculado Corazón de María. Hay una especie de golpe de pasión religiosa de los gobernadores que aparentemente, ante la crisis de valores de las sociedades y de corrupción de los que no están ellos mismos exentos de señalamientos, apelan a las convicciones religiosas como alternativa”.

Arellanes no está sola, pues. Pero ello no hace menor su imprudencia, ¿o deberíamos más bien calificar su acto como un desafío? Pues sería ingenuo pensar que esta corriente de gobernantes devotos es espontánea. No es exagerado pensar que puede formar parte del coletazo de conservadurismo que se vivió cuando de manera orquestada hubo contrarreformas en una veintena de estados para reforzar las leyes antiaborto, proceso que se registró luego de los avances logrados en la legislación del Distrito Federal.

Ante todo ello, y luego de la reiterada cercanía de Miguel Ángel Mancera con el arzobispo Norberto Rivera, con quien apareció de nuevo el domingo, surge la duda de si el Jefe de Gobierno del DF no se da cuenta de que su coqueteo con la jerarquía católica podría constituir un riesgo para el bastión de México donde se cree en los derechos, no en los misterios de la fe.

Fuente: Sin Embargo

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