Margarita no es Hillary

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Por Jorge Zepeda Patterson

Se dice que es más inteligente que su marido, más auténtica, mejor persona. Se afirma, incluso, que sería mucho mejor presidente. Nos referimos, desde luego, a Hillary Clinton, quien busca la presidencia de su país.

Algo similar a lo que hace Margarita Zavala en su ambición de volver a ocupar Los Pinos. En estricto sentido también de ella podríamos decir que es mejor persona que su esposo. Pero allí terminan las similitudes con Hillary. Ser más inteligente que Bill Clinton, dicho por él mismo y sus colaboradores cercanos, no es poca cosa. Ser mejor persona que Felipe Calderón, en cambio, francamente no es un mérito para premiar a alguien.

Las reacciones a la declaración de intenciones de Margarita Zavala son un buen reflejo de la pobreza de nuestra clase política. Las opiniones de apoyo consistieron en destacar que se trataba de una persona decente y que era una ex Primera Dama que se había comportado con decoro y dignidad. A mi juicio razones de muy poco peso para entregarle a alguien los destinos de un país. Y no, no me parece que sea digno aspirar al poder presidencial por otros seis años, después de la nefasta gestión de Felipe Calderón, de la cual ella fue beneficiaria. Si de veras ella es un cuadro político y no una cónyuge pasiva y maniatada, tiene responsabilidad al menos por omisión. Y, por el contrario, si en efecto era una cónyuge pasiva y maniatada, carece entonces de la materia que la podría convertir en líder de un país tan complejo y liado como México.

Entiendo que Zavala optó por un perfil discreto como Primera Dama luego de los excesos de Martha Sahagún en el sexenio anterior. También supongo que influir en el carácter o las decisiones de un hombre como Calderón no debe ser sencillo. Pero eso no la exime del escaso empeño que puso en cualquier tema que no fuese el de proyectar una imagen de persona bondadosa y sencilla. Aunque para ello se quedase cruzada de brazos incluso en los temas que la involucraban y eran de su competencia.

Evita Perón fue un cuadro político; Hillary lo ha sido siempre. Desde la posición de consorte que el azar les endilgó, ambas mujeres dotaron de intensidad y profundidad las agendas a las que tuvieron acceso. Evita fue clave para generar la base social del peronismo, gracias a sus cruzadas contra la pobreza, y para impulsar distintas reivindicaciones a favor de la mujer (entre ellas el voto y el partido femenino peronista). Hillary se desempeñó como asesora activa en el primer círculo del presidente Clinton y en su oficina se diseñó la primera versión de lo que a la postre sería un sistema de salud universal en Estados Unidos. Evita, ocupó la vicepresidencia en el segundo mandato de Perón; Hillary fue secretaria de Estado de Obama (equivalente a Canciller en México).

No hay una cruzada encomiable de parte de Margarita Zavala a lo largo de los seis años que vivió en Los Pinos, más allá de hacer de publirrelacionista de su marido. Hay el registro de discursos a favor de la niñez y una reiterada obsesión por pontificar sobre los valores familiares. Muy poco de ella en cualquier otro sentido. Nada hacia las madres de la guardería de Sonora (quizá porque alguna de sus parientes era una de las propietarias); nada hacia los miles de huérfanos y viudas producto de la guerra desatada por su esposo; nada a favor de la democracia o la rendición de cuentas. Demasiados nadas como para pretender ofrecer una solución a los problemas de México.

En la gira de prensa que hizo para revelar sus aspiraciones Zavala dejó entrever la posibilidad de una candidatura vía independiente si el PAN no la convierte en su abanderada, bajo el argumento de que los ciudadanos deben saltarse a los partidos que les dan la espalda. En ese planteamiento veo reflejado las peores mañas de las llamadas “buenas personas”, siempre dispuestas cosechar los beneficios sin asumir las consecuencias de sus actos. Un personaje que ha vivido de la política, que se ha sentado en la cabina de piloto con todas las ventajas que ello supone y que pretende luego hacerse pasar por un pasajero común y corriente. Hay dolo, hay ganas de vernos la cara. Y en cierta manera también hay ceguera e ingenuidad. ¿De veras cree que las masas van a votar por ella y eximirla de su responsabilidad, simplemente por haber portado rebozos tradicionales durante seis años? ¿Cuántos millones de votantes cree que están interesados en regresar a Felipe Calderón a Los Pinos? ¿Qué país cree que dejaron? ¿En qué país viven?

@jorgezepedap

www.jorgezepeda.net

Fuente: Sin Embargo

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