(La patética respuesta del GDF al caso de los 12 desaparecidos)
Por Alejandro Páez Varela
El caso de los 12 desaparecidos es una conspiración contra Miguel Mancera, leí. También escuché que “las críticas al Gobierno de la Ciudad de México son un despropósito, un ataque político”.
Me hubiera dado risa si no estuviéramos hablando de una tragedia.
Ahora resulta que la torpeza del gobierno capitalino (su falta de claridad, contundencia, efectividad) es una “conspiración” para “afectar” al Jefe de Gobierno. Que las demandas para que den respuestas puntuales en este caso (que nos pone los cabellos de punta y hace suponer que los criminales pueden operar con toda impunidad en la capital de la República) convierte a cualquier ciudadano en un conspirador. Estúpido e infantil.
Un grupo de ciudadanos desaparece a unas cuadras de la Secretaría de Seguridad Pública del Distrito Federal (SSPDF) y de la Procuraduría General de Justicia (PGJDF) y criticar que, pasada una semana, la gente –y hasta la prensa– no tuviera claro si son 11 o 12 (les recuerdo que todavía el sábado muchos manejaron que eran 12) es “conspirar”.
Esta versión hace ver al gobierno de Miguel Mancera como una “sociedad de alumnos” jugando a gobernar una secundaria de 11 millones de mexicanos. Y hace ver ridícula la idea del Jefe de Gobierno de coordinar un “escudo” de seguridad en el centro del país. Carajo: si no pueden defender a esos mexicanos que son secuestrados en sus meras narices, ¿qué quieren hacer en otras partes?
El secuestro fue en la Zona Rosa. Para cualquiera que me lea y no conozca la Ciudad de México, le explico: desde el techo de Seguridad Pública se ve el antro en el que “desaparecieron” los (¿por qué no lo reconocen?) secuestrados.
Grave. Muy grave.
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Así, de entrada, recordé a Enrique Peña Nieto y el caso Paulette. La misma ineptitud. Pero por lo menos allá el Procurador, Arturo Bazbaz, presentó su renuncia. Es el camino que debería seguir Rodolfo Ríos, quien ha dejado correr todo tipo de versiones extraoficiales, se ha desmentido, ha salido a reaccionar y no a dar información puntual.
Este caso pone al descubierto muchas cosas. Primero, una clara impericia en varios frentes, y principalmente en el de Comunicación. Toda la semana circularon versiones en la prensa que hicieron ver el descontrol en la información: los medios que no le pegaron a Miguel Mancera manejaron ángulos distintos basados en la especulación. A pesar de la gravedad del caso, cero boletines de prensa, cero ruedas de prensa y muchas, muchísimas filtraciones, aisladas y selectivas, que terminaron por contradecir tanto al Procurador como al Jefe de Gobierno.
Habrán pensado que, al no emitir comunicados y al no sacar a los dos más altos funcionarios a declarar ante los medios minimizaría el secuestro de estos jóvenes. Les salió el tiro por la culata. Las filtraciones hicieron más notoria la ausencia de Mancera; lo hicieron parecer lento, pasmado, dormido. Como uno más de los desaparecidos: el cartón de Camacho el sábado pasado en el periódico Reforma es contundente: se ven dos sillas vacías: la del Jefe de Gobierno y la del Procurador. Esa es la sensación generalizada, capturada por el periodista en una sola imagen.
Ante la ausencia de información oficial, algunos medios hicieron sus propias conjeturas, se concentraron en las versiones de los familiares y le tundieron a Mancera.
No hay crimen organizado en el DF, dijo Mancera. Pero las filtraciones dijeron lo contrario: que los jóvenes son víctimas de un pleito entre dos bandas del crimen organizado.
No están desaparecidos, dijo Mancera neciamente. Pero las filtraciones, que sólo pudieron venir de la Procuraduría y de las distintas áreas de prensa, hablaban, simple y llanamente, de un “levantón”.
Es más, ¿son 11 o 12? Cada medio ha manejado su cifra, porque el Procurador hizo una rara aclaración a un programa de radio, como si no tuviera aparato de prensa para dirigirse a todos. Entonces, todavía el fin de semana, algunos impresos hablaban de 11 y 12.
El Gráfico, con un enorme poder de penetración justamente en Tepito y en el centro de la ciudad, manejó el hallazgo de tres cuerpos y los ligó a los desaparecidos; muchas horas después, a mediodía del sábado, cuando la versión había circulado intensamente, apareció una extraña declaración de dos párrafos en ¡Milenio! en la que se negaba siquiera la existencia de los cuerpos. Pero los familiares ya habían acudido a verlos a Toluca. Y los verificaron: no eran sus hijos, pero sí había muertos. Muchas, muchas, muchas horas para reaccionar, y reaccionan mal.
El Gráfico dijo que verificó con tres distintas fuentes su versión. Yo le creo a El Gráfico. El dato, después aclarado, no hizo sino confirmar el descontrol total en la comunicación del Gobierno del Distrito Federal, y descontrol en la propia investigación.
Da la impresión de que Mancera habla con sólo dos o tres medios y cree que con eso es suficiente (¿soberbia, inexperiencia?). Es evidente que perdió contacto con mucha prensa, algo que su antecesor tenía bastante bien aceitado.
Errores tan básicos y un manejo tan burdo me hicieron recordar al caso Paulette, como digo. Pero el equipo de Mancera, que desde que asumió filtra las intenciones de su jefe de competir en 2018 por Los Pinos, pensará: “Pues sí, se parece al paso Paulette. Pero ya ven, Enrique Peña Nieto llegó a Presidente…”.
Patético.
Sólo falta que los cuerpos de los jóvenes “aparezcan” entre un sillón y la barra del antro, y que digan que no los vieron. Que las críticas son “una conspiración contra Miguel Mancera”. Ajá.
Que las críticas al gobierno de la ciudad “son un despropósito, un ataque político”.
Doble ajá. Las dos frases me recuerdan cuando perdía mis lapiceros y culpaba a mi hermana Ana Margarita, la menor.
Pero aquello se entiende: yo tenía entonces cinco años. Y no gobernaba una ciudad.
Fuente: Sin Embargo