Junto a los poderosos del mundo, la joven activista paquistaní Malala Yousafzai llevó este miércoles ante la Asamblea General de la ONU su mensaje: “Yo sueño con ver a cada niño educado”.
“En vez de enviar armas, en vez de enviar tanques a Afganistán y a todos esos países que sufren el terrorismo, envíen libros”, pidió la adolescente de 16 años, con sus cabellos bajo un pañuelo claro, en una reunión para conmemorar el primer aniversario de la “Iniciativa Mundial La educación ante todo”.
“En vez de mandar tanques, manden lápices. En vez de mandar soldados, manden profesores. La única manera de ganar es con la educación”, siguió, retomando los temas de su discurso el 12 de julio pasado profusamente aplaudido en la ONU.
“Nosotros podemos combatir todos estos problemas con lápices y libros”, insistió la pequeña, flanqueada por el presidente de Croacia, Ivo Josipovic, la primer ministra de Bangladesh, Sheikh Hasina, la directora general de la Unesco, Irina Bokova, y el arzobispo y premio Nobel de la Paz, Desmond Tutu.
57 millones de niños no escolarizados
“Nosotros queremos mujeres independientes (…) que tengan los mismos derechos que los hombres”, dijo también la joven, convertida en los últimos meses en una de las personalidades mundiales más conocidas en la lucha por la educación de las niñas.
Según la ONU, 57 millones de niños en edad de asistir a la escuela primaria no están siendo escolarizados en el mundo, de los cuales 52 por ciento son niñas.
Y apelando a un tema predilecto de Martin Luther King, uno de sus grandes inspiradores, Malala insistió en la necesidad de soñar.
“Debemos soñar. Yo sueño con ver a cada niño educado. Sueño con ver a cada ser humano tratado por igual. Sueño con ver paz en todo el mundo, en Nigeria, en Siria, en Pakistán, en Afganistán”, agregó. “Hagamos que los sueños de hoy se conviertan en la realidad de mañana”.
El secretario general de la ONU, Ban Ki-moon halagó ampliamente a Malala, destacando “su coraje y (su) triunfo”, que “han inspirado a millones de personas en el mundo”.
Desde hace un año, la adolescente que estuvo a punto de morir tras ser atacada en octubre de 2012 por talibanes que le dispararon en la cabeza cuando ingresaba a su escuela en el valle de Swat (noroeste de Pakistán), se volvió una infatigable defensora de la educación, en particular del derecho de las niñas a recibirla.
Acogida en el Reino Unido, donde se instaló con su familia tras el ataque, Malala acaba de crear la Fundación Malala y lanzará el próximo mes el libro “Yo soy Malala”, en el que relata su vida, la de sus padres y sus convicciones.
Esta semana, participó en varios eventos al margen de la Asamblea General de la ONU, incluyendo una iniciativa en favor de la escolarización de 400 mil niños sirios refugiados en Líbano, con el ex primer ministro británico y enviado especial de la ONU para la Educación Gordon Brown.
Malala también se dirigirá próximamente a Washington.
Su pasión y su madurez le han valido muy numerosas distinciones, entre ellas el premio Simone de Beauvoir, el premio del Embajador de la Consciencia 2013 de Amnistía Internacional y el premio internacional por la Paz de la fundación KidsRights.
También se convirtió en la primavera boreal pasada en la persona más joven nominada al premio Nobel de la Paz.
La revista estadounidense Time la incluyó en su lista de las “100 personas más influyentes del mundo” y acaba de ser nominada para el prestigioso premio Sajarov del Parlamento Europeo.
Fuente: AFP