Por Adrián Moros
El feminismo es una corriente de pensamiento muy amplia, variada y diversa que toca temas como la sexualidad, la cultura o el género, entre muchos otros. No hay que establecer al feminismo como el equivalente al machismo, puesto que el feminismo es un movimiento que busca y reivindica valores de integración y cooperación con los varones, pero que también exige mayor respeto y participación de la mujer en nuestras sociedades.
La mujer no ha tenido protagonismo en la construcción de nuestras culturas y sociedades, o ha tenido muy poca. No se les ha dejado participar en política, no se les ha dejado participar en el mundo académico, científico o universitario hasta hace relativamente poco tiempo. Como resultado tenemos sociedades muy falocéntricas, es decir, se impone la visión masculina a la hora de construir nuestras sociedades y marcos teóricos. Para entender cómo afecta esa construcción a nuestro aprendizaje aconsejo leer ¿Cómo aprendemos?
Un punto en común que tienen algunas teorías feministas es que se debería potenciar la igualdad entre varones y mujeres pero…. ¿Realmente se debería buscar esta igualdad? Cierto es que la igualdad de oportunidades tiene que estar garantizada, es decir, que mi sexo no me tiene que dar más o menos oportunidades que a los demás a la hora de conseguir o no un trabajo, una beca etc.
Buscar igualdad más allá de la que recoge este término puede convertirse en una trampa para las mujeres, pero…. ¿Por qué? Como hemos dicho unos párrafos más arriba nuestras sociedades son muy falocéntricas y esta visión puede haber afectado al propio concepto de igualdad. Si esto es así y las mujeres buscan la igualdad definida por el falocentrismo, se tenderá a ignorar las particularidades propias de su género y a considerarlas incluso negativas porque las alejaría de esta igualdad. Por lo tanto la mujer tendría que renunciar a su propia identidad si quisiera alcanzar la igualdad falocéntrica y quedaría relegada a parecerse al varón, puesto que este sería visto como el referente de igualdad (en el falocentrismo el varón suele ser la medida y el centro de todas las cosas). Las mujeres serían como el espejo que imita todos nuestros movimientos a la perfección. El espejo que imita los movimientos y los comportamientos del varón. Solo así sería considerada como su igual.
Esta idea fue expuesta por la filósofa feminista Simone de Beauvoir que alertaba de que la mujer ha sido definida por patrones masculinos, subordinados a ellos y desprovistos de su propia identidad por falta de participación en la cultura.
La igualdad falocéntrica sería la nueva fórmula -ya que no se puede seguir excluyendo a la mujer de las instituciones- para mantener a la mujer sin identidad y además con una percepción falsa de conquista de derechos e igualdades.
¿Cómo poder combatir esta pseudo igualdad?
Fomentando por medio del feminismo un espacio cultural propio para las mujeres, un espacio en el que ellas pudieran desarrollar su pensamiento libremente y sin injerencias. Un lugar en el que las y los jóvenes pudieran buscar referentes femeninas si así lo desean (escritoras, filósofas, poetas, cineastas etc.). Este espacio propio no significaría que se rechaza o margina todo lo masculino, sino que sería un espacio reivindicativo moderado por mujeres en el que los varones también pudieran participar y en el que se defendería que las mujeres también tienen algo que decir y algo que aportar a la sociedad, al igual que sus compañeros varones.
Se potenciaría las diferencias entre varones y mujeres, no como limitaciones o debilidades, sino como riqueza humana e identidad propia y en donde el hecho que nos igualaría sería solo el hecho de ser seres humanos, sin tener que parecerse o imitar a nadie para ser merecedor de respeto.
Todo este nuevo desarrollo cultural iría poco a poco empapando a la sociedad y deshaciendo el falocentrismo.
Este texto se publicó originalmente en 2018 en afcarmedia.com