Por Immanuel Wallerstein
El primero de enero de 2014, el Ejército Zapatista de Liberación Nacional (EZ- LN) celebró el aniversario 20 de su levantamiento en Chiapas. Este año emprende una autoevaluación. En abril, en la ventana oficial del EZLN, Rebeldía Zapatista, el subcomandante insurgente Moisés publicó un editorial acerca de la guerra contra el olvido. Ahí dice que durante los 19 años anteriores la lucha del EZLN ha toreado el malvado sistema que ha estado oprimiendo a los pueblos indígenas por 520 años.
¿Cuál ha sido el logro del EZLN? ¿En qué sentido se puede decir que ha sido un éxito? El EZLN ha sido objeto de burla no sólo de la derecha mundial, sino también de ciertos elementos de la izquierda en el planeta que alegan que ha sido en gran medida irrelevante para la lucha global contra el imperialismo y el neoliberalismo. ¿Qué es lo que han logrado?, preguntan los críticos. ¿Acaso su trayectoria es algo más que un showde relaciones públicas?
Este tipo de crítica yerra por completo el punto del levantamiento. Su primer logro es haber sobrevivido contra un ejército mexicano irritado por no poder destruirlos en estos 20 años. Los zapatistas lo han logrado mantener a raya no con desempeño militar (no podemos compararlos con el Ejército mexicano), sino por su fuerza política –tanto interna con los pueblos indígenas de Chiapas, como en lo externo en el resto del mundo. Es esta fortaleza lo que ha reducido los esfuerzos del Ejército mexicano a un mero hostigamiento (algunas veces un hostigamiento asesino) en los márgenes de sus comunidades autónomas.
¿Cuál fue el múltiple mensaje del EZLN al gobierno mexicano y al mundo cuando se levantaron el primero de enero de 1994? Primero que nada, estaban reclamando la dignidad de los pueblos indígenas oprimidos, al renovar su exigencia de que sus comunidades se gobernaran a sí mismas, colectiva y democráticamente. Segundo, estaban diciendo que no tenían interés alguno en tomar el poder del Estado en México, lo que desde su punto de vista sería únicamente cambiar unos opresores por otros. Por el contrario, exigieron que el gobierno mexicano reconociera su autonomía formal y sinceramente.
Tercero, el EZLN escogió la fecha porque marcaba la puesta en marcha del Tratado de Libre Comercio de América del Norte (TLCAN). Al escoger esta fecha, reafirmaron su rechazo al papel imperialista de Estados Unidos en México y en todo el mundo.
Cuarto, decían que –lejos de enfocarse en la estrechez de la lucha en Chiapas– estaban respaldando las luchas de todos los pueblos y clases que sufren opresión por todo el mundo. Enfatizaron esto convocando en Chiapas lo que llamaron encuentros intergalácticos y se rehusaron a excluir a participantes sólo porque otros hubieran querido que no vinieran.
Quinto, buscaron compartir estos puntos de vista ante otros pueblos oprimidos en México mediante el Congreso Nacional Indígena.
El levantamiento del EZLN fue el comienzo de la contraofensiva de la izquierda mundial contra los relativamente breves éxitos de la derecha mundial entre la década de los 70 y 1994. La combinación del impacto político y económico del Consenso de Washington y el aparente triunfo que significó el colapso de la Unión Soviética permitieron que la derecha mundial cacareara que había logrado la dominación permanente del sistema-mundo. Lo que los zapatistas hicieron fue recordarles (a ésta y a la izquierda mundial) que había, de hecho, una alternativa, aquella de un mundo relativamente democrático y relativamente igualitario.
El primero de enero de 1994 el EZLN pavimentó el camino para las exitosas protestas de Seattle en 1999 y en otras partes, y para la fundación del Foro Social Mundial (FSM) en Porto Alegre en 2001. La continuada lucha del FSM y lo que hoy se conoce como el Movimiento de Justicia Global fueron posibles gracias al EZLN.
Por supuesto, como el subcomandante insurgente Moisés nos recuerda, no hay descanso, hay que darle duro al trabajo. Supongo que éste es el mensaje más acabado del EZLN. No puede haber descanso para ninguno de los que creemos que otro mundo es posible.
© Immanuel Wallerstein
Fuente: La Jornada/ Traducción: Ramón Vera Herrera