En su nuevo libro “El arte de la falsificación”, el historiador de arte Noah Charney explora cómo dos de los mejores falsificadores del mundo lograron engañar a tantos expertos.
Y uno de ellos fue también uno de los grandes maestros del Renacimiento, como escribe el experto para BBC Culture.
¿El más grande maestro falsificador?
Antes de que nadie hubiera oído hablar de un tal Miguel Ángel Buonarotti, las esculturas más valiosas del arte renacentista italiano eran las estatuas de mármol de la antigua Roma.
Varios registros biográficos demuestran que incluso un gran artista como Miguel Ángel podría haberse visto involucrado en la falsificación, con el objetivo de crear un mármol romano propio.
Eso no arruinó su reputación. De hecho, habiendo logrado hacer pasar su obra por un mármol romano lo ayudó a añadir brillo al comienzo de una carrera prometedora, al mostrar que tenía la habilidad técnica y el genio creativo para emular a sus ancestros.
La primera biografía de Miguel Ángel, escrita por el reconocido historiador Paolo Giovio, describe al artista como una persona de “gran genio… en contraste conuna personalidad tan maleducada y salvaje que hace su vida privada increíblemente insignificante“.
Miguel Ángel esculpió la estatua de mármol del “Cupido durmiente” en 1496, cuando solo contaba 21 años. Y, según Giovio, la manipuló con el objeto de hacerla parecer antigua.
La estatua pasó como tal cuando fue vendida al cardenal Raffaele Riario, sobrino nieto del papa Sixto IV, un gran coleccionista de antigüedades romanas tempranas (y quien, quizás, debió haberse dado cuenta).
Cuando Riario se enteró de que había comprado una falsificación, la regresó al vendedor que se la había ofrecido, Baldassarre del Milanese.
Sin embargo, entre el momento en que Riario compró el trabajo y el momento en que se dio cuenta de que lo habían engañado, Miguel Ángel había pasado de ser un artista desconocido de 21 años a la “estrella” más cotizada de Roma, gracias a la fama de su Piedad, que se exhibía orgullosamente en la Basílica de San Pedro, en Roma.
Así que Del Milanese no tuvo problema en aceptar la devolución de la estatua… Ni tampoco en volverla a vender, ahora bajo la firma de un Miguel Ángel repentinamente famoso.
Sea que lo haya hecho como una broma, para mostrar que su trabajo eran tan bueno como el de los maestros antiguos, o con intenciones más criminales, el engaño de Miguel Ángel no parece haber molestado al dueño original del Cupido durmiente.
El cardenal Riario se convirtió en el primer patrocinador de Miguel Ángel, a quien le encargó otros dos trabajos en 1496 y 1497. Se trata de un ejemplo temprano de una narrativa recurrente: engañar con éxito a quienes se consideran expertos no siempre causa ira; también puede ganarle al falsificador la simpatía del experto.
Si bien la complicidad de Miguel Ángel en el escándalo de falsificación puede resultar soprendente, el Cupido durmiente no fue, ni de lejos, el único trabajo que falsificó.
El conocido biógrafo Giorgio Vasari notó que “también copió dibujos de los antiguos maestros de manera tan perfecta que sus copias no podían distinguirse de los originales, ya que ahumaba y teñía el papel para darle apariencia de antigüedad”.
“Con frecuencia le era posible quedarse con los originales y poner sus copias en su lugar”.
En consecuencia, ya no se sabe cuáles dibujos fueron parte de este trajín renacentista, pero la historia proporciona una mirada a la mente de un gran artista que también era, al parecer, un gran falsificador y ladrón, lo que demuestra cuán delgada es la línea que separa el genio artístico del criminal.
El falsificador de cobertizo
El 16 de noviembre de 2007, el fracasado artista contemporáneo Shaun Greenhalgh (nacido en 1961) fue declarado culpable de un plan para conspirar de una diversidad sin precedentes en la historia del crimen en el arte. Sus padres, los octogenarios Olive and George, también fueron sentenciados por su papel como fachada en una elaborada estafa para vender sus falsificaciones.
La familia produjo más de 120 falsificaciones en 17 años, con una ganancia de al menos US$1.200.000 y engañó a expertos de instituciones como Christie’s, Sotheby’s y el Museo Británico. Scotland Yard teme que más de 100 falsificaciones todavía están circulando por ahí, bajo etiquetas de originales.
La mayoría de los falsificadores se especializa en crear obras en el estilo de un solo artista o periodo. Greenhalgh produjo de todo, desde esculturas del antiguo Egipto hasta acuarelas del siglo XIX, pasando por un telescopio del siglo XVIII y una estatua de Barbara Hepworth, del siglo XX.
Los Greenhalghs fueron atrapados por un pequeño error: en un intento por copiar un antiguo relieve asirio, escribieron mal varias palabras en cuneiforme.
Shaun Greenhalgh creció en un bloque de vivienda social en Bolton, ciudad del norte de Inglaterra. Aunque no recibió ninguna educación artística formal, su padre George, un instructor de dibujo técnico, lo animó en su deseo de pintar profesionalmente. Después de que varias galerías rechazaran sus creaciones,desarrolló un rencor hacia el mundo artístico por no reconocer su talento.
Para permitir que Shaun se vengara de la comunidad artística –y para suplementar su escaso ingreso- los Greenhalgh urdieron un plan: vender falsificaciones hechas por Shaun usando una trampa de origen o procedencia.
La familia ubicaba un catálogo ligeramente oscuro de una subasta vieja y seleccionaba una obra descrita en términos vagos, tal como “antiguo jarrón, posiblemente romano”.
Shaun creaba la obra, artificialmente envejecida, para que coincidiera con la fecha señalada en el catálogo de subasta. Entonces los expertos eran llamados a “descubrir” el origen del objeto que tenían delante.
La presencia del objeto antiguo auténtico y el entusiasmo que suscitaba haber descubierto otro vinculado a aquel era suficiente para convencer a los expertos de la autenticidad de las falsificaciones de Shaun.
Era esa trampa la que hacía que el crimen fuera un éxito, no las habilidades artísticas de Shaun. En las palabras del mismo Shaun, sus creaciones eran simplemente “hechas a medias en el cobertizo del jardín”.
El genio de la estafa estaba en el show que montaba el padre de Shaun, en silla de ruedas. En su pose de inválido encantador y amable, George le presentaba las falsificaciones a los expertos, diciendo que habían estado en su familia por generaciones.
George nunca decía qué era el objeto, pero dejaba caer alguna pista acerca de su procedencia, algo que llevara a los expertos, hechizados por el aroma de un potencial descubrimiento de grandes proporciones, a vincularlo con al verdadero objeto antiguo.
Entonces les daba espacio para que sacaran sus propias conclusiones: que el objeto ante ellos era el mencionado en el catálogo, perdido hace mucho tiempo.
Los detalles de una de las falsificaciones de Shaun sirven como ejemplo de los métodos empleados por la familia. Un plato de servir romano, o plato decorativo, de la época de la ocupación de Gran Bretaña fue encontrado en Risley Park, Derbyshire, en 1736.
El labrador que lo encontró lo rompió y distribuyó los pedazos como souvenirs entre sus compañeros de trabajo. No ha habido registro del plato de Risley Park desde entonces.
En 1991, los Greenhalghs le ofrecieron un plato romano de servir al Museo Británico. Habían comprado monedas de plata romanas relativamente baratas y las habían fundido usando un horno miniatura que tenían arriba del refrigerador. Fundieron el plato, dejando las líneas visibles, haciéndolo parecer una completa reconstrucción del plato de Risley Park, según la descripción de William Stuckeley. El Museo Británico lo compró.
Otras falsificaciones de Greenhalg incluyeron esculturas supuestamente hechas por Constantin Brancusi, Gauguin y May Ray; bustos de John Adams y Thomas Jefferson y pinturas de Otto Dix, LS Lowry y Thomas Moran, cuyo trabajo podía “sacar en 30 minutos”, según presumía Shaun.
Sus dos creaciones más lucrativas fueron la Princesa de Amarna, una escultura de Calcita de medio metro supuestamente de entre 1350 y 1334 a.C., y los relieves asirios (circa 700 a.C.). Los relieves asirios, supuestamente del palacio de Senaquerib en Mesopotamia, levantaron las primeras sospechassobre la familia, que llevaron a su eventual arresto.
Las palabras mal escritas en cuneiforme llamaron la atención de expertos del Museo Británico, de quienes los Greenhalghs habían buscado autentificación.
La historia de Shaun Greenhalgh y su familia ejemplifica el tema de este trabajo:los falsificadores buscan engañar a la comunidad artística en venganza por haber rechazado sus propias creaciones originales.
Como digerida el detective de Scotland Yard Ian Lawson, “Shaun pensaba que le estaba ganando la partida a un montón de gente que debía haber sido más lista”.
Pero a diferencia de muchos falsificadores que parecieron disfrutar de su celebridad tras cumplir su sentencia de cárcel, Shaun Greenhalgh rehusó dar entrevistas y evadió los reflectores cuando salió de prisión en 2011.
Para quienes se sienten alienados por el mundo del arte, Shaun es una especie de héroe. Hacer dinero no era la motivación principal de la familia. A pesar de sus ingresos, los Greenhalgh siguieron viviendo en relativa pobreza, gastando muy poco de sus ganancias ilícitas.
Pero Shaun logró mostrarle al mundo del arte que sus habilidades, con la ayuda de una estafa de procedencia, superaba la experiencia y conocimiento de los expertos.
Fuente: BBC