Más de un millón de personas en México son descendientes de esclavos traídos de África y se identifican como “negros”, “morenos” o “afromexicanos” aun cuando no tengan apariencia negroide.
Arlene Gregorius/ NNC
Pero son poco conocidos más allá del estado de Oaxaca, en el sur del país, una situación que los líderes de la comunidad quieren cambiar radicalmente.
“La policía me hizo cantar el himno nacional tres veces, porque no creían que era mexicano”, dice Chogo El Bandeño, un cantautor mexicano negro.
“Tuve que nombrar los gobernadores de cinco estados también”.
Estaba visitando la capital, México DF, a cientos de kilómetros de su hogar, cuando la policía lo detuvo bajo sospecha de ser un inmigrante indocumentado.
Afortunadamente, su interpretación del himno y su conocimiento de los líderes políticos convencieron a los policías de dejarlo en paz.
Otros afromexicanos no han tenido la misma suerte.
Clemente Jesús López, que dirige la oficina gubernamental a cargo de asuntos afromexicanos en el estado de Oaxaca, recuerda dos casos separados con mujeres.
“Una fue deportada a Honduras y la otra a Haití porque la policía insistía que en México no hay gente negra. A pesar de tener documentos de identidad mexicanos, las deportaron”.
Con la ayuda de los consulados mexicanos, pudieron regresar pero no recibieron disculpa alguna ni indemnización, resalta López.
Comunidad ignorada
Mexicanos de raza negra han vivido en la región de Costa Chica, en la costa Pacífica de Oaxaca, desde que sus ancestros fueron llevados como esclavos desde África, en el siglo XVI.
Ganaderos coloniales españoles frecuentemente los utilizaban como capataces, para que se hicieran cargo de los trabajadores indígenas que no estaban acostumbrados a animales del tamaño de las vacas o los caballos.
Sin embargo, por fuera de la región de Costa Chica, hay poca consciencia de su existencia.
Un censo interino en 2015 indicó que la población negra era de 1,4 millones, o 1,2% de la población mexicana. En el mismo estado de Oaxaca son apenas 5% del total.
En comparación, los pueblos indígenas constituyen casi 10% de la población en México, según el censo de 2010.
La apariencia física de aquellos que se identifican como mexicanos negros varía considerablemente. Algunos son difíciles de diferenciar de los indígenas mexicanos.
“No se trata únicamente del color de la piel, también es de cómo te sientes”, explica Tulia Serrano Arellanes, una trabajadora distrital. “Tú puedes haber tenido una abuela negra y sentirte negra, aunque no lo parezcas”.
Buena parte de su identidad está basada en dónde viven. Si vives en un pueblo negro como Santiago Llano Grande, de donde viene Chogo “El Bandeño”, muy probablemente te sientes negro.
Cultura africana
Pero también se comparte una cultura común.
Por ejemplo, hay un estilo de música característica llamada la chilena, introducida a Costa Chica en el siglo XIX por marineros chilenos que pasaban camino a la quimera de oro en California, que ha sido adaptada por músicos negros.
Le han agregado instrumentos afromexicanos como la quijada, un maxilar seco de burro con dientes que repiquetean.
También está el bote, un tambor de fricción, que tiene un palo adherido a la membrana que se frota para producir una especie de bramido. Estos sonidos son parte central de la vida musical de los afromexicanos.
También hay bailes que se remontan a los días de las haciendas coloniales, incluyendo la Danza de los Diablos, que se ejecuta alrededor del Día de los Muertos, a finales de octubre y comienzos de noviembre.
Los bailarines tienen máscaras de diablo y son conducidos por un personaje áspero conocido como Pancho, el capataz de la hacienda.
Se pavonea por el lugar con un látigo, mientras su voluptuosa esposa “blanca” –interpretada por un hombre negro- coquetea descaradamente con los “diablos”y hasta con el público.
En los pueblos de Costa Chica, hasta los niños de edad preescolar aprenden los pasos del baile y se les inculca el orgullo en su herencia africana.
Reconocimiento
Pero hay frustración en la región por la falta de consciencia que hay en México sobre los afromexicanos y porque aún no han sido reconocidos oficialmente como una minoría por el gobierno.
Según Humberto Herbert Silva Silva, el director de la Oficina para Asuntos Afromexicanos en Oaxaca, se debe a que los afromexicanos hablan español, como la mayoría de los mexicanos y no tienen su propia lengua.
“Cuando solicitamos reconocimiento como minoría, salen con excusas o nos dicen que no tenemos una lengua autóctona. El lenguaje es el verdadero criterio”, dice. “Estamos siendo discriminados”.
Si los afromexicanos fueran clasificados como minoría, recibirían fondos adicionales para la promoción de su cultura y para programas de salud pública.
Pero los activistas como Israel Reyes, un maestro, quieran algo más que dinero. También es importante para ellos que la existencia de los afromexicanos será reconocida por el Estado mexicano.
“La historia de la población negra ha sido ignorada y borrada de la historia”, afirma.
Los esfuerzos de los activistas ha dado algunos resultados.
En el censo interino de 2015, los encuestados tuvieron por primera vez la opción de identificarse como negros, aunque ese no sea el término que todos los afromexicanos usan. Muchos de ellos se llaman a sí mismos “morenos” o utilizan otro término local para describirse.
Pero algunos afroamexicanos están impacientes de que no se les dé mayor reconocimiento.
Silva Silva dice que la comunidad negra está considerando incluso seguir la ruta del levantamiento indígena zapatista en Chiapas, en los años 90.
“Hasta ahora las comunidades negras han soportado discriminación y se han mantenido dentro de las vías legales, que ya están agotadas”, expresa.
“Con los zapatistas, los indígenas se levantaron, y fue un levantamiento armado para reivindicar sus derechos. Y, bueno, nuestra comunidad está pensando hacer lo mismo. Está pensando, en un futuro distante, hacer un levantamiento”, dice.
“Podría ser la única manera de obtener los derechos que nos merecemos. No puede ser correcto que la Constitución de nuestro país no nos reconozca. Hay una gran brecha entre los que los políticos dicen y lo que hacen. Tendremos que tomar acción para enviarles una advertencia“.
Fuente: BBC Mundo