Por Carlos Martínez García
El conocimiento público que hay en México sobre los menonitas, en términos generales, es folclórico y raya en la leyenda. En las semanas recientes han recibido más atención mediática que nunca: en buena parte se debe a lo que se conoce como la guerra del agua. Aquí pretendemos ofrecer información que permita entender quiénes son esos y esas, los menonitas, ciudadanos mexicanos cuyo genotipo difiere de la mayoría de la población mestiza del país.
En la agitada Europa del siglo XVI, después de la excomunión de Martín Lutero por el papa León X y la ruptura definitiva del teólogo germano con la Iglesia católica, que tiene lugar en la Dieta de Worms en abril de 1521, reinos y poblaciones toman partido por alguno de los bandos. En Suiza, particularmente en Zurich, un sacerdote católico, Ulrico Zwinglio, por la lectura en griego del Nuevo Testamento editado por Erasmo de Rotterdam en 1516 llega a conclusiones similares a las sostenidas por Lutero en Alemania.
Zwinglio es apoyado por las autoridades de Zurich e inicia un proceso de reforma religiosa y social que comienza a consolidarse en 1522. Un grupo de sus discípulos, destacadamente Conrad Grebel y Félix Manz, lo apremian para que la reforma se radicalice y trace una clara línea de separación con el Estado. Zwinglio no comparte la urgencia que le proponen, y por su parte los radicales inician el 21 de enero de 1525 la Iglesia de creyentes. Ésta es de asociación voluntaria, libre de nexos con el Estado y practica el bautismo consciente de creyentes, es decir, se declara contraria al paidobautismo, al bautismo de infantes. También subrayan el absoluto pacifismo que debe caracterizar a los seguidores y seguidoras de Jesús. Hacen del Sermón del Monte (Mateo, capítulos 5 al 7) norma de conducta personal y grupal, pero sin pretender imponerla por la fuerza.
Por su énfasis en el bautismo de creyentes, que desconoce, por tanto, el bautismo recibido como infantes y, en consecuencia, practicarlo solamente a quienes voluntariamente lo solicitaban, se les comienza a conocer como anabautistas, rebautizadores. Su decidida postura sobre que las iglesias deberían ser libres, su negativa a que hubiese iglesias oficiales en un determinado territorio, la abierta crítica tanto a católicos como a protestantes sobre la imposición que hacían en sus dominios de la respectiva confesión religiosa, conlleva para los anabautistas hostigamientos, persecuciones y penas de muerte por parte de unos y otros.
Las comunidades anabautistas, esparcidas clandestinamente por buena parte de la geografía europea, son conocidas con distintos nombres en diversas regiones del viejo Continente. Este fue el caso en Holanda, donde los seguidores de Menno Simons, son llamados menonitas por externos a la comunidad. Menno fue sacerdote católico por poco más de una década (1524-1535). En este último año decide integrarse a los núcleos anabautistas holandeses, y muy pronto llega a ser su principal líder. Simons comparte muchos puntos con reformadores protestantes, pero difiere en otros, como la separación Iglesia-Estado y que la asociación de los creyentes debe ser absolutamente voluntaria, libre de cualquier tipo de coacción por autoridades políticas y religiosas.
En vida y, sobre todo, tras la muerte de Menno Simons (31 de enero de 1561), los menonitas se ven obligados a peregrinar por distintas naciones y se asientan en algunas donde más o menos pueden tener cierta libertad para vivir sus creencias. El hostigamiento externo contribuye para que al paso de los siglos los menonitas adquieran un carácter separatista de la sociedad.
Un considerable grupo de menonitas de Prusia emigra a Ucrania, lo hace en 1788 a invitación de Catalina la Grande, de origen prusiano. Conservan como lengua el alemán bajo. La exención del servicio militar que les otorga Catalina es respetada por poco más de ocho décadas. En 1870 el privilegio es revocado y los menonitas rusos inician un éxodo a Estados Unidos y Canadá.
La misma razón por la que emigran de Rusia, la obligación de prestar servicio militar y la posibilidad de participar en conflictos armados, hace que un sector menonita busque salir de Canadá a principios de la década de los veinte del siglo pasado. Es así cómo en 1922, mediante un convenio con el gobierno revolucionario de Álvaro Obregón, los menonitas se instalan en México, en Chihuahua, en un extenso valle alrededor de ciudad Cuauhtémoc. La historia de esta inmigración es narrada detalladamente en el Museo Menonita (carretera Cuauhtémoc-Álvaro Obregón, kilómetro 10), que impulsa Pedro Rempel.
Una expresión describe la transformación de los herederos de los menonitas llegados hace 90 años al país: antes se decía los menonitas de Chihuahua, ahora Chihuahua de los menonitas. El dicho refleja el poder productivo y económico alcanzado por los descendientes de hombres y mujeres que solamente buscaban un lugar para poder vivir sin la obligación de tomar las armas.
El diferendo de algunos colonos menonitas con barzonistas por la perforación de pozos y distribución del agua tiene varias aristas. No es asunto fácil de dirimir, pero se ha complicado por la inacción de las autoridades estatales y federales. Los asesinatos del integrante de la dirección de El Barzón en el estado, Ismael Solorio Urrutia, y de su esposa, hace nueve días, tienen que ser aclarados y los responsables enjuiciados. Las asambleas menonitas han reprobado los arteros crímenes y reiterado su compromiso con soluciones pacíficas a los conflictos. Deseamos que unos cuantos de ellos no hayan sucumbido a la tentación de recurrir a la violencia para defender los que consideran sus derechos.
Fuente: La Jornada