A un año del triunfo de López Obrador en la elección presidencial, Porfirio Muñoz Ledo se resiste a hacer un balance del tramo inicial de su gobierno. En cambio, en entrevista con Proceso relata cómo su trayectoria política confluyó con la del tabasqueño hasta el triunfo del año pasado, con el que arrancó lo que el presidente de la Cámara de Diputados considera “un nuevo ciclo político” en México. Y afirma a partir de su propia historia que “los empresarios, desde entonces, también se propusieron tomar el poder político en México –como ahora traman”.
Por Álvaro Delgado/ Proceso
Cuando era inminente el triunfo de Andrés Manuel López Obrador, consumado hace justo un año, Porfirio Muñoz Ledo fue directo con su amigo y aliado político desde hace décadas:
—Te quiero pedir una sola cosa.
—Dígame, licenciado.
—Te quiero poner la banda presidencial.
“‘Pues sí’, me dijo, ni modo que me dijera que no —rememora el presidente de la Cámara de Diputados. ¡Esa es la razón por la que estoy hoy aquí! Una frase: ‘Te quiero poner la banda’. Ese fue el compromiso.”
Relevancia
Y este acontecimiento, el 1 de diciembre de 2018, simboliza el fin de un régimen político y el inicio de un nuevo ciclo histórico en México, pero también representa la coronación de la intensa vida política de Muñoz Ledo, protagonista clave en la evolución del país en el reciente medio siglo.
Tras el triunfo de López Obrador, no tiene duda sobre el proyecto actual del gobierno: “Es el primer intento serio de reformar el régimen político; Fox y Calderón no lo hicieron”. Pero aclara: “Desmontar un régimen es muy complicado”, en particular cambiar la política económica.
Advierte que la oposición al proyecto de López Obrador no está en México —”formalmente no la hay”, y Fox y Calderón “son sólo payasos de circo”—, sino en Estados Unidos, con Donald Trump, que quiere enjaularnos con el tema migratorio.
Argumenta: “Los norteamericanos no quieren ver, en el largo plazo, un gobierno independiente. No olvidan que López Obrador indicó que la mejor política exterior es la interior. Nos quieren imponer un modelo económico y tenernos en una jaula”.
Y aunque López Obrador no quiere confrontarse, Muñoz Ledo alerta sobre las consecuencias de esta política en la reelección que pretende el presidente de Estados Unidos: “Si Trump logra exhibirnos en una jaula, puede ganar. Ese es el tema”.
Considera que México debe capitalizar lo que ya se advierte en Estados Unidos: “Empezamos a tener un fenómeno que hay que estudiar: la creciente oposición a Trump y, sobre todo, la conducción de Nancy Pelosi, presidenta del Congreso, cuya última declaración fue que quiere meter a la cárcel a Trump”.
Por eso insta al gobierno de López Obrador a hacer política fuera de México y con otros países. “Tenemos que hacer política dentro de Estados Unidos”, subraya, pero también diversificar la política exterior: “Amistad con la Unión Europea, amistad con China, amistad con Rusia, amistad con la India. Ese es el siguiente paso”.
Muñoz Ledo insiste en que seguirá oponiéndose a que Trump imponga más condiciones a México: “Si no hago estas cosas, no se polariza el asunto y los gringos piden más. Ojalá el Congreso mexicano entero tomara mi posición, eso sería un freno”.
Jefe de gobierno, no
Nacido en la Ciudad de México en 1933, por lo que el 23 de julio cumplirá 86 años, Muñoz Ledo ejerce por segunda ocasión la presidencia del Congreso. La primera, en 1997, fue parte del fin de la hegemonía del PRI en la Cámara de Diputados, paso previo a la alternancia en la Presidencia de la República.
A diferencia de la época del predominio priísta, asegura que él y Morena no han ejercido su mayoría de manera arbitraria en las dos cámaras: “¡No hemos sido una mayoría aplastante, no es cierto!”
Y cuando le piden usar la mayoría argumenta: “Yo no soy miembro del gobierno, pero quedé con Andrés en que no íbamos a ser una mayoría aplastante, sino a actuar buscando el consenso. Y en eso sigo. Tengo la mejor relación con todos los partidos, porque se me ha visto imparcial”.
La historia de Muñoz Ledo y la de López Obrador, y con ellos la de México, pudo haber cambiado a finales de 1999: el primero quería ser candidato presidencial, pero el segundo le ofreció serlo a la Jefatura de Gobierno de la Ciudad de México.
Muñoz Ledo destaca sobre ese episodio un rasgo de la manera de hacer política de López Obrador: “Andrés siempre ve hacia adelante, no se dan cuenta, pero sigue viendo adelante siempre”.
Perfilado Cuauhtémoc Cárdenas para ser candidato presidencial por tercera ocasión, López Obrador le dijo: “Licenciado, no conviene que haya una confrontación entre usted y el ingeniero”.
“—¿Y qué me propones?
“—La Jefatura de Gobierno. La de 1997 usted la logró con la reforma electoral. Todos saben que la negociación la hizo usted.
“—No. No se vale que yo me tenga que hacer a un lado siempre.
Analizaron quién podría ser el candidato, como Ifigenia Martínez, Marco Rascón, Demetrio Sodi y Pablo Gómez, con escasa viabilidad de retener el gobierno, hasta que Muñoz Ledo le dijo: “Tú, tú, tú”.
“Yo le había echado mucho coco. Salió candidato y ganó por un pelito, pero pasó en 2000 lo que él había pensado: yo iba a quedar en el aire, fundé mi corriente democrática y Cuauhtémoc no despegó.”
Aunque Muñoz Ledo optó por aliarse con Fox, la relación con López Obrador se mantuvo. Al regresar como embajador ante la Unión Europea, fracasado el proyecto de reforma del Estado por desdén presidencial, en 2005 el desafuero los hizo reencontrarse.
Ese episodio explica la historia actual: no sólo por los grandes mítines que superaron a los de 1988, sino por el trabajo de López Obrador.
(Reportaje especial publicado en Proceso 2226, ya en circulación)