El grupo de asesores colombianos que está en México para contribuir a la recaptura del Chapo Guzmán propuso integrar un Bloque de Búsqueda especializado como el que localizó y abatió al jefe del Cártel de Medellín, Pablo Escobar Gaviria, en 1993. Otra unidad similar capturó dos años después a los hermanos Rodríguez Orejuela, los capos de Cali. Por su parte, investigadores, periodistas y políticos del país sudamericano advierten que la fuga es un síntoma del poder que conserva el narcotráfico y de la corrupción que impera en el sistema político mexicano.
Por Rafael Croda/ Proceso
Bogotá— El grupo de altos oficiales activos y retirados de la Policía Nacional de Colombia (PNC) que asesora al gobierno de Enrique Peña Nieto en la persecución del Chapo Guzmán considera factible aplicar eficazmente en México el modelo denominado Bloque de Búsqueda, puesto en práctica en el país sudamericano en los años noventa para capturar a los jefes de los cárteles de Medellín, Pablo Escobar, y de Cali, Gilberto y Miguel Rodríguez Orejuela.
“Es uno de los temas que hemos tratado”, dice a Proceso el exdirector de la PNC, general Rosso José Serrano, quien estuvo en México durante la tercera semana de julio para estudiar el operativo contra Joaquín Guzmán Loera que desarrollan la Comisión Nacional de Seguridad (CNS), la Agencia de Investigación Criminal (AIC) y las Fuerzas Armadas.
De acuerdo con Serrano –quien era director de la PNC en 1995, cuando un Bloque de Búsqueda capturó a los hermanos Rodríguez Orejuela–, los encargados de las agencias mexicanas de seguridad fueron muy receptivos en cuanto a la experiencia que vivió Colombia en los ochenta y noventa al enfrentar a los mayores capos de la droga.
“Tuvimos una buena empatía, muy sincera; les hablamos de lo que nos ha pasado acá y fueron muy receptivos. La gente está muy estimulada y vamos a seguir ayudando, con toda la humildad, en lo que podamos”, indica el general retirado.
El Bloque de Búsqueda fue creado en Colombia en 1990 para perseguir a Escobar, quien libraba una feroz guerra narcoterrorista contra el Estado en la que murieron alrededor de 5 mil policías, jueces, políticos y civiles. La nueva unidad fue integrada por oficiales y efectivos de élite de la PNC, el ejército, la armada y el Departamento Administrativo de Seguridad (DAS), un organismo de inteligencia que desapareció posteriormente.
Al seleccionar a sus miembros se privilegiaron sus habilidades profesionales y su honestidad, corroborada mediante la verificación de sus antecedentes. Todos fueron entrenados por comandos estadunidenses y contaron con el apoyo tecnológico y de inteligencia de la DEA, la CIA, el FBI, el Mossad de Israel y los servicios británicos y franceses de seguridad.
El Bloque de Búsqueda fue desintegrado cuando Escobar se entregó a la justicia, en junio de 1991, pero cuando éste huyó de la cárcel de La Catedral, el 21 de julio de 1992, el entonces presidente César Gaviria lo reactivó. Esa unidad de élite dio muerte al capo el 2 de diciembre de 1993 en Medellín, luego de un rastreo de sus llamadas telefónicas que incluyó el sobrevuelo de aviones espía estadunidenses en esa ciudad.
El general Serrano señala que “por ahora es mejor guardar cierta prudencia” sobre los detalles de la asesoría que presta Colombia a México para capturar al Chapo, ya que un grupo de oficiales colombianos que permanece en este país evalúa la estrategia que aplican la CNS, la AIC y las Fuerzas Armadas para recapturarlo, con el objetivo de apreciar de cerca el operativo y hacer recomendaciones.
El grupo de asesores colombianos que viajó a México fue encabezado por Serrano y los generales retirados de la policía Ismael Trujillo Polanco, quien era director de Investigación Criminal cuando fueron capturados los hermanos Rodríguez Orejuela, y Luis Enrique Montenegro, director del DAS cuando Escobar fue abatido por el Bloque de Búsqueda.
El director de la PNC, general Rodolfo Palomino, indica que colabora permanentemente con México. “En el caso del Chapo Guzmán no hay ninguna duda de que las autoridades mexicanas van a ser capaces de capturarlo”, agrega.
El pasado 11 de julio, Guzmán se fugó del penal El Altiplano a través de un túnel de 1.5 kilómetros. En enero de 2001 había escapado del penal de Puente Grande, Jalisco.
Fuentes de la PNC consultadas por Proceso afirman que los oficiales activos de esta institución que permanecen en México forman parte de las direcciones de Investigación Criminal e Interpol (Dijin), Antinarcóticos, Inteligencia y el Grupo Antisecuestro y Antiextorsión (Gaula).
Las fuentes indicaron que el Gaula tiene a “los mejores rastreadores de Colombia y muy probablemente de Latinoamérica”. Son expertos en seguir la pista a través de las triangulaciones que hacen los delincuentes por teléfonos celulares y otros equipos de comunicación.
El fantasma de Escobar
La fuga del Chapo recordó a los colombianos aquella que protagonizó Pablo Escobar acompañado de sus pistoleros más leales en la cárcel La Catedral, hecho que avergonzó al gobierno de César Gaviria. Tras una persecución de 16 meses, iniciada al día siguiente de la huida, Escobar fue ubicado en una casa de Medellín.
Igual que en la evasión de Guzmán Loera, en la huida de Escobar confluyeron la corrupción, la ineficacia y la indignación mayúscula de los ciudadanos ante la facilidad con que un capo de la droga logra doblegar a un Estado incluso después estar en sus manos.
El experto en seguridad global Gustavo Duncan dice a este semanario que “la fuga del Chapo fue un golpe simbólico muy fuerte para el gobierno de Enrique Peña Nieto, como en su momento lo fue la fuga de Pablo Escobar para el gobierno de Gaviria”.
Doctor en ciencias políticas por la universidad estadunidense de Northwestern, Duncan señala que así como Gaviria pagó un alto costo político con la evasión de Escobar, con la huida del jefe del Cártel de Sinaloa “el que pierde y paga ese costo es Peña Nieto, que de por sí iba mal y ahora va peor”.
Se suponía que el gobierno mexicano había logrado someter a los grandes capos del narcotráfico, añade, “pero ahora quedó en evidencia una debilidad para garantizar su permanencia en prisión, lo que tiene que ver con un problema de corrupción muy grande en el sistema penitenciario”.
La evasión del Chapo y la crisis que ésta desató en el gobierno de Peña Nieto ha ocupado amplios espacios en la prensa escrita, la radio, los portales informativos y la televisión de Colombia.
En el diario El Tiempo, el caricaturista Matador publicó un cartón en el que Pablo Escobar se entera de la fuga de Guzmán Loera cuando lee un periódico en el infierno, y exclama: “Me quito el sombrero”. Junto a él aparece un gran sombrero mexicano.
En las redes sociales circulan memes en los que El Chapo se proclama el hombre que necesita Bogotá para hacer realidad el Metro de la ciudad, por su habilidad para abrir túneles, mientras los gobiernos de la ciudad llevan años postergando el inicio de esas obras.
Al político y maestro en seguridad nacional de la Universidad de Georgetown Andrés Villamizar Pachón, la evasión carcelaria del jefe del Cártel de Sinaloa le dejó “la horrible sensación de estar viviendo algo ya vivido”.
Enterarse de esa noticia, explica el exdirector de la Unidad Nacional de Protección de Colombia, lo remitió a la fuga de Escobar de La Catedral.
Y es que la vida de Villamizar Pachón está marcada por la violencia desatada por Escobar contra el Estado. El exfuncionario es hijo del fallecido congresista Alberto Villamizar, quien salió ileso de un atentado del Cártel de Medellín en 1986 a pesar de los más de 30 disparos que impactaron su vehículo.
Su madre, la exministra de Educación Maruja Pachón, permaneció seis meses secuestrada por la organización criminal entre 1990 y 1991, y su tío, el político liberal Luis Carlos Galán, fue asesinado por órdenes de Escobar cuando era precandidato presidencial en 1989.
Villamizar Pachón señala que con la fuga del capo mexicano recordó “esa horrible sensación que sintió mi familia cuando se fugó Escobar”.
De acuerdo con el experto en seguridad, la evasión de Guzmán Loera tiene “varios agravantes”: es la segunda que protagoniza; el gobierno de Peña Nieto optó por no extraditarlo a Estados Unidos a pesar “de que se le dijo que lo hiciera”, y después de la fuga el gobierno de México “no respondió al ofrecimiento de ayuda que le hizo Estados Unidos para recapturarlo”.
La fuga del Chapo incluso fue utilizada por el expresidente y actual senador opositor Álvaro Uribe para criticar el proceso de paz del gobierno colombiano y los guerrilleros de las Fuerzas Armadas Revolucionarias de Colombia (FARC).
Según Uribe, la capacidad del capo mexicano para evadirse está alimentada por el narcotráfico, “y el principal proveedor de droga en México son las FARC”.
De acuerdo con Uribe, el grupo insurgente está relacionado con el jefe del Cártel de Sinaloa. “Mientras el mundo está conmovido por el escape del Chapo, aquí hay como gran noticia un acuerdo con el grupo terrorista que lo provee de droga”, aseguró el exmandatario en un foro internacional que se realizó en Bogotá.
Y el actor colombiano Marlon Moreno, protagonista de la teleserie El Capo, envió desde su cuenta de twitter un mensaje, a modo de broma, al narcotraficante mexicano. En su papel de Pedro Pablo León Jaramillo, jefe mafioso que interpreta en El Capo, Moreno dice: “Mi’jito, quihubo, ¿oíste? Pues felicitaciones por ese túnel que te quedó una berraquera (muy bien). Me alegra mucho porque por ahí te jodiste al cretino de tu país”.
Remata con un supuesto mensaje de apoyo: “Vos sabes que contás conmigo, cualquier lugar que necesites para quedarte, solamente me avisás”.
El video generó críticas a Moreno en las redes sociales, donde lo acusaron de elogiar a un connotado delincuente y de hacer “chistes pendejos” con un tema serio.
Para Gustavo Duncan, quien este mes presentó en México su libro Más que plata o plomo: el poder político del narcotráfico en Colombia y México, el acontecimiento obliga a Peña Nieto a replantear su estrategia de seguridad:
“Va a concentrar los esfuerzos en recapturar al Chapo y eso hará su estrategia menos viable. La extradición de grandes capos también será un tema de discusión porque Estados Unidos va a argumentar que México ni siquiera tiene un sistema penitenciario que garantice su encarcelamiento.”
Fuente: Proceso