En la zona de Tulum, Quintana Roo, en lo más profundo de los cenotes que conforman un vasto laberinto de cuevas inundadas, especialistas mexicanos y extranjeros han descubierto un total de 10 cráneos prehistóricos humanos durante poco más de una década de investigaciones.
Por Mónica Mateos-Vega
Se trata de “una colección enorme” que replantea las teorías acerca de los orígenes de los primeros pobladores del continente, explica en entrevista con La Jornada el paleontólogo alemán Wolfgang Stinnesbeck.
Lo fascinante de esos hallazgos, añade, es enfrentarse a las preguntas que esos restos fósiles provocan, por ejemplo, “durante mucho tiempo se pensó que los humanos más antiguos de América pertenecían a un grupo llamado Clovis, conocido por sus vestigios en el norte de Estados Unidos; llegaron hasta Sonora y quizás hasta Guadalajara. Ellos se caracterizaban por tener cráneos estrechos, con una frente alta.
“Pero si se les compara con los cráneos que encontramos en la península de Yucatán, que son más o menos de la misma edad (entre 13 mil y 10 mil años de antigüedad), las calaveras de aquí son completamente diferentes: redondas, con la frente baja. Entonces, se trata de un grupo con obvias diferencias con los Clovis, y uno puede preguntarse si dos grupos diferentes llegaron a América de manera contemporánea o por caminos diferentes o si el grupo que colonizó Yucatán se desarrolló de los ancestros de los Clovis y, si fue así, ¿cuándo se dio la separación?
“Hay que tener en cuenta que la evolución de la fisonomía de una especie requiere mucho tiempo, son procesos lentos; hay también una adaptación a la zona. Es apasionante pensar que hace tan sólo 10 años ni siquiera se sabía que en ésta área vivieron grupos más antiguos que los mayas, que tienen 2 mil años.
“Hoy sabemos que hace 13 milenios ya había humanos aquí y hay que preguntarse si fueron los primeros en la península que se quedaron de manera permanente, o si los mayas, o quizá los olmecas, evolucionaron de ellos, o si se extinguieron en la zona y olmecas y mayas son nuevos grupos que llegaron de otras partes. Son dudas muy básicas que hay que resolver.”
El esqueleto más antiguo
En 2006, añade el investigador, se localizaron las primeras osamentas en el cenote de Chan Hol. Años más tarde se emprendió la recuperación de otro esqueleto que estaba a más de ocho metros de profundidad.
“No lo pudimos fechar por radiocarbono, porque ya no había ese material en los huesos. Pero lo fechamos muy bien por una estalagmita que creció encima de uno de los huesos, con métodos isotópicos. Tiene casi 13 mil años y, probablemente, es el más antiguo de América.
“Ixchel fue el tercer cráneo encontrado en esas cuevas en 2016, apenas tiene entre 10 mil y 10 mil 500 años. Cada hallazgo aporta una pequeña piedrita para descifrar, sobre todo, cómo ocurrieron los cambios climáticos que en ese periodo ocasionaron una extinción masiva de muchos grupos.
“Con cada buceo encontramos algo nuevo. Quintana Roo tiene el sistema de cuevas inundadas más grande del mundo. Se estima que son más de 10 mil kilómetros, de los cuales apenas conocemos mil 800, ni siquiera 20 por ciento.
“Hay muchos lugares totalmente desconocidos; eso tiene que ver también con la accesibilidad. Hace 20 años, cuando visité la zona por primera vez, sólo había una carretera y lo demás era selva. Ahora que cada día tenemos más accesibilidad a los cenotes, es casi seguro que donde se construya una nueva carretera o un nuevo ecoparque encontraremos nuevos hallazgos.”
Sin embargo, aclara el paleontólogo, los investigadores no ingresan a los cenotes por los puntos que están abiertos al público o los que son muy conocidos. Ubican entradas alejadas, “por accesos peligrosos y oscuros, donde pocas personas tienen la experiencia para bucear. Nuestra comunidad de científicos paleontólogos es relativamente pequeña y, por fortuna, las personas en Yucatán ya están muy sensibilizadas con respecto al trabajo que realizamos; saben que si hacen un hallazgo, puede ser una aportación muy importante para la ciencia, y nos avisan”.
Stinnesbeck dijo que debido a las restricciones a causa de la pandemia de Covid-19 por el momento no se está realizando mucho trabajo de campo. Su país natal no ha permitido viajes de científicos a México.
“Nos encantaría seguir con los buceos, pero por el momento estamos parados. Sólo tenemos el trabajo de gabinete, de donde han salido varios estudios, como el de Ixchel, que dimos a conocer en 2020, pero tenemos muchos más por publicar”, concluyó el profesor, ahora jubilado, del Instituto de Ciencias de la Tierra de la Universidad de Heidelberg de Alemania.
Fuente: La Jornada