Por Jorge Zepeda Patterson
El PRI y el PAN ya comenzaron a construir el futuro (su futuro). Entre más tiempo tarde la izquierda en salir de su pleito con el pasado, más frágil será su porvenir. Primero, es un hecho que el TRIFE fallará a favor de Peña Nieto y no habrá movilización o alegato jurídico que valga. Y segundo, la alianza del PRI y el PAN que comienza a advertirse permitirá a la nueva administración gobernar con tal margen que puede darse el lujo de ignorar a los tres partidos del Movimiento Progresista. La izquierda tiene que reaccionar rápido o se pasará seis años marginado del escenario político principal.
Si los lopezobradoristas siguen pensando que Peña Nieto no aguantará dos años en el poder porque su gobierno será desbordado por la realidad, como creían que iba a suceder con Calderón hace seis años, la historia los dejará atrás.
Firmeza y elegancia en el proceso poselectoral
Esto no quiere decir que tenga que tragarse las irregularidades de las pasadas elecciones de manera pasiva. Sin duda, el reclamo a las instancias jurídicas y la presión política ante el IFE y el TRIFE encarecerá la factura para los que quieran comprar a billetazos las siguientes elecciones. Las denuncias del PRD, si son bien canalizadas, deberán servir para mejorar las leyes electorales y obturar los huecos que la ley y su mala aplicación aun permiten en materia de malas artes. Es una batalla que hay que dar. Pero será más difícil construir si en el proceso se destruyen los puentes con el IFE y el TRIFE de manera irreparable. Son instituciones que necesitan ser apuntaladas y mejoradas sustancialmente, pero poco se logrará si se les intenta reparar a mazazos.
De igual forma, el repudio a los resultados debe hacerse con un ojo puesto en la opinión pública. Hay una gran diferencia entre parecer un mal perdedor, en refunfuñado y potencialmente violento; o un jugador responsable que busca el mejoramiento de los procesos democráticos. Una cosa es cuestionarle al árbitro un penal discutible y otra reclamarle a empujones. El resultado será el mismo (se cobrará el penalti), pero la actitud de la afición en la tribuna y los comentaristas deportivos será totalmente distinta. En todo caso, la izquierda debe asumir que los medios de comunicación en su mayoría juegan en su contra y que sus acciones serán distorsionadas a la menor provocación.
Una vez que el TRIFE tome su decisión (no habrá sorpresas), la izquierda debería concentrarse en hacer un saldo de las irregularidades que pueden ser neutralizadas mediante nuevas leyes. Necesitará de la opinión pública para ejercer la presión en las cámaras para conseguirlo.
Frente al PRIAN
En la medida en que Calderón siga siendo el hombre fuerte del PAN, el gobierno de Peña Nieto tiene asegurada una alianza táctica que le pavimenta el camino de la gobernancia. La decisión sobre MVS, la compra de un nuevo avión presidencial, las cinco reuniones privadas que EPN y Calderón han tenido en las últimas semanas, anticipan las negociaciones que habrá en el futuro. El panista hará lo que sea necesario para garantizar su seguridad política y jurídica en el próximo sexenio. Incluso darle al gobierno la mayoría en el Congreso para las reformas constitucionales (sobre las cuales, además, no difieren sustancialmente ambos partidos).
Algunas reformas son imprescindibles, pero a condición de que incluyan el punto de vista de las mayorías desprotegidas, tradicionalmente representado por las izquierdas. Si el Movimiento Progresista no teje bien su estrategia podría quedar fuera del diseño institucional que rija al país en los próximos años. En otras palabras, más privilegio a los monopolios, mejores condiciones para el 50 por ciento que opera sobre la línea de pobreza, normas autoritarias frente a la ciudadanía, los activistas y los derechos humanos.
El peso físico de la izquierda en términos institucionales no alcanza para contrarrestar al PRI y al PAN juntos. Necesitará de las redes, de la opinión pública, de los universitarios, de los movimientos civiles, de las ONGs. Y para ello requiere de una estrategia más inteligente que el mero exabrupto o la acusación crónica de los males del sistema.
La izquierda tendría que convertirse en verdadero representante del interés de la mayoría de los ciudadanos que no forman parte de los castas privilegiadas. Esto significa construir propuestas viables frente a las leyes y programas que emanen del gobierno. No se trata simplemente de vilipendiar lo que venga de la administración pública. Se trata de construir de cara a una sociedad más democrática y justa. En ocasiones eso significa que habrá que ofrecer opciones alternativas a las ideas oficiales, en otras bastará con incorporar matices.
Hasta ahora el movimiento lopezobradorista ha sido más eficaz para denunciar que para proponer. Sin embargo, tiene el potencial para conseguir lo segundo. La gestión en el Distrito Federal de AMLO y la de sucesor, Marcelo Ebrard, se caracterizaron por su relativa eficacia y, sobre todo, por su ingenio para sacar adelante proyectos ambiciosos e importantes.
Un liderazgo real y popular, paralelo al presidencial, no significa un gabinete de sombra ni una banda presidencial impuesta en un mitin espontáneo en el Zócalo. Significa una batería de propuestas concretas estudiadas, profundas y viables que constituyan un benchmarking para el gobierno. Significa, sobre todo, un acto de imaginación constructiva capaz de conquistar a la opinión pública y presionar a la clase política en el poder.
Eso es lo único que puede contrarrestar el poder del PRI y el PAN que se nos viene encima. El carisma de Andrés Manuel y sus quejas reiteradas o la capacidad de negociación de los Chuchos en los pasillos de San Lázaro y los restaurantes de Polanco son un pobre contrapeso frente al PRIAN. Sólo una izquierda proactiva, vanguardista y verdadera representante de la sociedad civil (no sólo de los pobres) será capaz de resistir.
@jorgezepedap
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Artículo publicado originalmente en SinEmbargo.mx