Un documento estadunidense clasificado “top secret”, que forma parte de la Operación Leyenda –investigación del asesinato del agente de la DEA Enrique Camarena– saca a la luz una serie de nombres y hechos que pudieron haber desembocado en el homicidio en 1984 del periodista mexicano Manuel Buendía, un verdadero thriller aún en espera de desenlace. Se habla ahí de las familias jaliscienses Leaño y Aviña, del general Vinicio Santoyo y de Manuel Bartlett –actual senador por el PT–, y se mencionan especialmente los vínculos de la CIA con el traficante de armas Gerhard Mertins, con la llamada Contra nicaragüense y con la ultraderecha mexicana. Pero el denominador común, la punta al final de todos los hilos, es el Cártel de Guadalajara, dirigido entonces por Rafael Caro Quintero.
Por J. Jesús Esquivel/ Proceso
Washington— La Agencia Central de Inteligencia (CIA), varios políticos mexicanos, un traficante alemán de armas y el asesinato del periodista Manuel Buendía forman parte de una trama que, de una u otra manera, involucra también al Cártel de Guadalajara, el cual dirigía en los aos ochenta Rafael Caro Quintero, de acuerdo con un expediente del gobierno de Estados Unidos elaborado por su Departamento de Justicia y clasificado como de máximo secreto.
Fechado el 13 de febrero de 1990, el documento –con una etiqueta en la cual se estampó el sello de “top secret”– contiene las declaraciones del ciudadano estadunidense Victor Lawrence Harrison, subcontratista y operador de la CIA en México, quien en los ochenta colaboraba con el Cártel de Guadalajara, con la desaparecida Dirección Federal de Seguridad (DFS) y con la propia agencia estadunidense de espionaje.
“Entre 1981 y 1984, Buendía Téllez Girón (sic) recibió información de parte de otro periodista de apellido Velasco, de que en Veracruz, guerrillas guatemaltecas estaban siendo entrenadas en un rancho que pertenecía a Rafael Caro Quintero”, se lee en uno de los párrafos de la primera de cuatro páginas del expediente.
“Las operaciones/entrenamiento en el campo (rancho) eran dirigidas por la CIA, utilizando a la DFS para encubrirse”, subraya el documento, copia del cual tiene Proceso. Las declaraciones de Harrison fueron hechas el 9 de febrero de 1990 a los agentes de la Administración Antidrogas (DEA) de Estados Unidos Héctor Berrellez y Wayne Schmidt.
En el expediente el nombre del declarante (Harrison) está tachado para proteger su identidad.
Lo identifica Berrellez que, en entrevista, explica: “Harrison era un operador de la CIA, lo sacamos de México y lo regresamos a Estados Unidos para que cooperara con la DEA en la investigación del homicidio de Enrique KikiCamarena (en Guadalajara el 9 de febrero de 1985)”.
El documento “top secret” es parte de la investigación del caso Camarena –la Operación Leyenda– de la cual Berrellez era supervisor cuando la DEA llevó a Harrison a Estados Unidos.
Berrellez sostiene que el Departamento de Justicia de Estados Unidos clasificó como “top secret” este expediente y otros centenares más (recopilados en el transcurso de la Operación Leyenda) y los archivó como “riesgosos para la seguridad nacional” porque en ellos se menciona el involucramiento de la CIA con el narcotráfico mexicano, con las guerrillas centroamericanas y políticos mexicanos que colaboraban con los capos Rafael Caro Quintero y Ernesto Fonseca Carrillo, entre otros.
De la información recopilada en el documento cabe destacar la mención del nombre del periodista mexicano a quien, según Berrellez, “asesinó la CIA” (Proceso 1929).
El homicidio de Buendía sigue envuelto en una nube de dudas, mitos, teorías y misterios. Es un verdadero thriller. Nunca se ha tenido certeza de quién o quiénes ordenaron la eliminación del columnista, mucho de cuyo trabajo exhibía las andanzas de los agentes de la CIA en México.
(Fragmento del reportaje que se publica en Proceso 1953, ya en circulación)