Por Bernardo Bátiz V.
Empieza el año con nuevos impuestos, con precios más altos en las cosas y los servicios que requerimos diariamente; más en el ámbito federal, un poco menos en el Distrito Federal. Nos amenaza también la entrada a saco de las poderosas empresas trasnacionales, cuyo objetivo es ganar mucho y compartir poco, esto es, pagar menos, lo menos posible a trabajadores, empleados y proveedores, exprimirnos al máximo, así como a la naturaleza exangüe y luego retirarse; todo esto nos obliga a considerar estrategias para nuestra legítima defensa.
En la ciudad de México debemos insistir en que se revise el precio del Metro y que no se incrementen impuestos y derechos; el gobierno no es un negocio y su deber es buscar el bienestar de los gobernados, no obtener utilidades; con poco se puede hacer mucho si se moderan sueldos y prestaciones de los funcionarios de alto rango y se suprimen gastos suntuarios y de publicidad; el culto a la personalidad también significa una sangría que bien puede evitarse. En nuestra ciudad capital ya se han experimentado con éxito estas medidas.
Por si las flies (moscas, para los que ignoran el lenguaje de Shakespeare) debemos los ciudadanos, la gente, tomar nuestras propias medidas de austeridad y de legítima defensa de la economía popular, además de las acciones políticas que ya están en proceso.
Hay muchas oportunidades; por ejemplo, caminar más y usar menos transportes, con lo que ahorraremos en costo de energéticos y en pago de gimnasios; los que puedan andar en bicicleta que lo hagan y, finalmente, preferir transporte público al automóvil individual.
Podemos producir por nuestra cuenta aun cuando sea en mínima proporción algo de lo que consumimos; se puede sembrar hasta en una maceta una mata de jitomates y veremos con asombro la cantidad que de este producto mexicano de exportación se da con agua de lluvia o riego mínimo. Cuando era niño había en casa (más bien pequeña) un gallinero en el patio, en el que las gallinas se alimentaban con algo de alfalfa, además de desperdicios de comida. Cada quien, entre muchas posibilidades, podrá encontrar su propia individual aportación a la economía popular, que sumada a la de otros, producirá su efecto.
Prefiramos establecimientos independientes de barrio o de colonia a las cadenas de conveniencia y a las grandes tiendas extranjeras, así el dinero se queda en México y la mercancía que compramos también, y no engordamos más a los grandes negocios deshumanizados e impersonales.
Podemos identificar empresas como Pascual, que no tienen como única finalidad la ganancia exorbitante, que sigue resistiendo una competencia inmoral y tramposa y se mantiene como símbolo de la economía solidaria y de servicio.
Con familiares, amigos o vecinos tratemos de organizar cooperativas de consumo; saldrán más baratos algunos productos necesarios comprados al mayoreo y no pieza por pieza; estar alerta frente a las campañas publicitarias es hoy en día una práctica de supervivencia frente a empresas que gastan a nuestra costa, en publicidad, glamur y lujo para deslumbrarnos y aturdirnos.
Resistir y no ser crédulos ante las recomendaciones, insinuaciones y exigencias de los medios, televisión en especial, nos puede ahorrar dinero y es un ejercicio para vivir menos angustiados y más tranquilos.
Todos podemos imaginar y organizar otras muchas medidas para defendernos de la codicia que amenaza con aplastarnos si continuamos desunidos y prestos a obedecer ciegamente lo que nos dicen los medios de comunicación, por su propia cuenta o por encargo de las autoridades o de los anunciantes, que quisieran convertirnos en tributarios dispuestos a pagar y pagar todas las ocurrencias o excentricidades que nos presentan como fórmulas infalibles de felicidad y salud; éstas, salud y felicidad, las obtendremos con nuestro trabajo, vida ordenada y buen humor, no corriendo tras de cada cosa que nos ofrezcan o prometan.
Fuente: La Jornada