Por Esteban Israel/ Reuters
El presidente Evo Morales podría recorrer en diciembre 19.000 kilómetros hasta las remotas montañas del sur de China para el lanzamiento del Túpac Katari, el primer satélite boliviano.
Y su viaje al centro espacial de Xichang para ver despegar al satélite de fabricación china, en el que invirtió 300 millones de dólares, ilustra lo lejos que algunos líderes latinoamericanos están dispuestos a ir en busca de independencia tecnológica de Estados Unidos.
La alternativa, sin embargo, podría estar mucho más cerca de lo que Morales imagina.
Brasil quiere capitalizar la urgencia de sus vecinos por desmarcarse tecnológicamente de Washington, tras reportes de que la Agencia de Seguridad Nacional (NSA) espió incluso a aliados como la presidenta Dilma Rousseff y el mexicano Enrique Peña Nieto.
Desde que surgieron las primeras denuncias en julio, Brasil aceleró los planes para poner en órbita un satélite de defensa, aumentar las conexiones de fibra óptica con otras naciones y compartir su nueva plataforma de emails encriptados.
Es además el único país latinoamericano con una industria de defensa como Embraer capaz de fabricar aviones de combate.
“La pérdida de confianza en los proveedores internacionales abrirá una ventana de oportunidad para la tecnología local”, dijo a Reuters un funcionario brasileño involucrado en el diseño de políticas tecnológicas del Gobierno de Rousseff.
Hoy eso significa básicamente servicios de correo y de criptografía propios, relocalización de datos alojados en el extranjero, incentivos para la fabricación de hardware como servidores y muchos, muchísimos kilómetros de fibra óptica.
Pero en el futuro quizás también drones como los que está desarrollando Embraer para vigilar el crudo, el cobre, gas de esquisto, el coltan y otros recursos de América Latina. Al final de cuentas, documentos de la NSA filtrados por el ex contratista Edward Snowden sugieren que la petrolera estatal brasileña Petrobras también fue blanco del espionaje.
“Alejarse de las soluciones occidentales de hardware y software para todo tipo de sistemas podría resultar en gran beneficio para las compañías brasileñas en América Latina”, dijo Evan Ellis, un profesor de seguridad nacional en el War College del Ejército de Estados Unidos y autor de un libro sobre las relaciones militares entre China y América Latina.
“Estoy seguro que las industrias brasileñas de defensa y comercial están ya desarrollando estrategias con respecto a cómo capitalizar este lamentable evento”, añadió.
En contra de los planes de Brasil pesan los astronómicos costos tributarios, laborales y de energía que pulverizan la competitividad de muchas empresas instaladas en el país. Operar un centro de datos en Sao Paulo, dicen las compañías del sector, puede ser un 100 por ciento más caro que en Estados Unidos.
Sin embargo, la oportunidad no parece nada despreciable. La industria de tecnología de la información en América Latina ha de crecer este año más de un 10 por ciento hasta unos 140.500 millones de dólares, bastante por encima de la media mundial, según la empresa de inteligencia de mercado IDC.
¿Espresso?
Tras enterarse que la NSA pinchó el teléfono y los emails de Rousseff, Brasil eligió en agosto a la europea Thales Alenia Space para fabricar su satélite de defensa, un contrato de 400 millones de dólares por el que también competía una firma de Estados Unidos. La semana pasada ordenó al gobierno migrar para un programa doméstico de emails encriptados y estudia una nueva conexión a Internet, pero a través de Europa.
“El Gobierno federal pasó a tener mayor sensibilidad por la cuestión de la seguridad”, explicó Caio Bonilha, el presidente de la empresa estatal de telecomunicaciones Telebras.
Brasil privilegia hace años la compra de tecnología local y ofrece incentivos fiscales a las compañías extranjeras que fabrican desde servidores a cables de fibra óptica en el país.
“Buscamos incentivar a las empresas nacionales”, agregó Bonilha, “mantenerlas en la vanguardia de la tecnología”.
Y un buen ejemplo es Expresso, una plataforma de emails, chat y video conferencias creada por Serpro, una empresa del Ministerio de Hacienda. La última versión del programa basado en software libre será instalada este mes en la computadora de Rousseff.
Marcos Mazoni, el presidente de Serpro, dijo a Reuters que Expresso 3.0 será además transferido a varios países comenzando por Uruguay. La lista de interesados incluye también Argentina, Ecuador, Venezuela, Paraguay y Costa Rica.
“Es una solución tecnológica eficiente, de bajísimo costo y de alta seguridad, pues los códigos son auditables y cada quien puede hacer una instalación única”, explicó.
El anillo
En el resto de América Latina la respuesta ha sido en gran medida retórica.
El canciller ecuatoriano Ricardo Patiño dijo, por ejemplo, que la Unión de Naciones Sudamericanas (Unasur) trabajaba en “nuevos sistemas de comunicación por Internet” y la unión aduanera Mercosur resolvió crear una unidad para “contrarrestar acciones que vulneran la soberanía de nuestros países”. Pero nadie dio detalles.
México, un aliado de Washington doblemente humillado por el espionaje a Peña Nieto y también su antecesor Felipe Calderón, dijo apenas que “se revisaron y reforzaron” las comunicaciones del presidente.
Pero la región podría darle un empujón a un anillo de fibra óptica que hilvanaría las 12 naciones de la Unasur con un cable de 10.000 kilómetros. Ideado originalmente para abaratar costos de conexión y democratizar el acceso a Internet, el plan fue desempolvado recientemente en respuesta a las preocupaciones de seguridad.
Debido a la arquitectura de la Internet, cuando Rousseff envía un email a su colega argentina Cristina Fernández es muy probable que pase por un servidor en Miami, como ocurre con más de un 80 por ciento del tráfico de datos en América Latina.
“Lo de Snowden vino a ratificar este problema”, explicó a Reuters el ministro de Defensa de Uruguay, Eleuterio Fernández. “Se quiere interconectar sólidamente con fibra óptica y otros sistemas a nuestros países, para ganar la mayor independencia posible”.
Y nuevamente, Brasil es el más avanzando. A fines de junio inauguró una conexión de fibra óptica con Uruguay y prevé hacer pronto lo mismo con Argentina, Paraguay y Guyana Francesa.
El proyecto está aún en pañales y, en privado, funcionarios de varios de los países involucrados dicen que ni siquiera hay una idea de cuánto costaría.
Respuesta asiática
A nadie le sorprendió que Morales escogiera a la estatal China Great Wall Industry Corporation para construir y poner en órbita el Túpac Katari, que debe mejorar las comunicaciones en las zonas rurales de Bolivia. Al final, es uno de los mayores críticos de Estados Unidos en América Latina.
Lo inesperado fueron las consecuencias del espionaje para gigantes estadounidenses de defensa como Boeing, cuyos cazas F-18 corren el riesgo de ser descalificados de una competencia por un contrato de más de 4.000 millones de dólares para la Fuerza Aérea Brasileña.
“Yo sospecharía que cualquier gran oferta de un contratista estadounidense de defensa para sistemas en Brasil tiene en este momento cero chances”, dijo Ellis, el analista del War College.
Las denuncias de espionaje pueden transformar el panorama regulatorio. Rousseff, por ejemplo, está decidida a obligar a Google, Facebook y otras grandes empresas globales de Internet a guardar sus datos en el país, una medida que según la industria podría abortar futuras inversiones.
Funcionarios brasileños insisten en que el país no pretende aislarse, ni favorecer soluciones mediocres por el simple hecho de que sean domésticas. Al contrario, dicen, Brasil quiere cada vez más empresas que traigan consigo su tecnología de punta.
Y algunas ya están respondiendo. El fabricante japonés de fibra óptica Furukawa anunció recientemente la apertura de una nueva planta en el país, que consume 6 millones de kilómetros de cable anuales. Además, una decena de proveedores coreanos volaron hace un par de semanas a Sao Paulo para mostrar su tecnología.
Empresas chinas como Huawei o ZTE también pueden aprovechar el cambio de criterio o -como prefiere denominarlo un funcionario uruguayo- la “diversificación” de proveedores.
China, claro, quiere vender más satélites en América Latina, un mercado al que entró en el 2008 de la mano del fallecido ex presidente venezolano Hugo Chávez, otro crítico de Washington que describió su programa espacial como la “nacionalización del espacio ultraterrestre”.
Su política comercial incluye imbatibles condiciones de financiamiento. Un 85 por ciento del costo del Túpac Katari boliviano, por ejemplo, fue cubierto por el estatal China Development Bank.
Los analistas advierten, sin embargo, que pese a la rabia por el espionaje de Estados Unidos los gobiernos moderados de América Latina podrían pensárselo dos veces antes de poner su seguridad en manos de China.
Y por más satélites chinos o software domésticos, dicen, en la era de la globalización siempre será difícil ponerse a salvo del espionaje.
(Reporte de Esteban Israel en Reuters; Reporte adicional de Malena Castaldi en Montevideo y Deisy Buitrago en Caracas; Editado por Juana Casas)