Por Sergio Aguayo
Un mínimo de antecedentes sobre una historia harto conocida. El 3 de febrero de 2011 el diputado Gerardo Fernández Noroña mostró una manta en la Cámara de Diputados diciendo que Calderón era un borracho. El diputado declaró el 23 de agosto a www.adnpolítico.com que “cuando sacamos esa lona, yo lo que iba a hacer -soy un tipo con muchos recursos, dentro de ellos tengo el del sentido del humor- [era]torear a los diputados del PAN”. Tocó un nervio sensible porque además de zafarrancho entre legisladores la Presidencia reaccionó con furia cuando el noticiero de MVS informó del hecho y Carmen lanzó una pregunta a la Presidencia “¿tiene o no problemas de alcoholismo el Presidente de la República?”
Es curioso que Los Pinos jamás hayan confirmado o negado la versión. La vocera Alejandra Sota sólo rechazó haber influido en el despido temporal de Carmen de MVS. El entonces secretario particular del Presidente, Roberto Gil Zuarth, difundió un comunicado importante el 9 febrero de 2011. Para demostrar su “buen estado de salud” habló de la agenda de Calderón: el año previo había tenido 1,779 eventos, en “promedio 7 por día hábil”. La afirmación de Gil Zuarth difiere en mucho de la agenda de Calderón puesta en la página de la Presidencia.
Para elaborar este texto se revisaron 1,438 días de la agenda presidencial (salvo un mes, el análisis se hizo del 2 de septiembre de 2008 al 26 de agosto de 2012). De acuerdo con esa fuente Calderón no tuvo actividad alguna en 1,197 tardes (83%), y 93% de las noches de los casi cuatro años revisados. Cuando está en gira internacional sí se mencionan eventos vespertino-nocturnos, cuando vienen mandatarios extranjeros lo común es que se ofrezcan comidas (la base de datos, la síntesis y el método empleado aparece en www.sergioaguayo.org). Como comparativo se revisaron 147 días de la agenda de Barack Obama. La distribución del tiempo es más equilibrada y como reflejo de su cultura política jamás despacha en fines de semana (Calderón lo hace en algunas ocasiones).
Así pues, de acuerdo con información oficial desconocemos lo que hace Felipe Calderón entre las 4 y las 10 de la noche. Hay tres explicaciones: a) la página es opaca; b) dedica esas horas a reuniones con sus colaboradores; c) es posible que, como me han comentado desde hace varios años personas bien informadas, aparezca el presunto descontrol presidencial. Es imposible ir más allá porque el Instituto Federal de Acceso a la Información lo considera un asunto privado.
Vicente Fox confirma la importancia de conocer las aptitudes físicas y emocionales de quienes gobiernan. Para obtener la anulación de su matrimonio católico con Lilian de la Concha se sometió al escrutinio de dos psiquiatras en el Vaticano. El Tribunal de la Sacra Rota les dio el gusto (incluyo a la señora Marta) en mayo de 2007 porque “presenta síntomas narcisísticos, grave inmadurez afectiva y profundo desorden de la emotividad” y lo declaran incapaz de “entrar en contacto con su yo sincero y profundo” y le impide el “acceso a la comunicación con el otro(a)”. Hubiera servido conocer el diagnóstico antes; ahora sólo queda especular sobre los efectos de esa personalidad en sus decisiones como Presidente.
En Estados Unidos ni los candidatos ni los presidentes están obligados a divulgar información o historiales médicos sobre su estado físico y mental. Aun así George W. Bush y Barack Obama lo han hecho cada año. De este modo sabemos que Bush “no bebe” y que Obama lo hace ocasionalmente con “moderación”. Útil saberlo porque The Journal of Nervous and Mental Disease asegura que al menos 10 de los presidentes estadounidenses padecieron algún tipo de enfermedad mental.
La indignación de Los Pinos con la pregunta de Carmen es hipócrita porque ni lo niegan, ni dan la información y callan cuando algunos de los suyos lanzan acusaciones sin respaldo. ¿Cuál era la base fáctica que le permitió a Vicente Fox calificar en 2000 a su opositor el priista Francisco Labastida Ochoa de “chaparro de ideas”, “sanguijuela”, “mariqueta” y “mandilón”?
Los panistas nos prometieron renovación pero terminaron adoptando los rasgos más atrasados de nuestra cultura política. Alejandro Moreno estudia los valores de los mexicanos y concluye que “no estamos acostumbrados a la crítica y por eso la vemos con desdén, con incomodidad” (Este País, núm. 241, mayo de 2011). Si a eso sumamos ese nocivo impulso de venerar al Presidente, se entiende su irritación ante preguntas incómodas. A propósito, ¿a qué dedicó el Presidente esas 1,197 tardes?
LA MISCELÁNEA
La idea original de revisar la agenda de Felipe Calderón fue de Andrés Aguayo Mazzucato, quien sistematizó 899 días. Paulina Arriaga Carrasco se encargó de las otras 539 jornadas y de recopilar información en diversos medios. Dolia Estévez compartió sus conocimientos desde Washington.
– Artículo publicado en Reforma el miércoles 29 de agosto de 2012