Considerado único en el mundo, en los suburbios obreros y multiculturales de Berna se inaugura un edificio que reunirá santuarios de cinco religiones diferentes: espacio de coexistencia y, al mismo tiempo, de intercambios y apertura a diferentes comunidades.
Con la punta de su espátula, el artista redondea la espalda de Ganesh, el pequeño dios con cabeza de elefante sentado sobre la rodilla de Shiva, una de las divinidades mayores del panteón hindú. Debajo del andamio, un obrero prepara argamasa, tapando con el ruido de la máquina la voz de la cantante tamil que vocaliza por el equipo portable de sonido. Más lejos, varios atrios ya pintados con vivos colores. Pero el gopuram, la gran torre que marca la entrada del templo, todavía mantiene el color original del cemento.
Escultores y pintores llegaron expresamente del sureño estado indio de Tamil Nadu. “Fue bastante difícil obtener sus visas. Teníamos la impresión de que con cada paso del procedimiento administrativo había que recomenzar de cero con todo el trámite”, cuenta Sasikumar Tharmalinguam, el sacerdote hindú que va oficiar en la Casa de las Religiones. “Hablar de difícil es decir poco”, rectifica Brigitta Rotach, a cargo del programa cultural de la institución.
Sin embargo, hoy todos los responsables del proyecto prefieren bromear y distenderse pues el día de la inauguración, el pasado domingo 14 de diciembre, finalmente arribó. Por lo tanto se vive la fiesta y el encuentro popular para festejar una propuesta que nació hace casi quince años.
Construir antes de edificar
En ese entonces Brigitta Rotach, teóloga zurichense de origen judío, animaba el programa religioso ‘Sternstunde’ en la televisión suiza de lengua alemana. Ahí que se encuentra con Hartmut Haas, pastor moravo (una rama del protestantismo) que hoy dirige la asociación Casa de las Religiones- Diálogo entre culturas. “Hass pasó algunos años en Palestina, y fue justo después de los hechos del 11 de septiembre de 2001, cuando todo el mundo hablaba del enfrentamiento de las civilizaciones, que llegó con un imán y un rabino y los tres presentaron esta utopía de un lugar donde las religiones pudieran coexistir y escucharse mutuamente”.
En ese momento del desarrollo de la propuesta, los promotores están totalmente conscientes de que los muros no van a construirse por milagro. Pero Hartmut Haas no quiso esperar a que existiera el edificio para promover su iniciativa. Comienza en su propia cocina; luego encuentra un primer local en la ciudad, al que denomina Casa de las Religiones, y en el cual las comunidades tienen un restaurant, organizan cursos de idiomas, integración y yoga… La institución se traslada luego a una construcción provisoria. Los hinduistas disponen allí de un pequeño templo y los budistas, los alevíes (concepción no dogmática derivada del islamismo chiíta) y los moravos se reúnen para orar y meditar.
La necesidad hace la ley
Nada que ver, sin embargo, con el nuevo edificio que acaba de inaugurarse en la Europaplatz (Plaza de Europa) en Berna. Aquí, en un complejo flamantemente nuevo que incluye departamentos y un centro comercial, las religiones cuentan con un espacio privilegiado. El edificio dispone de una gran sala y una serie de habitaciones más pequeñas, en el mismo piso, que se utilizarán para actividades comunes. En la planta baja, en dos niveles diferentes, se distribuyen los lugares de culto de las cinco religiones: cristiana, musulmana, hinduista, budista y aleví.
¿Por qué estas cinco y no otras? Esta pregunta debe responderse teniendo en cuenta las características locales de esta nueva iniciativa capitalina. Aun cuando ella representa un valor simbólico universal, es también resultado de una historia estrechamente enraizada en la realidad bernesa. “A fin de seleccionar las religiones presentes en este sitio no clasificamos a nadie según la mayor cantidad de fieles. De hecho, las que disponen hoy de un lugar de oración en la Casa son aquellas que realmente lo necesitaban”, explica Brigitta Rotach. “Aquí, en los barrios del oeste de Berna, hay muchos inmigrantes y diversas religiones cuyos fieles debían reunirse en el patio trasero de varias viviendas, en espacios industriales o en sótanos”.
Sin embargo, otras creencias religiosas también expresan su interés en este espacio, y aun cuando no necesiten un lugar de culto, de todos modos pueden hacerse presentes mediante vitrinas y exhibiciones en el espacio común. Tal es el caso de judíos, sijes y bahaíes.
¿Berna, capital de la tolerancia?
Si bien nadie pone en duda el liderazgo de Hartmut Haas y de la comunidad morava en esta aventura bernesa, Toni Hodel piensa que la misma podría haberse concretado en otras partes. “Pero aquí tenemos, desde hace mucho tiempo, la costumbre de dialogar, aun en los sitios provisorios que precedieron a la Casa de las Religiones”, comenta el teólogo católico. Su colega protestante, Martin Bauer, recuerda que en un principio hubo “un grupo de personas con una visión común, que creyeron en la realización de su sueño. Y naturalmente, el hecho de que sea en Suiza, país que cuenta con una larga tradición de coexistencia entre diferentes culturas contribuyó, sin duda, al éxito del proyecto”.
“Fue el destino y la voluntad de Dios”, subraya el imán albanés Mustafa Memeti, “que todas las fuerzas progresistas de diferentes comunidades religiosas actuaran conjuntamente, de manera ejemplar y constructiva, participando en la realización de este proyecto único”. Se trata de una iniciativa que seguramente contribuirá a la comprensión y el diálogo y que aportará “de forma duradera a la paz y a la comprensión mutua”, sostiene Ralph Friedländer, presidente de la comunidad judía de Berna. Bhante Anuruddha, monje budista, destaca la tolerancia y el respeto y se alegra de ver que la Casa de las Religiones “sirve de ejemplo para la paz y la coexistencia pacífica de religiones y culturas”.
Para el cuerpo y el alma
“Somos conscientes de que no vamos a salvar al mundo”, explica Brigitta Rotach, “pero la Casa habrá logrado su objetivo si al menos puede hacer una contribución a Berna. Cuando alguien tiene miedo de otra creencia, puede ser suficiente que esa persona se encuentre con fieles de la religión que teme para desmontar juntos sus prejuicios”.
Como esos encuentros muchas veces pasan por la mesa, la planta baja, en el sector central de la Casa, se ha destinado esencialmente a servir de restaurant. Sasikumar Tharmalinguam se ocupa de esa tarea con sugerencias de menús ayurvédicos, comida “100% vegetariana que prolonga la vida”. Una parte de las verduras se cultivará en el jardín de la Casa. Las mujeres vienen para preparar tortas para la tarde, y los fines de semana el restaurant ofrece desayunos internacionales.
“La idea es proponer una buena comida, y económica, especialmente para la gente que trabaja en el barrio”, explica Brigitta Rotach, “y mi rol es también ofrecer un programa cultural. Habrá exposiciones, conferencias, debates, películas, yoga, diferentes cursos, todo esto con el fin de ofrecer un alimento no solamente para el cuerpo sino también para el alma”.
Cada cual con su fe
Una vez cruzadas las puertas de estas zonas comunes, cada religión buscará, sin embargo, conservar su especificidad. “Proponemos el diálogo, no la mezcla”, precisa la promotora cultural. “No se trata de decir que todos nosotros nos parecemos ni de reducir las religiones a su más mínimo denominador común. Recuerdo, durante los debates, haber visto a jóvenes creyentes que llegaban aquí para exponer su verdad con vehemencia y confesar que les costaba admitir que los demás también pudieran tener verdad. Trato de promover discusiones de este tipo, y mucho mejor si hay gente en el público que viene a defender su propia fe con vigor”.
En cuanto a aquellas personas cuya fe es menos fuerte, vacilante o incluso que no tienen fe en absoluto -y éstas parecen constituir un número cada vez mayor en Suiza–, también deberían encontrar su espacio propio en la Casa de las Religiones, aunque más no fuese a nivel de encuentro e intercambio. Como afirma Brigitta Rotach, “el restaurant, el yoga, las películas van a atraer al público, y uno no puede imaginar que para comer vegetariano haya que tener una determinada creencia. También tenemos que ofrecerle algo a la gente que no se apasiona por los temas relacionados con las verdades espirituales”.
A cada uno, su propia creencia
Según los datos del censo demográfico de 2012 publicados por la Oficina Federal de Estadística, los habitantes de Suiza de más de quince años de edad se consideran a sí mismos (en cifras redondas): 71% cristianos; 21% sin confesión; 5% musulmanes y 0,3%judíos.
Un estudio del Fondo Nacional de la Investigación Científica basado en entrevistas con 1 229 personas y publicado en octubre pasado presenta, sin embargo, un panorama diferente. Según el mismo, los suizos serían: 57% distantes (creyentes pero no practicantes); 18% institucionales (fieles practicantes); 13% alternativos (es decir, adeptos a otras espiritualidades); 12% laicos (totalmente indiferentes a las religiones).
Por otra parte, según una encuesta realizada también en octubre pasado por la empresa telefónica bluewin (sobre la base de 1 253 internautas), los suizos se expresaron de la siguiente manera: 58% no creen en nada; 42% creen en Dios o en una instancia superior.
Pero las personas encuestadas, que podían dar varias respuestas, creen también en poderes sobrenaturales (39%), ángeles (24%), milagros (20%), fantasmas (9%) o el diablo (6%).
– Traducido del francés por Sergio Ferrari
Fuente: Swissinfo