Las prioridades del Presidente

0

Alejandro Páez Varela

Me llamó mucho la atención que Juan Ignacio Zavala, cuñado de Felipe Calderón, acusara públicamente de “nazi” a Javier Corral, senador electo del PAN. No creo que se lleven tan fuerte; no es una broma, pues. Se lo dijo en serio, en su columna en Diario Milenio.

¿Cuál ha sido el papel de Corral, el de varios líderes históricos panistas y el de más de 25 (de 32 que son) dirigentes estatales de ese partido en las últimas semanas? Pedir que se abran espacios democráticos en Acción Nacional para la discusión del rumbo. Ellos no lo dicen así –¿quién lo haría en su sano juicio?–, pero se traduce en esto: Que Felipe Calderón, la familia presidencial y los amigos permitan un trabajo de fondo en la urgente reestructuración de un partido que lleva seis años perdiendo casi todas las elecciones.

En todo caso, a cualquier ciudadano le valdrá un cacahuate que se golpeen tan duro entre ellos. Llama la atención, eso sí, el odio que conlleva el calificativo y que no se preocupe(n) en disfrazarlo (el odio). Es notorio porque puede tomarse como un mensaje directo del Presidente –a través de un familiar poderoso– a los que piensan distinto que él. Y pone a temblar si se le agregan más datos: que ellos son los que manejan al PAN, a la PGR, a la Policía Federal, al CISEN, a la Siedo, a Gobernación, a todos los aparatos con los que tradicionalmente se amaga o se presiona.

Si se ve así, la acusación lanzada contra un senador electo, desde la familia en el poder, da miedo. Eso: debe dar pavor ser oposición dentro del PAN en tiempos de Calderón.

Pero mi punto, en realidad, es otro. Decía: A cualquier ciudadano le valdrá madre que se golpeen tan duro entre ellos. El país se hunde en la violencia. Cualquier ciudadano tiene, con los eventos que se suceden a diario, materia suficiente para preocuparse en serio.

Oiga, chéquese el fin de semana que tuvimos: Una parte de Michoacán quedó paralizada cuando fuerzas federales y criminales se dieron con todo (granadas, rifles y hasta helicópteros artillados); las escenas que se vieron, por ejemplo, en Apatzingán, eran las mismas que uno recoge por televisión de conflictos en Siria o en Afganistán. En Guanajuato, los criminales contraatacaron el sábado en varias ciudades en represalia por los operativos michoacanos. En Sinaloa es cosa de diario: “embolsados”, desmembrados, ejecutados en plenas calles, mientras nos llegan noticias de que en la sierra, en Choix, por ejemplo, los bandos se enfrentan en las mismas banquetas por las que pasan los hijos de ciudadanos como usted y como yo.

No le sigo con mi crónica de guerra porque no acabo. De norte a sur, usted lo sabe, el país está descompuesto. Vea Acapulco: secuestros, asesinatos, ejecuciones, pavor. Monterrey, Saltillo: secuestros, asesinatos, ejecuciones, pavor. San Luis Potosí: jefes policiacos que renuncian, vehículos cargados cuerpos, asaltos, secuestros; y con la ejecución de un alcalde electo y su coordinador de campaña, cerró una semana de terror para un pueblo que era tranquilo, que llevaba su fiesta en paz.

No le sigo con esta crónica triste; sólo vea las noticias de Ciudad Juárez a Torreón, de Matamoros a Hidalgo. Y hasta en el DF ahora aparecen los descuartizados. Es de diario, es en todas partes, es un país en guerra.

Le digo: En seis años, dentro del PAN pasaron cosas inéditas. Y por lo que vemos, otras más se verán. Sí llama la atención este tipo de mensajes de odio entre panistas y la batalla apasionada que mantiene Felipe Calderón para controlar Acción Nacional hasta sus últimos nervios.

Llama la atención, sí, porque este país se desangra mientras su Presidente se dedica a tratar de aplastar las voces disidentes en un partido que nació como disidente. Llama la atención aunque, honestamente, tampoco sorprende. Ese es el tono del sexenio.

Sólo un individuo sin sensibilidad, ciego y sordo, dedicaría sus últimos días como Presidente a tratar de mantener el poder cuando su país, el que juró defender, se desangra.

Los enemigos, digo yo, están en otra parte: no están en Javier Corral, no están en otros panistas que expresan su inconformidad. Están en las calles; están en sus refugios de oro. Están incluso en la lista Forbes: empresarios sin escrúpulos, todos, unos legalizados y otros ilegales. ¿Qué le hace la disidencia al PAN sino oxigenarlo?

Llaman la atención, y hasta ofenden, las prioridades del Presidente.

Y esto no se acaba hasta que se acaba, como dicen los clásicos. Desde el 1 de diciembre lo sufrirá sólo el PAN (espero, confío): Porque hay Felipe Calderón para rato.

*Alejandro Páez Varela es un periodista y escritor nativo de Ciudad Juárez, Chihuahua. Actualmente funge como director de contenidos de la revista digital SinEmbargo,mx, que ha publicado originalmente esta columna.

http://www.sinembargo.mx/opinion/13-08-2012/8814

Enhanced by Zemanta

Comments are closed.