El GIEI ha cumplido un papel histórico para México y América Latina, con un trabajo extraordinariamente minucioso, riguroso y transparente, que hizo añicos la llamada verdad histórica
que daba a los estudiantes por muertos a manos de narcotraficantes. La verdad, aunque dolorosa, fue un bálsamo para toda la sociedad y sobre todo para las muchas víctimas y familiares afectados. Abrió también un espectro de interrogantes sobre las responsabilidades de policías, ejército, funcionarios de gobierno.
A partir de entonces empieza una campaña de burdas mentiras y calumnias contra los integrantes del GIEI, a cargo de quienes no quieren que se conozca la verdad. Primero contra Ángela Buitrago, de Colombia (http://goo.gl/lnC3A7), y Claudia Paz, de Guatemala (http://goo.gl/UooC4x), ambas protagonistas en juicios históricos contra responsables de violaciones graves de derechos humanos que implicaron altos funcionarios de gobierno y militares de sus países. Ante la vacuidad de las mentiras contra ellas que caen por su propio peso, se dirigieron contra Carlos Beristain, otra vez con falsedades, muy lejos de la verdad y de su impecable trayectoria. (http://goo.gl/IZgme8)
Beristain participó de perito en el proceso hacia otro juicio histórico, que al igual que con los juicios donde intervinieron Buitrago y Paz, despertó en millones de personas ese raro sentimiento de que a veces la justicia puede triunfar: el juicio de Ecuador contra la petrolera Texaco (ahora Chevron) por la brutal devastación ambiental y social que provocó en ese país durante décadas.
Junto a otros expertos internacionales, Darío Páez e Itziar Fernández, realizó un Estudio sicosocial del impacto de las explotaciones petroleras de Texaco en las comunidades amazónicas de Ecuador
, editado como libro con el título Las palabras de la selva. (http://goo.gl/gCJbBM)
El juez de Nueva Loja, Ecuador, que llevaba el caso, solicitó un peritaje global, dentro del cual se inscribió este estudio, centrado en el impacto socio-comunitario de las explotaciones petroleras de la compañía Texaco en el oriente ecuatoriano entre 1964 y 1990. La investigación integró evaluación ambiental, de salud, de aspectos sociales y culturales. Realizaron mil 64 entrevistas individuales y además se trabajó en cinco grupos focales, de indígenas y mujeres mestizas, todo pensado con el mayor respeto e integrando las diversas condiciones de los afectados, 30 por ciento indígenas de la Amazonia, que han vivido siempre allí, y 70 por ciento familias campesinas colonas.
El resultado es un documento que muestra las consecuencias de una catástrofe, que muestra como Texaco durante 25 años devastó áreas únicas de la Amazonia, produjo una contaminación feroz de aguas, suelos y aire que enfermó y ahuyentó la fauna, destruyó grandes áreas de flora, enfermó a un enorme número de personas, arruinó sus fuentes de subsistencia y rompió los tejidos comunitarios y familiares. Además hubo racismo, maltratos, trabajo esclavo, e incluso abusos sexuales contra mujeres y niñas indígenas y campesinas, generando un ambiente de miedo, culpa y vergüenza, además de hijos producto de esas violaciones, que viven allí.
La extracción petrolera es siempre contaminante, pero Texaco además no cuidó siquiera las normativas del país, botó los desechos tóxicos donde mejor le convino. La supuesta remediación que hizo del lugar posteriormente, por demanda del Estado ecuatoriano, fue insuficiente, mal hecha y en una parte minoritaria de la zona impactada, por lo que cuando hacen el estudio, persisten los impactos en tres cuartas partes del área.
Las acusaciones
que le hacen a Beristain dicen que cometió fraude
contra Texaco (¡!) por haber hecho este estudio, que luego fue usado por abogados en la demanda contra la petrolera, posteriormente impugnados por un juez estadunidense. Recientemente salió a la luz que la empresa había comprado al testigo en que se basó ese juez. (http://goo.gl/hzqxUs). De todos modos, la supuesta prueba
de que Beristain estaba en connivencia
, son unos minutos de video donde habla con un abogado de los pueblos demandantes, sobre cómo son las encuestas y que hay impactos ambientales, sociales y culturales. Lo cual es parte de su tarea como experto.
Es importante leer Las palabras de la selva (http://goo.gl/gCJbBM), no sólo para ver lo absurdo de la manipulación de quienes tratan de descalificar al GIEI, también porque allí hay claves para México, para conocer los impactos y las metodologías para evaluar las consecuencias de la violencia y el desprecio por la vida de la gente y su relación con la naturaleza, que es de lo que se trata. Desviar la atención es parte de las estrategias de la impunidad.
* Silvia Ribeiro. Investigadora del Grupo ETC
Fuente: La Jornada