Por Raúl Zibech
En Bogotá, en Cali y Medellín, así como en muchas periferias populares, se han escuchado en estos días tremendas detonaciones, seguidas de ráfagas de bombas de gases disparadas desde tanquetas antidisturbios, acompañadas de algo así como balas trazadoras, dirigidas contra de los manifestantes. Se trata de descargas impresionantes que combinan fuego, gas, humo y estampidas que semejan un diluvio de muerte.
Algunos medios los describen como “destellos similares a los fuegos artificiales”, mientras otros aseguran que “no se trata de misiles o proyectiles de artillería pesada de las fuerzas armadas, sino de un costoso y sofisticado elemento de aturdimiento del Escuadrón Móvil Antidisturbios. En todo caso, el efecto es similar al de los proyectiles de alto calibre.
Una mínima indagación nos lleva hasta un dispositivo denominado Venom (por la película de superhéroes alienígenas), fabricado por la empresa española Vimad Global Services, dedicada al servicio de las fuerzas armadas y policiales en el ámbito de la seguridad pública.
Venom es definido como “sistema lanzador de munición no letal”, aunque la descripción que hace la propia empresa de su dispositivo deja muchas dudas. La página de la empresa asegura que Venom ha sido vendido a los marines de Estados Unidos, a los gobierno de Israel y Filipinas y, aunque no lo mencionan, a Colombia y seguramente a otros países.
El lanzador que se aprecia en la imagen, cuenta con 30 cartuchos, pero cada uno de ellos tiene una dirección IP “para ser disparado individualmente o en cualquier secuencia deseada”. El sistema informático de Venom permite que cada uno de los 30 cartuchos persiga objetivos diferentes.
Las municiones de esos cartuchos pueden detonar en un rango de 30 a 200 metros, “produciendo estruendos, destellos y fragmentos de caucho a velocidades punzantes”. Flash Bang, así se denominan los cartuchos de ruido, son definidos como granadas aturdidoras o cegadoras, “que al explotar producen un destello de 6-8 millones de candelas y un sonido de 170-180 decibeles”, que incapacita a las personas sin causar lesiones visibles, según Wikipedia.
Dicen que son “armas no letales”, pero un informe de la BBC de 2017, asegura que militares de Estados Unidos estaban trabajando en sonidos capaces de producir la muerte. Citan al ingeniero acústico de la Universidad de Salford, Trevor Cox: “Puedes llegar al umbral del dolor, que es de unos 140 decibeles, un poco más -160- te rompería el tímpano, y si lo subes aún más puede incluso hacer que colapse tu pulmón”. La conclusión es que un sonido de 200 decibeles puede causar la muerte.
“El destello de luz activa momentáneamente todas las células fotosensibles en la retina, haciendo la visión imposible durante aproximadamente cinco segundos, o hasta que el ojo devuelva la retina a su estado original”, sigue Wikipedia.
En Seattle, la policía sigue usando granadas aturdidoras a pesar de las recomendaciones contrarias, sobre todo durante las protestas por la muerte de George Floyd. “El despliegue de granadas flash-bang, bolas explosivas y otros dispositivos para controlar y dispersar a las multitudes, se ha convertido en un sello distintivo del caos que ha empañado las manifestaciones recientes en Seattle y otras ciudades de Estados Unidos a raíz de la muerte de Floyd”, informa The Seattle Times.
Entre ellas se utiliza la temible M-84, que alcanza los 180 decibeles y 8 millones de candelas. La conclusión de este periódico es transparente: “A pesar de las recomendaciones de la Comisión de Policía Comunitaria de la ciudad en 2016, de que la agencia suspenda el uso de las granadas hasta que puedan ser evaluadas más a fondo, la policía de Seattle nunca completó el estudio solicitado y continúa usando los dispositivos en su repertorio de tácticas de control de multitudes”.
La particularidad del sistema Venom es que puede combinar, en sus 30 proyectiles, granadas de humo, aturdidoras y de destello, con perdigones de caucho y espuma. Los cartuchos de 37 milímetros, se utilizan para el aturdimiento pero contienen cuatro sub municiones que al ser activadas generan un destello de luz y sonido simultáneo.
Los resultados están a la vista, con la brutalidad policial para dispersar manifestaciones y protestas, produciendo daños severos en las personas. Por lo que sabemos, es la primera vez que esta arma se utiliza de forma masiva en América Latina, pero seguramente varios gobiernos estarán estudiando su implementación.
El director de las Américas de Human Rights Watch (HRW), José Miguel Vivanco, publicó en redes sociales que se trata de “un arma peligrosa e indiscriminada”, además de pedir al gobierno que diera explicaciones sobre las razones de su uso, según informa Deutsche Welle (https://bit.ly/2RtGfp0).
Cada lanzador tiene un costo de 120 mil dólares y cada proyectil 71 dólares. La muerte está siendo un negocio millonario. Pero, sobre todo, los estrategas de la represión están diseñando los modos de blindar al Estado y al capital, impidiendo cualquier protesta, povocando daños irreparables en los cuerpos pero evitando que la sangre sea visible, porque ya saben que eso enardece a los pueblos.
Raúl Zibechi. Montevideo, región uruguaya
Publicado originalmente en Desinformémonos.