En octubre de 2014 Umm Ubaydah, considerada la principal reclutadora de mujeres para el autodenominado grupo Estado Islámico, dejó en claro su objetivo a través de las redes sociales: “Me pregunto si puedo traer a una mujer y ponerla en el campo de batalla”.
Su petición parece haber tenido eco en algunos países europeos.
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Según un informe publicado este miércoles por el Instituto para el Diálogo Estratégico, con sede en Reino Unido, al menos 550 mujeres de Europa Occidental han viajado hasta Siria e Irak para unirse a las filas de Estado Islámico.
“Mucho se ha escrito sobre los más de 2.000 migrantes hombres de países como Estados Unidos y Australia que se unieron a EI, pero poca referencia se ha hecho al fenómeno de las mujeres que han hecho lo mismo”, explica la introducción del informe realizado por Carolyn Hoyle, Alexandra Bradford y Ross Frenett.
Aunque no son muchas las que se inclinan por la lucha armada.
“Sólo tres testimonios de mujeres de los que se tomaron para este informe evidenciaron un verdadero deseo de tomar las armas. El resto, aunque apoya la violencia ejercida por Estado Islámico, no expresa ningún empeño de estar en el campo de batalla”, aseguran los autores del estudio.
El informe fue titulado “¿Convirtiéndose en Mulán?”, en referencia a la leyenda china sobre una joven adolescente llamada Hua Mulán, que se disfrazó de hombre para poder reemplazar a su padre en el ejército y quien posteriormente se convirtió en una heroína.
Muchas de las reclutadoras islamistas han utilizado esta leyenda para convencer a las mujeres de que se sumen a la “causa yihadista” de Estado Islámico, señala el informe.
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Los motivos
La mayoría de estas mujeres viajaron desde países como Reino Unido, Holanda, Francia y Austria.
Pero, ¿por qué una mujer deja su país para unirse a un grupo extremista?
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Una de las principales razones es el rechazo a las acciones contra las mujeres que se han perpetrado tanto en Irak como en Siria en los últimos años, basándose en la diferencia de género.
“La mayoría de los testimonios sobre las causas se relacionan con la dimensión de la opresión contra los musulmanes alrededor del mundo. Desde Bosnia hasta Siria y desde Birmania hasta Malí”, sostiene el documento.
También asegura que la complicidad de estos ataques contra la Umma (la comunidad de creyentes del Islam) por parte de los gobiernos de Occidente ha hecho crecer la rabia de algunas mujeres al punto de tomar la decisión de viajar al territorio controlado por Estado Islámico y convertirse en una “mujahirah” (mujer que viaja).
“La empatía que sienten esas mujeres con las víctimas musulmanas de la violencia y la complicidad que perciben por parte de los gobiernos de Occidente han sido clave en la decisión de dejar todo y marcharse a buscar una sociedad alternativa”, señalan los investigadores.
Pero no solo es dejarlo todo, es también ayudar a construir una sociedad.
Para muchas mujeres musulmanas que han migrado existe un deber de restituir el honor de su religión y lo hacen mediante su aporte a “la construcción del califato”.
“Muchas de ellas sienten como un mandato religioso su aporte en esa construcción del califato musulmán. Algunas de las reclutadoras como Umm Ubaydah o Umm Ibrahim acuden al mensaje de ‘Hijrah is Fard’ (la migración es un deber con Alá) porque saben que estas mujeres tienen una fuerte creencia en la vida después de la muerte”.
La vida dentro de Estado Islámico
Otro de los aspectos que toca el informe es el paso que afrontan las mujeres cuando toman la decisión de viajar a los territorios de Estado Islámico: dejar a su familia.
“Hay evidencia que son las familias las que tienen una fuerte influencia para evitar que se tome esa decisión o que, al menos, se la aplace. Pero a la vez, cuando la mujahirah logra dejarlo todo, se convierte en un motivo de orgullo: ‘Ni su familia la detuvo de venir a luchar contra los kuffar (no creyentes)’, destacan las reclutadoras en sus mensajes por las redes sociales”.
En sus viajes hacia territorio de EI, algunas veces son detenidas y regresadas a sus países de origen. Pero eso no parece detenerlas.
“Más allá de que son retenidas, interrogadas y devueltas a sus países, estas aspirantes a convertirse en parte del califato de Estado Islámico logran hacer varios viajes para ingresar al territorio de EI”.
Al llegar, muchas de las mujeres afirmaron que recibieron una “recompensa por su sacrificio”: se les dio un lugar para vivir (si llegan con su marido, se les asigna una casa o si son solteras pasan a vivir en un hostal llamado “haqqar”), una renta mensual y comida.
Pero a pesar de haber llegado a su meta, muchas de ellas comienzan a sentir el hecho de que son extranjeras en lo que ellas en principio consideran como su “nuevo hogar”.
“A pesar de la hermandad que nace entre las migrantes en torno a su ideal, caen en la cuenta de que viven en una nación extranjera. Les cuesta hablar el árabe y eso las incomunica con las nativas sirias o iraquíes, que son una gran parte de la población del califato”, dicen los investigadores.
Otro de los aspectos que explica el Instituto para el Diálogo Estratégico es la incidencia del entorno sobre las mujeres cuando están cerca de las zonas de conflicto como Raqqa, en Siria, o Kobane, en la frontera entre Turquía y Siria.
Un aspecto recurrente en los relatos es el de la viudez de estas mujeres, cuando sus maridos mueren en combate y pasan a ser considerados mártires.
“El martirio es celebrado entre los miembros de Estado Islámico como una forma de asegurar un lugar en cielo. Y esa muerte es celebrada como un evento festivo”, señala el documento.
¿Futura amenaza?
En las conclusiones del informe uno de las principales advertencias que hacen los investigadores del Instituto para el Diálogo Estratégico es que muchas de las mujeres que hacen el viaje de ida y vuelta quedan con vínculos en los territorios controlados por Estado Islámico.
“Sin embargo, a pesar de que puede ser una amenaza directa contra Occidente, nuestra respuesta debe ser matizada y a la medida de lo que se requiere”.
Y animan a tener una visión más amplia que una respuesta contundente contra el extremismo.
“Debemos aprender –aseguran– las lecciones del pasado sobre conocer de antemano los diversos factores que influyen a una persona a tomar el camino de la radicalización y hacer un uso efectivo de la tecnología que tenemos a nuestro servicio”.
Fuente: BBC