Por Víctor M. Quintana S.
Pronto las mujeres de todo el país se van a beneficiar del más reciente triunfo de sus congéneres chihuahuenses. La sala de la primera circunscripción del Tribunal Electoral del Poder Judicial de la Federación, con sede en Guadalajara, acaba de emitir una resolución por la que se ordena a todos los partidos relaborar las listas de candidaturas para las elecciones locales de 2013 en Chihuahua, tomando en cuenta la paridad absoluta de género: 50 por ciento de hombres y otro tanto de mujeres.
La resolución es la respuesta a la demanda presentada por cuatro integrantes del movimiento estatal de mujeres. Desde 2009, gracias a una intensa labor de cabildeo, lograron que la 62 Legislatura del Congreso del estado aprobara, por unanimidad, el principio de igualdad total de género en las candidaturas a puestos de elección popular… pero luego el PRI les hizo de agua esa conquista ganada a pulso, porque deslizó furtivamente una cláusula en el artículo 131 de la Ley Estatal Electoral estableciendo una excepción a esa norma de igualdad: cuando los partidos realicen contiendas internas la cuota de género no tiene que cumplirse.
Esta artimaña vino a poner las cosas incluso peor a como estaban antes de que la paridad fuera 50/50, pues con el pretexto de que celebraban elecciones internas, los partidos podían servir con el cucharón a los candidatos varones y en dosis homeopáticas a las candidatas. Así fue en las elecciones de 2010 y así se perfilaba en las de 2013. Sin embargo, las mujeres organizadas de Chihuahua, indignadas con la actitud excluyente de los partidos y del Instituto Estatal Electoral, interpusieron un juicio para la protección de los derechos políticos del ciudadano y de la ciudadana al que sobrevino la resolución mencionada, que resulta un precioso antecedente para todo el país.
No hay causa ajena a las mujeres organizadas norteñas. Actualmente llevan a cabo la campaña Entreguen la bebé de Clara Armendáriz a su familia. Con ella se busca que el DIF estatal permita la convivencia y entregue a una bebé de seis meses a la familia de su madre, Clara Armendáriz. Se trata de una muchacha de 16 años que en circunstancias desesperadas, abandonada por su pareja y deprimida por la muerte de su madre, dejó a su niña recién nacida a las puertas de un templo católico en Chihuahua en enero pasado. Arrepentida, Clara, con apoyo de su familia, pide se les entregue la niña, pero el gobierno del estado no cede; incluso la jovencita está sometida a proceso penal por omisión de cuidados y violencia familiar. El DIF se ha negado siquiera a permitir la convivencia de la bebé Antonia con la familia de Clara.
Como éstos abundan ejemplos de fragorosas luchas y difíciles triunfos de las mujeres de Chihuahua. Han ido a la Corte Interamericana de Derechos Humanos y han logrado la condena al Estado mexicano por los feminicidios del campo algodonero en Ciudad Juárez; han obtenido protección y medidas cautelares para diversas luchadoras sociales y para la familia Alvarado, de la que fueron desaparecidas dos muchachas y un joven, así como para las defensoras de la misma.
Son estos grupos de mujeres que periódicamente dejan de lado sus diferencias y se aglutinan como Mujeres de negro, y desde 2002 han realizado éxodos por la vida, marchas, caravanas, plantado cruces de clavos en plazas y cruces fronterizos para denunciar el feminicidio. Gracias a esto, este terrible flagelo adquirió visibilidad nacional e internacional y, aunque a jalones y poco a poco, se han ido arrancando al gobierno políticas afirmativas y centros de justicia especializados en la violencia de género.
Lo mismo en coyunturas difíciles, de agresiones abiertas, que en la cotidianeidad combaten las mujeres chihuahuenses. Reciben demandas de violencia de género, asesoran y acompañan a las víctimas, imparten cursos de formación para prevenirla, capacitan acompañantes solidarias de víctimas de violencia doméstica, se hacen presentes en la opinión pública. Tres estas mujeres, tres organizaciones han recibido el premio de derechos humanos Don Sergio Méndez Arceo.
Están en la ciudad y también en la sierra. Varias mujeres tienen una participación decisiva en las luchas por la defensa de las comunidades indígenas en la Tarahumara, por la defensa del bosque, del agua, del territorio y del maíz nativo.
Desde la prensa, las mujeres chihuahuenses también han hecho presentes su valentía y su inteligencia. Son las reporteras de los medios de Ciudad Juárez, de Chihuahua, e incluso algunas que publican para medios nacionales, quienes mejor han cubierto estos años oscuros que han seguido a la declaración de la guerra contra el narcotráfico, que en el estado va ya por los 20 mil muertos. Por la calidad de sus trabajos informativos varias de estas mujeres han recibido galardones internacionales, como el María Moors Cabot.
No son muchas, como pudiera pensarse por la resonancia de sus luchas o por el impacto de sus haceres. Son las mismas caras que pueden verse en unos y otros frentes. Intensas, sobretrabajadas, a veces extenuadas. Varias han sucumbido, luchando siempre, al más implacable de sus enemigos: el cáncer. Otras, con la solidaridad de sus compañeras y compañeros, llevan a cabo una batalla denodada contra él. Pero la inspiración de las que se fueron, de las enfermas, de las disminuidas, alumbra y nutre el combate de las demás.
Hubiéramos querido mencionarlas una por una, pero preferimos no hacerlo: las enumeraciones andan siempre en la cuerda floja de la injusticia. Todas las luchas aquí resumidas tienen rostros, nombres, siglas, organizaciones pacientemente construidas. A cada una de ellas, a cada uno de sus colectivos, les debemos un reconocimiento.
Paren hijos, paren también movimientos, paren esperanzas. Son las indignadas de Chihuahua.