Por Francisco Javier Pizarro
Una política pública de seguridad ciudadana integral, como ahora se discute en los círculos académicos y en sectores gubernamentales preocupados por encontrar una salida de la violencia generalizada, no resulta viable si se deja de lado a los jóvenes mexicanos. De hecho, cualquier estrategia de largo aliento debe buscar dar espacio a los jóvenes para que se convierten en el eje fundamental en torno a una necesaria transformación en el estado de cosas.
Lamentablemente desde el balcón de las instituciones públicas y en la mayoría de los medios de comunicación se sigue viendo a los jóvenes como un problema, señaladamente a quienes no estudian ni trabajan. Se los estigmatiza, en el menos peor de los escenarios como delincuentes potenciales. Estudios más recientes dejan en claro, por el contrario, que los jóvenes sin también víctimas del actual estado de cosas. Y aún más: pueden y deben convertirse en parte de la solución.
En México, 7 millones 226 mil jóvenes de entre 15 y 29 años no estudian ni trabajan, por lo que la nación ocupa el tercer lugar entre los 34 países miembros de la Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económicos (OCDE) o pertenecientes al Grupo de los 20 (G-20) que tienen el mayor número de población juvenil inactiva.
En lo que hace a los rangos de edad, de los 7 millones 226 mil jóvenes que no estudian ni trabajan, un millón 931 mil tienen entre 15 y 19 años de edad, 2 millones 673 mil se encuentran en el nivel de 20 a 24 años y 2 millones 622 mil tienen entre 25 y 29 años.
Las mujeres no están exentas de esta preocupante problemática. En efecto, del total de jóvenes que ni estudian ni trabajan, 2 millones 745 mil son mujeres revela el informe intitulado Panorama de la Educación 2011, lo que coloca a México en el promedio más alto de mujeres de entre 15 y 29 años –38 por ciento– que no están en el sistema educativo y padecen desempleo, en comparación con el promedio de los países en la OCDE, que es de 17.7, según revela el informe.
Homicidios, la primera causa de muerte en jóvenes. La cifra de homicidios de jóvenes 15 a 29 años pasó de 2 mil 977 en l 2007 a 7 mil 348 en el 2009, lo que coloca al homicidio como la primera causa de muerte en este grupo población, superando a los accidentes automovilísticos, que durante años fue el motivo principal de decesos de jóvenes en este rango de edad.
La mitad de los homicidios juveniles entre 2007 y 2009 se concentra en Chihuahua, Estado de México, Baja California, Guerrero y Sinaloa.
Prácticamente en todas las entidades se incrementó este número, con excepción de Baja California Sur y de Yucatán, con disminuciones de 33% y 7%, respectivamente, además de que los homicidios no rebasaron los 20 por año.
En Chihuahua, el aumento de la cifra se disparó: mientras en 2007 fueron ultimados 201 jóvenes, en 2009 el registro pasó a mil 647, lo que representa un incremento total de 719% en tres años.
Otros estados con fuerte presencia del crimen organizado registraron aumentos de homicidios juveniles: Durango, con 514%; Baja California, con 307%; Sinaloa, 298%; Morelos, 190%; Guerrero, 180%, y Nayarit, 162%.
Chiapas es el tercer estado con mayor incremento de homicidios de jóvenes. Mientras en 2007 se registraron 27 asesinatos, en 2009 fueron 151, un aumento total de 421%.
Parte del incremento de estos delitos se debe a la intensificación de la violencia entre bandas criminales.
Con la Base de Datos de Presuntos Homicidios Relacionados con la Delincuencia Organizada de la Presidencia de la República, el periódico El Universal estimó que en 2007 fueron ejecutados alrededor de 366 jóvenes de 16 a 30 años, 14.1% de las ejecuciones registradas en ese año.
En 2008 esta cifra ascendió ya a mil 638 (26.5% del total de ejecuciones); en 2009, a 2 mil 511 (28.2%), y en 2010, a 3 mil 741 (28.4%).
Las ejecuciones reportadas en esta base estadística son aquellas en que por sus características se presume que víctima, victimario o ambos pertenecían a una organización criminal.
Cabe señalar que estas cifras están subestimadas, ya que en todos los años no se determinó la edad de al menos 40% de las víctimas. Incluso, en 2007 no se tienen registros de la edad de 63.2% de los muertos por el crimen.
Por rango de edad. El homicidio de adolescentes de entre 15 y 19 años creció 124% entre 2007 y 2009; el de los jóvenes de 20 a 24 años, 156%, y el de 25 a 29 años, 152%.
Por sexo. El homicidio de hombres de 15 a 29 años creció en 154%, mientras que el de las mujeres, en 89%.
Por nivel de escolaridad. Otro dato relevante es el bajo perfil educativo de las víctimas: 4% de los jóvenes asesinados entre 2007 y 2009 carecían de instrucción escolar.
Asimismo, 31% sólo había concluido algún grado de primaria y 8% no acabó la secundaria. De los asesinados de entre 25 y 29 años, apenas 6% contaba con estudios profesionales. Casi 70% de las víctimas sólo tenía educación primaria, secundaria o no recibió instrucción escolar.
Las cifras anteriores refrendadas por el INEGI, documentan de manera puntual que existe una relación directa entre la falta de oportunidades educativas y laborales a los jóvenes entre 15 y 29 años de edad y el incremento de los homicidios dolosos.
Además, las tasas de marginación en educación y empleo por rango de edad y sexo se corresponden con la de homicidios e inclusive a los niveles de escolaridad. A menor nivel de escolaridad mayor es mayor el índice de homicidios de jóvenes y viceversa.
Vale advertir que el incremento de los homicidios de jóvenes está estrechamente relacionado a la guerra contra el narcotráfico emprendida por el gobierno federal, lo demuestra el aumento atípico registrado en el período en que inicia así como el aumento de muertes de jóvenes presuntamente relacionados con la delincuencia organizada.
A la luz de estas cifras resulta apremiante que para la cobertura universal de la demanda en el sistema de enseñanza media y media superior y establecer un programa de empleo fijo a los jóvenes, adquieren una gran relevancia para evitar que caigan en las manos de la delincuencia organizada y en general de la violencia.
Y es que sólo en tales condiciones, es decir teniendo acceso a la educación en todos sus niveles o al menos garantizar el nivel de preparatoria o técnico para todos, y estando en condiciones de ganarse la vida con un empleo fijo, los jóvenes podrán convertirse en protagonistas de su propia historia, para salir del rol de víctimas a que se les ha sometido en el pasado reciente.