Por José Gil Olmos
Felipe Calderón ha regresado a la escena política nacional como si en su gobierno nada malo hubiera pasado, como si el país hubiera logrado la transición democrática tan necesaria y la pobreza hubiese cedido. Llega como Pedro en su casa, como si no hubiera habido más de cien mil muertos dentro de la guerra contra el narcotráfico que lanzó desde Michoacán, donde él y su familia han salido derrotados política y socialmente desde que quiso ser gobernador en 1995.
Desmemoriado, sonriente, da entrevistas con los medios que favoreció con convenios millonarios de publicidad y fiel a su despotismo quiere ningunear a quienes lo critican como su compañero de partido Vicente Fox. “No es algo que me preocupa”, dice del guanajuatense y le echa la culpa de haberle heredado muchos problemas.
En las recientes campañas electorales Calderón hizo actos de presencia con varios candidatos. Fue a Michoacán junto con Diego Fernández de Cevallos para apoyar a su hermana Luis María, quien por segunda vez contendió por la gubernatura. Tal vez pensó que su presencia ayudaría a que esta vez, por fin, los Calderón podrían gobernar su estado natal, pero fue todo lo contrario. No sólo perdió su hermana sino también el PAN sufrió la peor caída en las votaciones de Michoacán.
Los Calderón no ven su suerte en su propia tierra. En 1995 Felipe salió derrotado cuando quería ser gobernador. Luego perdió en 2006 en la elección presidencial. El 11 de diciembre de ese mismo año, a 11 días de haber tomado posesión como presidente, proclamó la declaración de guerra en Apatzingán y en 2009 lanzó el famoso operativo “Michoacanazo”, iniciativas que no sólo fracasaron, sino que avisparon al crimen organizado ahí y en todo el país.
Hacia el 2011, desde la presidencia, apoyó la candidatura de su hermana Luisa María para ser gobernadora y sufrió una derrota. Cinco años más tarde, nuevamente le dio respaldo viajando a Michoacán, pero su hermana experimentó un fracaso estrepitoso sacando la votación más baja de la historia del PAN en esa entidad.
Felipe Calderón no es garantía de triunfo o de eficacia. Al cabo de su administración los número que dejó fueron rojos: aumentaron 16 millones los pobres por ingreso en el país, más de 100 mil muertos y 26 mil desparecidos por la violencia y la guerra contra el crimen organizado, se generó la figura del Estado fallido por la proliferación y el poder alcanzado por las bandas criminales, incrementó en 90% la deuda externa, hubo recesión económica, aumentaron los impuestos e incrementó un millón y medio de desempleados más.
Hoy los Calderón han regresado al ring de los partidos y como si hubieran hecho un gran papel en la presidencia, intentan dirigir al PAN y ponerse en las primeras filas de la política nacional. Pero ya no tienen el apoyo de los empresarios ni de los medios de comunicación y el fracaso los persigue.
Twitter: @GilOlmos
Fuente: Proceso