El empresario Carlos Ahumada fue capturado el viernes 16 en Buenos Aires por la Policía Federal Argentina, a petición del gobierno de México que lo persigue por un presunto fraude fiscal cometido en 2012. Expropietario de una constructora, del club de futbol León y del extinto diario El Independiente, entre otras empresas, fue pareja sentimental de Rosario Robles, acusada de ejercicio indebido del servicio público y detenida el martes 13. Autor de los videoescándalos en los que exhibió en actos de corrupción a operadores del entonces jefe de Gobierno del DF, Andrés Manuel López Obrador, está sujeto a un proceso de extradición. El texto que se presenta son fragmentos del libro El tango de Ahumada. Su vida, sus negocios y sus mujeres (2004, Proceso y Grijalbo), de Raúl Monge.
Por Raúl Monge/ Proceso
Eran los primeros días de 2004 y el entonces dueño de Grupo Quart y del periódico El Independiente había decidido quitarse la máscara de empresario de izquierda, “de convicción democrática y pluralista”, para lanzar una amenaza directa a quien lo había marginado de las obras de construcción del Distribuidor Vial de San Antonio, en mayo de 2003.
“Haré todo lo que sea necesario para que este güey no llegue (a la Presidencia de la República). Le conozco todas, la gente está engañada con él, no es lo que parece. Nadie se imagina lo que este hombre tiene al lado, la gente que lo rodea… Yo sí. Son corruptos que se venden por dos pesos. López Obrador es el peor de todos los hipócritas y yo lo voy a mostrar tal cual. Después de todo soy dueño de un diario ¿no?”
Más tarde, el entonces jefe de Gobierno del Distrito Federal le congelaría los pagos a sus empresas tras descubrir sus intenciones de enquistarse como contratista hasta 2005, al menos en las delegaciones Tláhuac y Álvaro Obregón, donde sus empresas llegaron a concentrar casi 70% de la obra pública durante la administración que se inició con Cuauhtémoc Cárdenas Solórzano y terminó con Rosario Robles en el gobierno capitalino.
La declaración de guerra surgió en una plática que Carlos Ahumada sostuvo con la periodista argentina Olga Wornat. Publicada en la revista Poder, que se edita en la ciudad de Miami, en dicha entrevista hizo manifiesta su honda animadversión hacia el jefe de Gobierno. Cuando la periodista le preguntó si le gustaría que Andrés Manuel López Obrador fuera presidente de México en 2006, contundente afirmó: “No me gustaría nada. Sería lo peor que le pudiera pasar a México. Lo veo como un demagogo, populachero, obsesionado por el poder y por querer ser presidente. Eso se nota, y mucho (…)”.
En la fecha en que se produjo esa plática “amistosa” con la periodista argentina, Carlos Ahumada ya tenía preparado parte del material mediático que utilizaría el primer día de marzo de 2004 con el propósito de descarrilar y, de ser posible, aniquilar el proyecto político de López Obrador para la elección federal de 2006.
De acuerdo con evidencias documentales y testimonios consultados por el reportero, el empresario argentino comenzó a armar la primera parte de su estrategia en enero de 2003, durante el proceso de selección interna de los precandidatos del PRD que pretendían disputar un escaño en la Cámara de Diputados y en la Asamblea Legislativa del Distrito Federal, así como cada una de las 16 jefaturas delegacionales en los comicios del 6 de julio.
En ese entonces, Rosario Robles tenía el mando del PRD en el país y Carlos Ahumada ya se había vuelto su sombra, casi no se le despegaba y tenía, incluso, derecho de picaporte para entrar a las sesiones del Comité Ejecutivo Nacional. A cambio, el empresario cargó con la cuenta de no pocas reuniones del CEN efectuadas en hoteles de cinco estrellas, con comida y bebida incluidas, y puso a disposición de la dirigencia del partido su avión y su helicóptero.
Con información privilegiada sobre las tendencias en las 16 delegaciones de la capital que le proporcionó Rosario Robles, se acercó a los precandidatos y les ofreció apoyo financiero y material para sus precampañas.
Apuesta mediática
Arrastrada por la euforia del momento, la exsindicalista universitaria se impuso el reto de superar la votación nacional alcanzada en los comicios de 2000, que fue de 20%, e incluso anunció públicamente que renunciaría a dirigir su partido en caso de no alcanzar el objetivo.
Sin embargo, los tradicionales pleitos internos del PRD por las candidaturas a las diputaciones federales y locales rompieron la frágil unidad que mantenía Rosario Robles en el partido y causaron una crisis interna, cuyas consecuencias se reflejaron inmediatamente en las encuestas, con un marcado descenso en la preferencia electoral, incluso en territorios antes considerados como bastiones
perredistas.
Presionada, la presidenta nacional del PRD decidió arriesgarse en una apuesta mediática para reposicionar al partido. En la recta final de las campañas entró en negociaciones con Televisa y CNI-Canal 40 con el propósito de lanzar una gran ofensiva propagandística en apoyo de sus candidatos a diputados federales y locales.
Con Televisa no fue fácil llegar a un acuerdo porque Rosario Robles quiso firmar un contrato adicional al que ya se tenía con la empresa. El director adjunto a la presidencia de la televisora, Bernardo Gómez, se opuso terminantemente porque el PRD arrastraba en aquel tiempo cuantiosos adeudos, producto de dos últimas campañas: la de Higinio Martínez en el Estado de México, en julio de 1999, y la de Andrés Manuel López Obrador en el Distrito Federal, en julio de 2000.
Con la asesoría de Carlos Ahumada, Rosario Robles llevó a la siguiente reunión otra propuesta emergente: planteó al directivo de Televisa abrir una nueva línea de crédito para sostener las campañas del PRD en los dos meses que faltaban para los comicios de julio, a cambio de abonarle a la televisora aproximadamente 120 millones de pesos de la deuda del partido.
“Esto es un cochinero”
Raymundo Riva Palacio, exdirector editorial del diario El Independiente, aportó otro elemento de esas sospechosas negociaciones (con Televisa). En su columna “Estrictamente Personal”, que se publicaba en El Universal, recordó que en 2003 Rosario Robles y Carlos Ahumada viajaron a Londres con el aparente propósito de ver al expresidente Carlos Salinas de Gortari.
Apoyado en información del gobierno de la Ciudad de México, agregó que la visita tuvo por objeto pedirle ayuda para saldar una deuda de spots del PRD de varias campañas electorales en los medios de comunicación. Y con base en la misma fuente, Riva Palacio deslizó el dato de que “Salinas los apoyó con recomendaciones a políticos en México que pudieran prestarles los fondos necesarios para pagar esa deuda que, hasta donde se sabe, efectivamente fue liquidada”.
Los resultados alcanzados por el PRD en los comicios del 6 de julio de 2003 –18% de la votación total nacional, 2% menos que los alcanzados en las elecciones de 2000– no justificaron la millonaria inversión en la campaña mediática. Al contrario, sumieron en una profunda crisis financiera al partido y los mensajes televisivos recibieron fuertes críticas por la pobreza de sus contenidos.
Los enemigos internos y externos de Robles se sirvieron de esos porcentajes para exigirle que cumpliera su promesa de renunciar. Después del proceso electoral los pasivos del PRD rebasaron los 500 millones, al menos la mitad de los cuales se habían destinado a spots para sacar adelante las campañas de sus candidatos.
Las grillas internas por lo abultado de la deuda y los deficientes logros en los comicios empujaron a Rosario Robles a abandonar la presidencia nacional de su partido. Antes de irse amortizó parte de la deuda, otra vez con la ayuda de Carlos Ahumada. El empresario aplicó de nuevo su pinza: por un lado, compró a los bancos un paquete de pagarés con valor de entre 60 y 80 millones de pesos, y por el otro se hizo de esos comprometedores documentos para sumarlos a su arsenal contra Andrés Manuel López Obrador y el PRD.
Ya ausente Rosario Robles del PRD, saldría a la luz pública que su gestión había dejado una herencia de pasivos por más de 420 millones de pesos, de los cuales una buena cantidad eran de un adeudo con Televisa. El consejero nacional Carlos Payán resumiría así el desorden que dejó Robles: “Esto es un cochinero”.
Durante el proceso de selección interna de los candidatos del PRD y luego en las campañas formales, Carlos Ahumada se había ocupado de grabar a René Bejarano, Carlos Ímaz y Octavio Flores Millán en sus oficinas de Grupo Quart, cuando éstos acudieron a recibir el dinero que el empresario les había ofrecido como ayuda para sus campañas.
El complot
Consumada la primera parte de su estrategia con los videos de las imágenes de René Bejarano, Carlos Ímaz y Octavio Flores, Carlos Ahumada esperó a que los candidatos electos tomaran posesión de sus cargos en la Ciudad de México. Entonces puso en marcha la segunda fase de su plan…
En febrero de 2004 la Procuraduría General de Justicia del DF realizó las primeras detenciones por el quebranto en la delegación Gustavo A. Madero, y como la punta de la madeja conducía directamente hacia él, Ahumada calculó que había llegado la hora de reventar de una vez por todas al gobierno de Andrés Manuel López Obrador.
De septiembre de 2003 a enero de 2004, el empresario argentino se había ocupado de tejer una sólida red de relaciones y de complicidades de la que echaría mano para culminar su venganza.
En ese lapso sostuvo varios encuentros con el expresidente Carlos Salinas de Gortari y el entonces senador del PAN Diego Fernández de Cevallos; con los abogados de la familia Salinas (Juan Ramón y Antonio Collado Mocelo); con el dueño de TV Azteca, Ricardo Salinas Pliego; con el director adjunto a la Presidencia de Televisa, Bernardo Gómez, y con el falso propietario del llamado Paraje San Juan, Enrique Arcipreste del Ábrego, a quien por cierto le compró los derechos del predio en litigio.
En ese entonces, Carlos Ahumada también tuvo contacto con el procurador general de la República, Rafael Macedo de la Concha; con la titular de la Fiscalía Especializada para la Atención de Delitos Electorales (Fepade), María de los Ángeles Fromow; con el diputado federal del PAN Federico Doring ,y el vicepresidente de Relaciones Públicas de la Organización Editorial Mexicana (OEM), Carlos Salomón.
La noche del 13 de enero de 2004 Carlos Ahumada citó al líder de la Corriente de Izquierda Democrática, cuyos candidatos ocuparon la mayoría de las delegaciones del Distrito Federal y de las curules en la Asamblea Legislativa. René Bejarano aceptó acudir al restaurante Balmoral del hotel Presidente Intercontinental.
El empresario estaba sumamente molesto porque el jefe delegacional en la Gustavo A. Madero, Octavio Flores Millán, había despedido a Luis Salazar y a María Martha Delgado. Y como conocía perfectamente la fuerza territorial y la influencia que ejercía Bejarano, le pidió que persuadiera al delegado para que le respetara esos dos puestos de trabajo, o de lo contrario entregaría la información que tenía en su poder al expresidente Carlos Salinas de Gortari, a Diego Fernández de Cevallos y a Marta Sahagún, esposa del entonces presidente Vicente Fox, con quienes presumió tener una buena amistad.
Bejarano supuso que Carlos Ahumada se refería al convenio del PRD con Televisa, y no a la serie de videos de corrupción de cuya existencia tenían noticia sólo el empresario argentino y un reducido grupo de personas.
Proceso documentó puntualmente en la segunda semana de abril los encuentros que estos personajes sostuvieron de septiembre de 2003 a febrero de 2004; el último de ellos, sólo 14 días antes de la difusión del primero de los tres videos de la corrupción conocidos hasta ahora.
Durante la primera semana de febrero Carlos Ahumada recibió información de primera mano de que la procuraduría capitalina estaba a punto de ejercitar acción penal contra dos directivos de las empresas relacionadas con el fraude en la delegación Gustavo A. Madero. El pitazo provenía de una fuente privilegiada: su amigo Gustavo Ponce.
Arrinconado por las autoridades capitalinas, Carlos Ahumada intensificó sus encuentros con el círculo de personajes clave en el desenlace de la videotrama: Salinas, Fernández de Cevallos, los Collado, Salomón Cámara, Rosario Robles y Lidia Uribe.
Los indicios de que Ahumada no actuaba solo en la difusión de los “videoescándalos” salieron a flote con mayor nitidez en la cadena de sucesos registrados el 20 de febrero.
La presencia de Carlos Ahumada, Diego Fernández de Cevallos y Juan Ramón Collado en el mismo lugar y a la misma hora no fue producto de la casualidad. Una vez desatado el escándalo de los videos, el secretario de Seguridad Pública del gobierno capitalino, Marcelo Ebrard, se enteró antes que nadie de que el hotel Presidente Intercontinental en la calle de Campos Elíseos había sido habilitado por la Procuraduría General de la República como barandilla para que el empresario argentino presentara y ratificara al mismo tiempo una denuncia penal contra funcionarios capitalinos por el presunto delito de extorsión.
Ebrard tuvo conocimiento de que el salón donde se efectuó la inusual diligencia fue pagado por el delegado metropolitano del Centro de Investigación y Seguridad Nacional (Cisen), José Luis Valles y, más aún, que en la diligencia estuvieron presentes Fernández de Cevallos y un policía político de la Secretaría de Gobernación.
Fuente: Proceso