Por Víctor M. Quintana
No nos referimos a La consagración de la primavera, de Igor Stravinsky, cuyo estreno, del que se cumplen cien años, conmocionó la música y la danza contemporáneas, sino a las consagraciones que se han vivido en Chihuahua durante esta primavera, previas a las elecciones locales del próximo 7 de julio. La primera y más comentada es la consagración que el gobernador César Duarte hizo del estado a los Sagrados corazones de Jesús y de María el pasado 21 de abril, ante 14 mil fieles y los obispos de las diócesis católicas chihuahuenses.
Según las versiones oficiales, dicho acto público fue hecho a título personal. Entonces ¿qué representatividad y qué derecho tiene el ciudadano Duarte para consagrar por su voz a casi 3 millones y medio de habitantes de su estado en un rito de una confesión religiosa? No sólo viola la ley de culto público, sino que atropella la sensibilidad de buena parte de la población no católica y católica que no cree en ese tipo de arreglos de la alta jerarquía católica y gobierno.
Tanto el gobernador como los obispos norteños supieron calcular muy bien la oportunidad, el timing, de dicha consagración. Dirán que fue por ser tiempo de Pascua. Pero tal vez no fue el calendario litúrgico lo que preocupó a Duarte, sino el electoral: nada mejor para preparar el carro completo del próximo domingo 7 de julio –séptimo después de Pentecostés– que mostrarse como un gobernante católico y practicante, al menos de ritos masivos. En este sentido podría parecer que, como dicen los jóvenes, se llevó a los obispos al baile… si no fuera porque 2 mil años de experiencia aconsejan muy bien a los obispos para llevarse también ellos su tajada de poder.
Ahí no terminaron las consagraciones. Han seguido si las queremos entender como lo entiende la Real Academia Española en la quinta acepción del término consagrar: Dedicar con suma eficacia y ardor algo a determinado fin. Tal vez se puede dudar de la eficacia, pero nadie podrá cuestionar el ardor con que varios partidos políticos chihuahuenses buscaron y lograron aliarse al gobernador y a su partido en estas elecciones.
En una muy complicada maniobra para la ciudadanía que trate de entenderla y sencilla para los partidos que quieran sacar provecho de ella, se realizaron 12; sí, 12 tipos de coaliciones, candidaturas comunes para ayuntamientos, síndicos y diputaciones locales que en casi todos los casos significan alianzas con el PRI, por parte del Panal, del PVEM, del PT y… del PRD.
En 28 municipios van juntos, en coalición o en candidaturas comunes con el PRI, el Panal, el PVEM y el PT. En otros 27 el PRI también va en alianza con el Panal y el PVEM sin estar el PT. En otros cinco van con el PRI, el Panal y el PT; pero no el PVEM. Para no seguir confundiendo al sufrido lector puede decirse que el Panal, el PVEM y el PT se colgaron del PRI en casi la totalidad de las fórmulas para elecciones de los 67 ayuntamientos y las 67 sindicaturas del estado y en muchos distritos electorales. Los nombres de las coaliciones abundan, como: Unidos por Delicias, Unidos por más progreso, etcétera.
Con el PRD la situación aún no está totalmente definida, aunque la dirección estatal insiste en varias alianzas con el PRI, sobre todo en el municipio de Chihuahua y en el primer distrito, la dirección nacional sigue aparentemente oponiéndose a tal alianza. Los dueños estatales del PRD dirán que si los del nacional pactan con el PRI, por qué no habrían de hacerlo ellos. No les importa que les cueste lo que restaba de su imagen pública y la renuncia de casi la totalidad de sus ex dirigentes estatales, ex diputados y exdiputadas, como los que acaban de hacerlo públicamente, o los que antes se fueron al Morena.
La cargada de todos estos partidos en favor del PRI y del gobernador no tiene el mínimo sustento político o ideológico. Ni siquiera un pacto pragmático que asegure algunos avances para Chihuahua. Detrás de él está el propósito de asegurar puestos de elección popular para las burocracias y dinastías de los diversos partidos que, por cierto, hoy disponen de más recursos del mermado erario para realizar campañas más cortas. Una somera revisión de las candidaturas revela los mismos apellidos, las mismas familias, en una diferente sopa de siglas. Hay que aclarar que no entraron a estos enjuagues el PAN y el Movimiento Ciudadano.
¿Para qué tanta complicación?, ¿por qué tanta pirueta para encontrarles nombres tan diferentes a las coaliciones que sólo auguran más de lo mismo? Sería mucho más fácil no manejar sino una coalición y unas siglas: Tocag: Todos consagrados –o sometidos– al gobernador. Porque parece que esto es lo que se juega en Chihuahua el próximo 7 de julio: la posibilidad o no de que el gobernador se lleve el carro completo y gobierne sin contrapesos político-partidistas. Aunque siempre queda la posibilidad de un rechazo al autoritarismo en las urnas o retirándose de ellas.
Stravinsky vino a revolucionar la música: las consagraciones de la primavera chihuahuense vienen a involucionar la política. Si en Tijuana hay serias preocupaciones por el apagón analógico, en Chihuahua lo que preocupa es el apagón democrático.
* Víctor M. Quintana S. Exdirgente estatal del PRD y ahora dirigente de Morena en