Por Neil Harvey *
La escuelita zapatista realizada en Chiapas entre el 12 y 16 de agosto tuvo una doble función: por un lado, se dirigió a los estudiantes que llegaron de afuera como parte de una nueva iniciativa política del EZLN iniciada con la marcha silenciosa del 21 de diciembre de 2012. La escuelita es un esfuerzo de los zapatistas para dar a conocer, desde su propio análisis y testimonios, su experiencia en la construcción de la autonomía comunitaria, municipal y de zona, con el fin de que estas lecciones sean útiles en otros espacios.
Representa en parte la continuación de los informes presentados en el Encuentro de los pueblos zapatistas con los pueblos del mundo, en 2007, pero con mayor profundidad y con nuevos métodos de organización. La asignación de un hombre o mujer de las bases de apoyo a cada estudiante como sus guardianes, permitió que la interacción fuera más directa y enriquecedora, mientras las presentaciones y sesiones de preguntas demostraron la disponibilidad de compartir no sólo avances, sino también limitaciones, errores y, sobre todo, nuevas formas de corregirlos.
Al mismo tiempo, la escuelita ha tenido un impacto al interior de las comunidades zapatistas al promover la discusión y elaboración de cuatro libros y dos dvd sobre los gobiernos autónomos, la autonomía y las mujeres, y la resistencia, dejando una importante herramienta para la educación autónoma y la nueva generación de jóvenes zapatistas. En el proceso se va consolidando la centralidad de los siete principios de gobierno zapatista: obedecer y no mandar; representar y no suplantar; bajar y no subir; servir y no servirse; convencer y no vencer; construir y no destruir, y proponer y no imponer.
La escuelita entonces es un espacio de diálogo, una oportunidad de conocer y compartir no únicamente los principios zapatistas, sino también sus prácticas o modos. Pero, ¿qué son los modos zapatistas? Si bien resisten la definición, es posible valorar la forma en que se expresan en las decisiones y acciones de los miembros del EZLN.
Dichos modos se manifiestan en la práctica, es decir, en la capacidad de responder de una manera incluyente y creativa a los problemas que se presenten. Por medio de su práctica, los zapatistas dan sentido a los siete principios ya mencionados.
Durante la escuelita se presentaron cinco temas: gobierno autónomo, mujeres, resistencia, justicia y democracia. En cada uno, las prácticas revelan diversos procesos de análisis, consulta y reflexión que sustentan este modo zapatista de responder a nuevos retos y problemas.
Por ejemplo, la creación de las juntas de buen gobierno (JBG) a escala regional respondió a los problemas de desequilibrio entre los municipios autónomos que se habían formado a finales de 1994. Como resultado de esta reorganización, se permite la mejor distribución de apoyos solidarios entre todas las comunidades y municipios zapatistas.
En cuanto a la participación de las mujeres, en las JBG se ha ido logrando una representación más equitativa (por ejemplo, la composición de la JBG de La Realidad pasó de una a 12 mujeres entre 2003 y 2011), pero todavía hay limitantes basadas en el machismo en muchas comunidades, que no permiten la participación plena del sector femenino en el trabajo organizativo. Frente a este problema, los zapatistas están tratando de cambiar esa actitud enseñando que el machismo no viene de la cultura indígena, sino de los colonizadores, y que fueron los patrones y finqueros quienes impusieron la idea de que la mujer no tiene los mismos derechos que los hombres, de tal manera que ahora vencer el machismo no implica ir contra la costumbre indígena, sino resistir juntos, hombres y mujeres, este tipo de dominación y construir nuevas formas de convivencia.
La autonomía también se construye en la resistencia a las muchas estrategias contrainsurgentes que se han desatado en Chiapas. Ejemplos notables son la decisión de reconstruir cinco Aguascalientes después de la destrucción del Aguascalientes en Guadalupe Tepeyac por parte del Ejército, en 1995, y la forma en que se enfrentan los problemas económicos actuales mediante la creación de nuevos bancos zapatistas que permiten solventar elevados gastos médicos a una tasa de interés de 2 por ciento, o fomentar nuevos trabajos colectivos que permiten a los jóvenes quedarse en sus comunidades y así evitar la migración.
En cuanto a la justicia, los zapatistas plantean la rehabilitación como la mejor manera de establecer condiciones reales de mayor seguridad y evitar la corrupción asociada con el pago de multas que se da en el sistema oficial. La rehabilitación muchas veces se logra con el trabajo colectivo y el aprendizaje de un oficio que permite la reintegración comunitaria en vez de la continuación de delitos. También es importante señalar que las autoridades zapatistas buscan que las partes en disputa logren acuerdos para evitar mayores problemas.
Finalmente, el modo zapatista de practicar la democracia busca la más amplia participación posible. Por ejemplo, la JBG de La Garrucha cuenta con 24 autoridades electas en voto secreto. Su periodo es de tres años, pero el trabajo se reparte entre tres grupos de ocho, quienes se turnan cada 10 días. Tampoco se limita la democracia a elecciones, sino que es algo que se promueve en cada espacio y tiempo. Por ejemplo, las propuestas de las JBG para implementar cualquier proyecto tienen que ser presentadas y discutidas en las asambleas de cada comunidad de la zona. Desde ahí se pueden modificar las propuestas e incluir otras consideraciones.
Los modos zapatistas se manifiestan así en sus formas de gobernar y crear alternativas viables. Son las prácticas las que mantienen abiertos los espacios necesarios para que todos puedan participar como iguales en la discusión y aplicación de los diversos proyectos, y así seguir construyendo, corrigiendo y avanzando. Estos son los modos zapatistas.
* Neil Harvey. Profesor-investigador de la Universidad Estatal de Nuevo México, campus Las Cruces