Con la llegada de sus cenizas este fin de semana a Cartagena, el escritor colombiano Gabriel García Márquez regresa a la ciudad donde tuvo la única casa que construyó en la vida, la que le dio la oportunidad de trabajar en lo que amaba, pero la que también -como él mismo contaba- en un principio lo discriminó por su origen pueblerino y su extravagante forma de vestir.
A partir de este domingo cualquier persona podrá visitar el lugar donde reposarán las cenizas del premio Nobel de Literatura de 1982, fallecido el 17 de abril de 2014, en el patio central del Claustro de la Merced, en el centro histórico de Cartagena.
Y aunque la ciudad –la más turística del país– parece ser un destino natural para los restos del único Nobel colombiano, su regreso resulta paradójico por la relación agridulce que tuvo García Márquez con ella.
Con el tiempo el autor de “Cien años de soledad” se convirtió en uno de los personajes más notables de Cartagena, pero su llegada en mayo de 1948 no fue fácil.
“Una ciudad clasista”
Gabriel García Márquez se mudó a Cartagena con el objetivo de finalizar los estudios de derecho que había comenzado en Bogotá.
Aunque ya había publicado una serie de cuentos bien recibidos en el diario nacional El Espectador, en aquella época el escritor era todavía un estudiante pobre que intentaba abrirse paso en una de las sociedades más clasistas del país.
“Cartagena tiene sin duda el gran mérito en la vida de García Márquez, ya que es aquí donde inicia su carrera de periodística“, le dice a BBC Mundo Nicolás Pernett, historiador especializado en el Nobel de Literatura.
“Pero Cartagena siempre ha sido una ciudad jerárquica y muy clasista. Y García Márquez era un muchacho de 21 años de provincia, flaco, moreno, sin mucho pedigrí, y eso no se deja de sentir en una ciudad como Cartagena”, explica.
En efecto, el escritor se ganó en Cartagena apodos como “trapo loco” y “valor civil” por su manera de vestir extravagante y colorida que escandalizaba a la tradicional clase alta de la ciudad.
Y él mismo decía con ironía que los cartageneros eran los “cachacos” de la costa, usando el sobrenombre en el Caribe colombiano para referirse a los bogotanos, porque -como explica Pernett- “los asociaba con esa idea de jerarquía, de racismo, de exclusión de los bogotanos y que él mismo vivió en Cartagena”.
“No vivió lo mismo cuando se fue en 1949 a Barranquilla [120 kilómetros al norte de Cartagena], que era una ciudad mucho más abierta, llena de inmigrantes de todas partes del país y del mundo”, añade Pernett.
En Barranquilla García Márquez hizo amigos que le durarían toda la vida, con los que se solía reunir en el emblemático bar La Cueva para tener un inspirador intercambio de historias.
En esa ciudad, además, se casó en 1958 con su esposa Mercedes Barcha, quien estará presente este domingo en la ceremonia de sus cenizas en el Claustro de la Merced, administrado por la Universidad de Cartagena, donde el escritor se matriculó para terminar sus estudios de derecho.
“Hay que recordar que García Márquez se retiró de esa carrera porque no era su interés ser abogado, era más una imposición de su padre”, señala Pernett. “Y no deja de parecerme paradójico que pasará la eternidad en la universidad de la que se retiró”.
Seducido por la “ciudad esplendorosa”
Pero a pesar de que García Márquez -oriundo del pequeño pueblo sin mar de Aracataca- criticó fuertemente a Cartagena, también se sentía muy atraído por la “gran ciudad”, explica el investigador.
“La idea de los antiguos palacios, todo el esplendor colonial, toda esa imponencia arquitectónica junto al Mar Caribe, las murallas y en especial esa idea de vieja grandeza es un tema muy recurrente en su obra”, dice el investigador.
En sus novelas “El amor en los tiempos del cólera” y “Del amor y otros demonios“, García Márquez plasma imágenes de la ciudad, de sus lugares emblemáticos pero sobre todo de su estructura social.
“Siempre trabajó la idea del pueblo o ciudad grandiosa que después decayó. Macondo fue básicamente eso: un pueblo que llegó a un esplendor gigantesco en el que después quedaron los fantasmas y las casas viejas vacías cayéndose”, dice Pernett.
“Cartagena le remitió ese mismo sentimiento, fue el punto del giro en su escritura durante la década de los 80”.
La reconciliación
Pernett recuerda una escena de “El amor en los tiempos del cólera” en que la protagonista, Fermina Daza y su esposo Juvenal Urbino, hacen un viaje en globo. Y aunque la historia no se enmarca en Cartagena, en ese viaje cinematográfico en globo se menciona la ciudad.
“Hablan de que ven las murallas antiguas, las casas abandonadas, las casonas de los virreyes, de esa “Cartagena de Indias, la más hermosa del mundo”, afirma Pernett.
Los años en los que García Márquez llegó a la ciudad no eran fáciles, 1948 es uno de los años más violentos de la historia de Colombia, lo que tal vez también contribuyó a la imagen negativa que tuvo el novelista en un principio. Pero en su madurez profesional, en la década de 1980, cuando ganó el premio Nobel, las cosas eran distintas.
Su familia se había mudado a Cartagena y él decidió integrar la ciudad a su obra.
“En los 80 está un poco más reconciliado con la ciudad, tal vez porque él mismo yase había convertido en parte en esa élite costeña que él mismo despreciaba“, afirma Pernett, “pero siempre va a tener como ese amor y odio: encantado por su belleza, encantado por su historia, y a la vez, un poco excluido por la sociedad”.
“En diez cuadras de Cartagena uno se encuentra desde el chico pobre que no tenía futuro que tuvo que dormir en el Parque de Bolívar, hasta al escritor consagrado que se manda a hacer una casa gigante y hermosa frente al mar“, explica.
“Eso dice todo sobre Cartagena en su vida y sobre la misma ciudad”.
Ciudad en la que en 1994 creó la Fundación para el Nuevo Periodismo Iberoamericano (FNPI) -que hoy incluye su nombre-, probablemente uno de los legados más concretos de su versión como periodista, ya que su misión es la formación e intercambio de periodistas latinoamericanos y del Caribe.
¿Es Cartagena la ciudad ideal para llevar las cenizas de García Márquez?, le preguntamos a Pernett.
“Yo creo que es apropiada en la medida en que torno a los escritores se crea una industria de turismo”, responde.
“Es apropiada, además, teniendo en cuenta que hay una Ley de Honores de diciembre de 2014, en donde se prevé que en Cartagena se cree un centro de documentación y un museo dedicado a García Márquez administrado por la FNPI”.
Fuente: BBC