Las cabañuelas, el arte de pronosticar el tiempo

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Los antiguos mexicanos diseñaron un método que, a través de la observación y el registro de las lluvias de enero, les permitía determinar cuál sería el clima durante el resto del año. ¡Conócelo!

Por Juan Manuel López Cruz

Seguramente durante el inicio del año, has oído hablar de las cabañuelas, tal vez te lo han dicho tus abuelos o lo hayas escuchado en la voz de la gente mayor, es aún mucho más probable que la gente del pueblo lo comente en sus pláticas, ya que ésta es una de las diferentes “sabidurías ancestrales” referentes al pronóstico del tiempo que siguen vigentes gracias a las anécdotas que pasan de generación en generación.

Sin embargo a veces se nos hace ajeno el tema a pesar que es un método que las antiguas civilizaciones mexicanas diseñaron para que a través de la observación y registro de las lluvias de enero, pudiesen determinar cuál sería el clima durante el resto del año, es así que según el tiempo que exista en cada uno de los días de enero, de manera sistemática será el clima que tendrán los meses del año.

De acuerdo con la tradición de las cabañuelas, el sistema para pronosticar empíricamente el clima consta en que cada día de enero tiene un mes que se le atribuye de manera sistemática, esto es que del 1 al 12 es ascendente (de enero a diciembre) y del 13 al 24 descendente (de diciembre a enero); después del día 25 al 30 se toman por medio día para cada mes; finalmente tenemos al día 31 con sus 24 horas (en este caso, cada dos horas son asignadas a cada mes, a partir de la madrugada).

Cabe mencionar que este conocimiento empírico para pronosticar el clima del nuevo año, principalmente es practicado por quienes laboran en la tierra, aquellas personas que tiene la sabiduría de los pobladores del México antiguo, los cuales ayudados con el conocimientos de los cosmos y su influencia sobre todo ser vivo podrían predecir de manera clara el tiempo.

Algunos diccionarios nos ofrecen diferentes definiciones, todos coinciden en que las cabañuelas son el cálculo que hace la gente de los pueblos, con base en las características climáticas que se presentan en ciertos días de determinados meses, según el país y sus costumbres, para pronosticar el clima del año en curso.

Ahora bien, si tratamos de definir el origen de esta tradición de observación, sería una labor titánica y muy difícil, ya que no se conocen con exactitud sus orígenes, pero se cree que surgió en el Zamuc o “Fiesta de las Suertes”, del calendario babilónico, cuya versión hebrea sería la “Fiesta de los Tabernáculos”. En la India también tenían doce días en la mitad del invierno para vaticinar las condiciones climáticas próximas.

Para el México prehispánico se cree que los aztecas adoptaron de los mayas este conocimiento (el cual se adaptó al calendario cristiano), como en ambos casos sus calendarios constaban de 18 meses de veinte días cada uno (más cinco días adicionales que no entraban en los meses), los primeros 18 días de enero servían para cada uno de los meses y los dos días restantes predecían otros fenómenos: el 19 para pronosticar el tiempo del solsticio de verano y el 20 para el solsticio de invierno. En cuanto a otros grupos de Mesoamérica y Aridoamérica, al parecer nada se ha escrito al respecto, aunque podría suponerse que también tuvieron un sistema similar.

Además de las lluvias de invierno, durante los días de enero también debemos observar los remolinos de tierra, las “casas” en la Luna o en el Sol (halos que se forman alrededor, muy parecidos a los arcoíris), las hormigas con alas, los eclipses y otros fenómenos naturales.

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Sin embargo, desde el punto de vista científico, las cabañuelas carecen por completo de sentido a la hora de obtener predicciones sobre el tiempo meteorológico, ya que no se puede realizar una predicción correcta observando solamente el tiempo de un lugar concreto, ya que el tiempo no evoluciona de forma independiente en unos sitios de otros, sino que se ve afectado por el temporal, por ejemplo los frentes fríos o los huracanes; hay que tener en cuenta que la atmósfera es un sistema caótico, por lo que cambios pequeños en lugares remotos pueden acabar teniendo efectos muy grandes en la meteorología local.

Los días prefijados para las mediciones son totalmente arbitrarios. La creencia frecuente de que la Luna (y, por tanto, el calendario litúrgico) está relacionada con la meteorología no tiene base alguna, ya que la influencia de la luna sobre la atmósfera es insignificante. Por mucho que la Luna afecte a las mareas marinas, las mareas atmosféricas son mínimas. Tampoco se corresponde con la realidad, ya que los datos reales no muestran relación alguna entre los ciclos lunares y el tiempo, a diferencia de otros ciclos, como las estaciones del año.

Fuera de todas las explicaciones científicas que se le puedan dar a las cabañuelas, queda asentado (aun en el inconsciente colectivo), que el conocimiento popular suele ser muy certero, pues con base en la observación ancestral y cotidiana de los fenómenos naturales, del comportamiento de los animales, del desarrollo de la vegetación e, incluso, de las dolencias repentinas de nuestro propio cuerpo, llegamos a descubrir otros acontecimientos del entorno, aunque se diga que tal conocimiento ya se ha perdido.

Fuente: Revista Entropía

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