Por Gabriela Rodríguez
A veces necesitamos ir a los orígenes para entender el presente; en el campo de la política sexual, sorprenden las controversias que siempre ha generado el tema, así como encontrar tensiones semejantes, discursos desgastados y pugnas recurrentes.
Hace 80 años, Narciso Bassols, secretario de Educación Pública de México, presentó un proyecto de educación sexual muy visionario, 20 años antes de que la educación sexual fuera obligatoria en Suecia, país pionero en el mundo. El proyecto se basaba en un estudio sobre conducta sexual presentado por la Sociedad Eugenésica: se analizaba la alta frecuencia de embarazos y de enfermedades de transmisión sexual entre jóvenes, y la necesidad de informarles oportunamente al respecto. También retomaba los hallazgos de Sigmund Freud: su publicación Tres ensayos sobre una teoría sexual explicaba que la libido infantil comenzaba desde la más tierna edad y valoraba a la niñez como la etapa mas importante del desarrollo sicológico del ser humano.
Nacido en el mismo estado del actual secretario de Educación, Narciso Bassols era un partidario acérrimo del laicismo. Durante el maximato de Plutarco Elías Calles dirigió la SEP, más tarde fue secretario de Hacienda con el general Cárdenas y defensor de la expropiación petrolera. Él trató de llevar la educación y la cultura al pueblo desde todos los cargos que ocupó, formó maestros comprometidos con los ideales de la Revolución e integró médicos, artistas, obreros y agricultores en las misiones culturales. Fue el impulsor de la enseñanza técnica vinculada a la industrialización, antecedente directo del Instituto Politécnico Nacional.
En 1934 Bassols planteó que se estudiara la posibilidad de implantar una educación científica sobre cuestiones sexuales desde el tercer año de primaria y hasta la secundaria, así como preparar a los maestros. La polémica que despertó llegó a cubrir por un año las portadas de los principales diarios, culminó con su renuncia y la cancelación del proyecto. Conforme al excelente texto del historiador Alberto del Castillo Troncoso, atrás de ese conflicto están las pugnas entre la Iglesia católica y el Estado mexicano por la hegemonía política y cultural, cuyos momentos más críticos fueron la Guerra de Reforma a mediados del siglo XIX y la guerra cristera de los años 20.
La educación laica fue parte del encuadre gubernamental para frenar el campo de acción del clero, instrumento revolucionario para impulsar un proyecto modernizador y lograr cohesión nacional desde el centro. La resistencia más fuerte venía de la visión católica tradicional profundamente arraigada entre las clases medias de la sociedad capitalina, y se sumaba un sentimiento de exclusión ante gobernantes que privilegiaban a los obreros y campesinos. La SEP enfrentaba además un conflicto con el sindicato de maestros por haber suprimido plazas y transferido a docentes; se intentaba disminuir el peso y la influencia política del sindicato y asumir un control más directo de las escuelas, lo cual llevó a los líderes sindicales a oponerse a la educación sexual y a colocarse del lado de los padres de familia y de las escuelas particulares. La propuesta del Partido Nacional Revolucionario por una educación de carácter socialista intensificó la discusión, polarizó y enturbió el debate específico sobre la educación sexual.
Los padres de familia propagaron rumores ante la falta de argumentos: insinuaban que el programa tenía fines inmorales, y que los médicos en las escuelas abusarían de los niños. La lucha por el control de las conciencias infantiles fue un elemento novedoso. Los obispos definían a los niños como seres asexuados cuya esencia radicaba en su inocencia, se veía la sexualidad como un elemento externo y corruptor, y la educación sexual como una medicina peligrosa que asesinaba su inocencia y exaltaba la imaginación; la familia debía tener la prerrogativa exclusiva para tocar cualquier tema de sexualidad, evitar contacto con las instituciones públicas y permanecer en estado de alerta ante la peligrosidad proveniente del exterior (La polémica en torno a la educación sexual en la ciudad de México durante la década de los años 30, Estudios Sociológicos VIII: 52, 2000).
La educación sexual actual es progresista. Retomaré el tema en otras colaboraciones. Por ahora me remito a la queja que hicieran hace un mes los representantes de la Coparmex frente a la promoción de derechos sexuales y reproductivos en la iniciativa de ley de las y los jóvenes del DF. Increíble que se viva un conflicto magisterial semejante y que los conservadores de hoy reproduzcan el mismo tono: de promulgarse esa ley, niños y niñas quedarían en una situación de vulnerabilidad, deja la puerta abierta a la pederastia al autorizar relaciones sexuales desde los 12 años, amplía oportunidades de los tratantes de personas en la prostitución infantil, desconoce el derecho primigenio de los padres de familia a educar a sus hijos según su creencia y convicción.
Esperamos que Miguel Mancera reconozca que los derechos sexuales y reproductivos que promueve esa ley son expresión de la secularización que ha experimentado la sociedad capitalina. Entendemos también que el convenio de educación dual que acaba de firmar con la Coparmex Emilio Chuayffet no entrará en contradicción con el mandato que anunció hace unos días Miguel Ángel Osorio Chong, en su calidad de presidente del Consejo Nacional de Población, una Estrategia Integral para la Prevención del Embarazo Adolescente, con perspectiva de género y promoción de los derechos sexuales y reproductivos de los adolescentes.
Twitter: @Gabrielarodr108
Fuente: La Jornada