Por Sanjuana Martínez
¿Disminuyó la violencia en México? Es el nuevo mensaje de Enrique Peña Nieto a la nación. Y para conseguirlo, sencillamente su gobierno ha dejado de contar muertos, desaparecidos, secuestros, extorsiones.
Según Peña Nieto la violencia es sola una percepción. Y su gobierno cree que metiendo a las víctimas de la inseguridad bajo la alfombra, logrará ocultar el desastre que aún impera en México.
Peña Nieto apagó el ejecutómetro. Practica nuevas formas de contar. No ve y no cuenta los muertos. Es su estrategia para vendernos que la “violencia sigue disminuyendo”. Y para ello utiliza también ese gran instrumento de manipulación llamado: estadísticas gubernamentales.
Según él, hay una reducción del 27.8 por ciento de homicidios dolosos entre enero y julio de este año, en relación con los ocurridos en el mismo lapso durante 2012. La pregunta surge inmediatamente ¿Por qué no compara ese período con el 2013? Porque sus cuentas quedarían en números rojos.
Hay refrescarle la memoria al señor Peña Nieto: en su primer año de gobierno ocurrieron 18 mil 432 asesinatos. Y el mes más violento fue diciembre 2012, con mil 696 asesinatos y después abril 2013, con mil 651 crímenes.
Las cifras son del Sistema Nacional de Seguridad Pública (SNSP) que registra mil 664 casos de secuestros en el primer año de Peña Nieto, una cifra sin precedentes; como el delito de extorsión, de la que contabiliza se cometieron 8 mil 17; y el robo de vehículo con violencia alcanzó los 56 mil 610 casos.
Obviamente, estas cifras no son tomadas en cuenta por el gobierno peñista. Su construcción de la realidad se basa en el triunfalismo y la simulación, por tanto, intenta pintarnos un país de ficción.
Solo hay que ver las noticias diarias para darse cuenta que todos los días hay ejecutados. Y leer los pronósticos basados en las verdaderas cifras. Por ejemplo, Insyde, considera que al término de la gestión de Peña Nieto las muertes violentas superarían en casi un 50 por ciento las reportadas durante el gobierno de Felipe Calderón. Es decir, Peña Nieto terminaría su gestión con una contabilidad de 124 mil 975 muertes de seguir con este ritmo de ejecutados diarios.
Las fosas clandestinas tampoco las cuentan. Ni el horror encontrado en su interior. Han dejado de ser noticia para una buena parte de la prensa. Su hallazgo es constante. Tamaulipas, Guerrero, Michoacán, Jalisco, Chihuahua, Estado de México, Morelos… cientos de cadáveres encontrados sin aparente registro oficial, porque el gobierno no nos informa cuántos van.
No sabemos el número de cuerpos sin nombre que han registrado los Anfiteatros. De aquellos 10 mil cadáveres de víctimas de la violencia que la Fundación para la Justicia y el Estado Democrático de Derecho, presentó ante la Comisión Interamericana de Derechos Humanos (CIDH) en 2012, hemos pasado a desconocer el incremento.
De esos 10 mil, más de mil 200 fueron recuperados entre 2006 y 2011 en un total de 310 fosas clandestinas ubicadas en distintos estados de la República. Allí están aún esperando, los familiares de algunos de los 72 migrantes centroamericanos masacrados en San Fernando, Tamaulipas. Algunos de los restos no han sido entregados a sus familiares. Tampoco de las 193 personas encontradas en 47 fosas clandestinas, encontradas ese mismo año en la misma zona.
Las organizaciones de derechos humanos encabezadas por los sacerdotes Alejandro Solalinde en Ixtepec, Oaxaca o Pedro Pantoja en Saltillo, Coahuila dan cuenta de la nueva estrategia del gobierno: entregar ataúdes a los deudos con carne no humana, piedras y otros objetos. Esa es la última afrenta de un gobierno que se niega a mirar la realidad y maquilla las cifras para esconder a los muertos.
No hay trabajo forense serio por parte del gobierno peñista para resolver el tema de los desaparecidos. Tampoco se ha cumplido con la promesa de un Banco Nacional de ADN para cruzar datos con los cadáveres que están siendo aún encontrados en decenas de fosas clandestinas.
Enrique Peña Nieto tampoco se toma en serio el tema de los desaparecidos. Ese será la gran asignatura de su gobierno. Y la página negra de México durante las próximas décadas.
La nueva estrategia peñista es mezclar de manera indigna y perversa los desaparecidos con las personas “no localizadas” con el fin de minimizar el enorme problema que representa esto en materia de seguridad.
Según Peña Nieto hay 22 mil 322 personas “no localizadas” para mezclar las desapariciones forzadas con casos de ausencia voluntaria o extravío. A toda costa, el gobierno pretende bajar cifras. Es imposible. Hay organizaciones no gubernamentales que sitúan la cifra de desaparecidos en 300 mil personas, según el censo de población.
Es absurdo el ocultamiento. No se puede tapar el sol con un dedo. Minimizar la importancia política que tienen los muertos y los desaparecidos es un error muy grave, porque tarde o temprano, el gobierno pagará la omisión de hechos tan contundentes.
Si no fuera tan trágico este asunto, sería una broma pesada, sobretodo porque ahora Peña Nieto nos quiere hacer creer que encontraron 13 mil personas “ausentes”, pero no nos dicen cómo, no nos explican que método utilizaron para localizarlos.
Es colmo de la burla. La misma Procuraduría General de la República ha reconocido que e el 40 por ciento de los casos de desapariciones registrados en 2013 no existe ninguna investigación, lo cual confirma la versión de familiares, quienes insisten que nadie del gobierno está buscando a los miles de desaparecidos.
Ocultar, minimizar, manipular, maquillar las cifras, no resuelve el problema de la violencia. México sigue en guerra. Y los llamados “daños colaterales” son miles, aunque el señor Enrique Peña Nieto nos demuestre que no sabe contar.
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