El candidato verde Van der Bellen y el ultranacionalista Hofer rondan el 50% cada uno
La elección del nuevo presidente de Austria se presenta muy reñida. Según la proyección de la televisión pública ORF -basada en el recuento de un 90% de las papeletas depositadas en elas urnas- el candidato apoyado por los Verdes, Alexander Van der Bellen, y el ultraderechista Norbert Hofer, se encuentran empatados alrededor del 50% cada uno.
Todo apunta a que será decisivo el recuento del voto por correo, que roza el 14% del electorado. Hofer ya ha dicho que para conocer el vencedor habrá que esperar a que se termine la contabilización de esos votos, que está previsto concluya mañana.
Con Norbert Hofer como candidato, el partido antiinmigración y euroescéptico FPÖ ha consolidado un avance electoral en los últimos años que ha puesto a su alcance una victoria con la que Austria se convertiría en el primer país de Europa occidental con un presidente de extrema derecha desde la Segunda Guerra Mundial. Los partidos populistas y radicales europeos tienen este fin de semana la mirada puesta en la capital austriaca.
En una sociedad polarizada por la crisis migratoria y el descontento con los dos grandes partidos del país (socialdemócratas y democristianos), unos 6,4 millones de ciudadanos tienen ante sí una elección reñida entre dos opciones: el candidato ultra, que dio la sorpresa hace un mes al ganar la primera vuelta de las elecciones presidenciales austriacas con un 35% de los votos, o el aspirante independiente y exportavoz de Los Verdes Alexander Van der Bellen, al que el primero sacó una ventaja de 14 puntos.
“Yo creo que ganará Hofer y no me desagrada. Es joven y se preocupa por los austriacos”, afirma Elisabeth P., funcionaria de 47 años, en un colegio electoral del centro de Viena. “¿Extremista? No, yo no le veo así”, añade sobre el candidato ultranacionalista Rudolf Patzl, jubilado de 73 años. En el polo opuesto se sitúa Selina B., de 27 años y empleada en el sector audiovisual. “La cuestión hoy es si se está a favor o en contra del fascismo. Yo no quiero que un nazi llegue al poder”, asegura en otro centro electoral de la ciudad. Ha votado en compañía de una amiga que también se ha decidido por Van der Bellen. “No comparto la visión de Hofer sobre Austria y creo que elegirlo es una mala señal hacia el exterior”, afirma S. B., universitaria de estudios americanos e inglés.
El triunfo de Hofer, un ingeniero aeronáutico de 45 años, ha dejado en la cuneta tras la primera vuelta de los comicios a socialdemócratas (SPÖ) y democristianos (ÖVP), los socios de Gobierno que se han repartido el poder desde el final de la Segunda Guerra Mundial, y ha precipitado la caída del canciller socialista Werner Faymann acosado por las críticas internas.
El tradicional discurso contra la inmigración y la “islamización de Europa” del FPÖ se ha visto impulsado por la crisis de los refugiados –Austria, con 8,7 millones de habitantes registró el año pasado cerca de 90.000 peticiones de asilo- y el descontento con un Ejecutivo de coalición que no consigue sacar adelante reformas que reactiven la economía, pero su ascenso ha sido constante desde que hace una década superó una escisión interna. El FPÖ es la tercera fuerza en el Parlamento austriaco y en 2015 logró un importante incremento en tres elecciones regionales a costa de los dos grandes partidos, cuyo declive le ha abierto el camino.
Hofer ha hecho campaña envuelto en la bandera de “los austriacos primero” y el apoyo al cierre de las fronteras para impedir el paso a “falsos refugiados”. El ultra, vicepresidente tercero del Parlamento, ha vinculado a los migrantes al abuso en ayudas sociales y especialmente a un aumento de la delincuencia que el Gobierno confirma sin concretar datos. La preocupación por la seguridad se extiende entre la población sobre todo entre las mujeres tras varias agresiones con repercusión mediática. Unos temores con los que el FPÖ ha sabido conectar.
Además, “el FPÖ ha aprovechado el espacio de los grandes partidos y ha desplegado una estrategia con la que ha conseguido presentarse como un partido moderno y joven”, afirma Johannes Pollak, politólogo del Instituto de Estudios Avanzados de Viena. Como otros movimientos populistas y de la derecha radical europea, ha aumentado su base social con “mensajes sencillos sobre la pérdida de empleos, la inmigración, la seguridad o la islamización de Europa”, añade.
Su oponente, el exportavoz de Los Verdes y catedrático de economía Alexander Van der Bellen, de 72 años, afirma que Hofer pretende convertir el país en “una república autoritaria” y entregar el mando a su líder, Heinz Christian-Strache. Europeísta convencido, también ha levantado olas al admitir que como presidente se resistiría a tomar juramento a un canciller del FPÖ que busca romper la UE aunque ganara las elecciones. “Corremos el riesgo de no volver a reconocer a Austria”, ha asegurado al apelar a todo votante que no quiere un presidente ultra al frente del país.
El mayor éxito hasta el momento lo firmó el FPÖ en 2000, cuando entró por primera y de momento última vez en el Gobierno nacional de la mano de los democristianos, lo que provocó airadas protestas en la UE por los eslóganes racistas del FPÖ. Aquella experiencia le costó a Austria meses de ostracismo en la Unión, pero la situación ha cambiado. Los ultranacionalistas austriacos ya no son una excepción en las instituciones de los países europeos.
Las felicitaciones más calurosas tras la victoria en primera vuelta le llegaron al FPÖ del Frente Nacional de Marine Le Pen, con el que comparte grupo en el Parlamento Europeo y que enfila ya hacia las presidenciales francesas en 2017, de Alternativa para Alemania, que espera un nuevo empuje del auge ultra austriaco, y los islamófobos del holandés Geert Wilders.
Unos aplausos que en Bruselas causan malestar. El presidente de la Comisión, Jean Claude-Juncker, no ha ocultado que espera que el FPÖ no gane el domingo -Hofer afirma que ahora votaría contra un ingreso de Austria en la UE (es miembro desde 1994)-. El alemán Martin Schulz, al frente del Parlamento Europeo, advierte de que un triunfo de la extrema derecha en Austria y en otros países “cambiará el carácter europeo”.
“Habrá protestas si sale elegido Hofer, pero no creo que se le preste tanta atención. Europa tiene por delante un desafío mucho mayor: el Brexit”, opina el politólogo Pollak.
Aunque Austria es uno de los países más ricos de la Unión, la crisis económica “ha aumentado el temor al descenso social, al paro y la competencia de los inmigrantes”, lo que atrae a los votantes hacia populismos “como el del FPÖ, Donald Trump en EE UU o Marine Le Pen en Francia”, constata el politólogo Anton Pelinka, de la Universidad Central Europea en Budapest (Hungría). “Austria no es tan distinta en esto”, afirma.
El rechazo a la política decidida desde Bruselas y la dureza frente a la migración que une a estos movimientos también caracteriza al FPÖ. A Hofer, la cara amable del FPÖ para unos y el ultra bajo la piel de cordero para otros, le ha perseguido la polémica por su pertenencia a una cofradía estudiantil con unos estatus de resonancia nazi, y su afirmación de que como presidente podría destituir al Gobierno si cree que perjudica gravemente al país. Aunque la Constitución austriaca se lo permite, ningún presidente ha usado esa potestad. El jefe del Estado, que lo es también del Ejército, ha cumplido un papel protocolario. “Se asombrarán de lo que se puede hacer”, ha lanzado Hofer, que quiere dar mayor peso al cargo.
Fuente: El País