Hay que cambiar este sistema de crecimiento depredador, esta democracia que no lo es, este modo de producción y también muchos modelos productivos. Y nosotros mismos. O no habrá cambio alguno…
Por Xavier Caño Tamayo*
De aquellos polvos, estos lodos. Desde los setenta se gestó el capitalismo neoliberal. Hayek, uno de sus padres, abogó por un Estado mínimo, democracia limitada, ninguna intervención social y económica del Estado, desregulación total, reducción (o supresión) de la seguridad social y privatización de lo público. Además de declararse partidario de la dictadura liberal (es decir, neoliberal). Hizo escuela. Otro neoliberal, Milton Friedman, colaboró estrechamente con implacables dictaduras, como Indonesia y Chile.
Será por esa obcecada alucinación que es el neoliberalismo que éste y democracia no casan bien. Además de fracasar económicamente. En Chile, por ejemplo, la férrea aplicación del dogma neoliberal en la dictadura de Pinochet hizo que la economía retrocediera 15% el primer año y que la tasa de paro aumentara hasta el 20%, cuando era 3% en el gobierno de Allende. Tras quince años de dictadura pinochetista neoliberal, el 45% de chilenos vivía bajo el umbral de la pobreza.
Como ha recordado David Val, la dura situación que se vive hoy es la inevitable consecuencia de las actuaciones de los gendarmes del neoliberalismo (FMI, Banco Mundial, OMC, Unión Europea…) que han extorsionado países diferentes en tiempos diferentes. Ahora toca a España, Portugal, Grecia, Irlanda, Italia, Bulgaria… Como ya sufrieron chilenos, argentinos, colombianos, mexicanos… Siempre hacía abajo, hacia la desigualdad y la pobreza, pero los ricos son más ricos.
Y ahora la minoría dominante pretende que la ciudadanía maltratada, pobres y excluidos, acepten como inevitable y natural la pobreza y una vida peor. En la grave crisis de valores y principios que se inició mucho antes del estallido financiero, no es ajena a la crisis-estafa la severa disminución de la solidaridad y de la fraternidad frente al individualismo destructor que propugna el credo neoliberal.
¿Y qué decir de esa deuda global que no se puede pagar? Modo de extorsión para imponer austeridades y atacar sistemáticamente derechos sociales y económicos de la ciudadanía, mientras la recesión lleva camino de ser endémica. Y crecen los beneficios desorbitados de las élites, la evasión y fraude fiscal institucionalizados (gracias a impunes e intocables paraísos fiscales), el saqueo de servicios públicos… Un panorama desolador que, para el presidente del IFO alemán, Hans Werner Sinn, es la única vía de salida cuando predice que a España le faltan diez años más de crisis (es decir, de devastación) para lograr una devaluación interna del 30%. Como deben hacer también Portugal, Grecia, Irlanda… Es decir, hasta que las clases trabajadoras pierdan un tercio de sus rentas transferidas a la minoría rica dominante.
¿Qué quedará de los países tras el empobrecimiento, retroceso social, creciente desigualdad, recesión crónica, vaciado democrático, corrupción entronizada y el estado exhausto? Mientras lenta, pero implacablemente, ya se impide el derecho a manifestarse, se recortan libertades, cercenan el derecho de reunión… Y se criminaliza cualquier tipo de protesta y oposición a este cataclismo neoliberal que nos lleva a la miseria.
Por supuesto, la ciudadanía reacciona, se organiza, defiende sus derechos y el acervo común. Por eso es preciso que el objetivo de la ciudadanía y de las clases trabajadoras para salir de la crisis-estafa no sea regresar a la situación de 2006, al mundo más amable anterior a la crisis (por lo menos en Occidente); ni a los años sesenta y ochenta del siglo XX, que es a lo que parecen aspirar los grandes sindicatos de Europa y la denominada izquierda institucional o parlamentaria. No podemos ir hacia una pax socialdemócrata, porque ya no es real. Ni posible.
La crisis es total, por ser financiera, económica, social, de derechos humanos y de democracia. Gracias a la codicia institucionalizada de una minoría muy menor (más sus cómplices y encubridores) que no renuncia a beneficios sin límite.
Tan total es la crisis que solo cabe ir hacia una transformación profunda, un cambio histórico; lo que la historia denomina revolución. Porque, de mantenerse como objetivo confesado o implícito regresar a la Europa del llamado estado de bienestar, nos alejaremos de la solución global más decente, justa y democrática de verdad. Por no hablar de la exigencia vital de respetar la Tierra, porque es finita y finitos son los recursos que nos brinda. Cuestión de solidaridad intergeneracional.
Hay que cambiar este sistema de crecimiento depredador, esta democracia que no lo es, este modo de producción y también muchos modelos productivos. Y nosotros mismos. O no habrá cambio alguno.
* Xavier Caño Tamayo. Periodista y escritor
Fuente: CCS