La suerte del bonito…

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Por Jorge Zepeda Patterson

No conozco el horóscopo de Enrique Peña Nieto, su animal en la nomenclatura china o las líneas que cruzan la palma de su mano. Pero bajo cualquier prisma adivinatorio con que se le juzgue resulta evidente que es un hombre de extraordinaria fortuna. Los asientos de su café seguramente se acomodan en trazos regulares y los tréboles de cuatro hojas brotan a su paso. De otra manera no podría explicarse que más allá de méritos y esfuerzos, las cosa política y económica se alinee de tal manera en su favor.

Para empezar, Peña Nieto tiene el enorme privilegio de disfrutar de una oposición política devastada. Habría que remontarnos cuarenta años para encontrar un presidente que gozara de ese privilegio. Ya en la década de los ochenta Salinas de Gortari enfrentaba a un panismo emergente que arrebataba bastiones norteños y Cuauhtémoc Cárdenas le habría dado algo más que un susto mayúsculo si el sistema no se hubiera caído tan convenientemente en la elección de 1988. El recién creado PRD daba las primeras muestras de que habría de convertirse en frecuente dolor de cabeza para los ocupantes de Los Pinos. Y eso que todavía no surgía Andrés Manuel López Obrador, pluma de vomitar de Vicente Fox y Felipe Calderón.

Pero por alguna razón en el panorama que contempla Peña Nieto no hay rivales capaces de quitarle el sueño. Por el contrario, lo arrullan. El PAN se ha eclipsado comido por sus propios demonios. Felipe Calderón minó las bases de legitimación que durante décadas construyó ese partido. Hoy en día ni el hombre de la calle lo considera un referente moral contra la corrupción priista, ni los empresarios lo ven como una alternativa de gobierno. A la postre, el blanquiazul no resultó una apuesta favorable para la iniciativa privada; aunque jugara a favor del capital, era un compañero de juego demasiado inepto e ineficaz para ser útil. Peor aún, Calderón no estuvo solo en la ominosa tarea de hundir a su partido. Cuadros políticos de todos los niveles se mostraron tan corruptos y tan desleales con su propio instituto que hoy el PAN es un organismo que se devora a sí mismo entre luchas fratricidas.

Y el PRD no anda muy lejos de ese comportamiento, sólo que lo ha hecho durante más tiempo. Siempre ha estado dividido en tribus más pendientes unas de otras que de los rivales ideológicos que tiene enfrente. Pero de alguna manera ya estábamos acostumbrados a eso. Lo nuevo es la escisión entre el PRD y Morena. El cisma entre el partido y el líder de los últimos doce años tiene tan deplorable efecto que resulta difícil saber cual de las dos partes ha quedado más maltrecha. El partido pesa por su presencia en las cámaras pero el hecho de que el PRI y sus aliados tienen el 50 más uno para las votaciones lo hace prescindible. Los dos gobernadores efectivos que le restan (Graco Ramírez en Morelos y Miguel Ángel Mancera en el Distrito Federal, porque las demás son coaliciones enrarecidas) no ocultan su distancia de Los Chuchos.

Y Andrés Manuel López Obrador vive sus horas bajas y sería absurdo negarlo. La campaña en contra de la “privatización del petróleo” parecía la madre de todas las batallas, pero no fue así. “La calle” fracasó ostensiblemente para sorpresa gozosa del mismo Peña Nieto quien en previsión de la oposición popular había lanzado su propuesta con el estandarte de Lázaro Cárdenas. Una precaución que a la postre resultó innecesaria.

Sin una oposición robusta me da la sensación de que Peña Nieto se desempeñará con la confianza de que nadie obtendrá provecho de sus errores. Más o menos como luce el club América en las transmisiones de televisión: aciertos magnificados al paroxismo, errores sin consecuencias. Con la diferencia de que el América sólo es arropado por Televisa, Peña Nieto en cambio por la mayor parte de los medios de comunicación del país que han regresado al redil del presidencialismo.

Se anuncia que Estados Unidos crecerá en 2014 a una tasa que podría superar el 3 por ciento, la mayor en una década. Eso podría ser el motor que jaloneara la reacia economía mexicana. Un astro más alineado a favor de nuestro fotogénico mandatario.

Pero los vientos favorables no sustituyen al navegante. Ahora sólo falta saber si además de ser un hombre afortunado Enrique Peña Nieto puede ser presidente.

@jorgezepedap

www.jorgezepeda.net

 

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